Desde los juegos Centroamericanos de la Habana en 1982, nuestra selección nacional no perdía un juego de pelota en estas lides. Después de la derrota a manos de los venezolanos (equipo que no nos derrotaba desde 1966), ya sumamos dos en Barranquilla y podrían llegar más descalabros.

Desde hace unos años comenzaron a escaparse los trofeos y medallas colgadas en vitrinas y museos, obtenidas en las distintas categorías. Ahora parece que, al título de campeón Centroamericano que Cuba defiende, sólo le quedan horas para perderse en las aguas de la decepción.

El juego de ayer fue una pasarela por donde desfilaron todas las dolencias del béisbol cubano de la actualidad. En el desafío se manifestaron, una vez más, los años de atraso que tenemos en temas de entrenamientos y de interpretación de la filosofía actual de este deporte.

Béisbol: ¿Qué pasa con la ofensiva cubana en Barranquilla 2018?

La ofensiva cubana sólo pudo conectar tres indiscutibles y dos de ellos fueron dentro del infield.
¿Cómo es posible que peloteros de ese nivel, con largos currículos dentro de los diamantes, no sean capaces de discriminar lanzamientos, de hacer ajustes, de tener paciencia en la caja de bateo y de golpear la bola para la banda contraria?

¿Cómo explicarán ahora los técnicos y preparadores físicos esas caras serias y largas, esa banca inerte y silenciosa, y esa psiquis contaminada de pesimismos?

Pareciera que somos castigados por los dioses. Le hemos faltado el respeto a este deporte y lo estamos pagando caro.

Ayer, los nuestros sólo conectaron apenas un inatrapable en doce turnos al bate con corredores en bases y ahora llevan de 56-12 en el torneo, para un anémico 214 de average en un apartado fundamental para ganar juegos.

Mientras, el promedio de bateo colectivo cayó hasta un bajo 230 (30 hits en 130 turnos). Además, Cuba se mantuvo como el equipo que menos carreras impulsa en el campeonato, con solo 5 anotadas en cuatro partidos.

¿Qué está pasando? ¿Quién levantará la mano ahora para apoyar esa serie de entrenamientos previos tan larga y agotadora, con el único fin de jugar siete partidos de pelota de dudoso nivel y que no dio resultados?

Estos síntomas de decadencia, esas señales de agotamiento en el deporte nacional, nos llegan desde hace años por distintas vías y no se ha hecho nada para encontrar el camino de vuelta.

La inmovilidad de nuestros directivos nos ha llevado a un punto complicado. Quizás, pronto no asistamos a Clásicos Mundiales ni Juegos Olímpicos y tendremos que conformarnos, como en el fútbol, a gritar y a padecer por otras tierras y a vitorear a héroes importados.

Barranquilla 2018, o el arte de mantener las apariencias

La derrota de ayer (dos carreras por una), deja el chance a unos pocos de entretenerse sacando cuentas matemáticas sobre las posibilidades de alcanzar la ansiada corona. Pero lo cierto es que nuestra selección nacional ya no podrá coronarse en estos juegos, y jugará los partidos que quedan bajo la amenaza de quedar fuera del podio, o incluso, de no lograr un boleto para los Panamericanos de este deporte.

Al equipo venezolano le tocó ayer ponernos la mortaja y otros más tarde nos pondrán flores, hasta que podamos despertar de este letargo. Retener el cada vez más lejano primer lugar, que no se pierde desde hace más de tres décadas en estas lides, ya no resulta heroico, sino también un gesto que retardaría un poco el descrédito que va sufriendo nuestro pasatiempo nacional.