El patio de la iglesia San Juan Bosco, ubicada en el capitalino barrio de La Víbora, ha sido testigo de un torneo de fútbol muy bien montado, protagonizado por la juventud y organizado por un sacerdote salesiano que allí labora.

El recién llegado padre Luis Faña, quien en 1997 fuera convocado a su selección nacional en su natal República Dominicana, apenas bajado del avión y una vez enterado de la afición en la Isla por el más universal, se dio a la providencial tarea de organizar el proyecto para todos aquellos jóvenes interesados en participar, sin importar su filiación religiosa o que no tuviesen ninguna.

“Estábamos locos por que se hiciera un torneo, era lo que todo el mundo estaba esperando”, afirma entusiasmado uno de los participantes, quien dice que no hubiese podido organizarse de no haber sido por la ayuda de Faña.

El Mundialito, como lo llaman, está conformado por 8 equipos, con una duración de 20 minutos cada juego, consta de una fase de grupos con encuentros de ida y vuelta seguida de una eliminatoria que empieza por las semifinales.

A la izquierda el Padre Luis Faña, junto a él, el Padre Bruno. FOTO: Pedro Enrique Rodríguez Uz.

“Es un campeonato de futbol, pero lo pensamos hacer en baloncesto y voleibol más adelante”, nos explica el Padre Faña, quien allá por los noventa además de futbolista profesional fuera miembro de la selección de voleibol por el distrito de Santo Domingo, el deporte que —según él— más disfruta jugar.

Al preguntarle sobre su experiencia en Cuba hasta el momento, nos dijo que le encantaba, manifestando que se ha sentido como en casa dada “la calidez de la gente”, la cual según nos dice lo “anima aún más a seguir trabajando”. De inmediato nos confesó que era fan de Industriales, que su jugador favorito era Alexander Mayeta, y que ya seguía el deporte cubano desde Dominicana, dispensando elogios a varios deportistas de la Isla que han marcado época tales como Mijaín López y las “Morenas del Caribe”.

Sobre el certamen nos cuenta que al equipo ganador le aguarda un paseo a la playa con casi todos los gastos pagos, premiándose también al jugador más valioso y al líder goleador, aunque Luis Faña, sin hacer a un lado el aspecto competitivo, pone énfasis en el carácter familiar del torneo, confiando en el deporte como “un medio para la educación, hermanarse y lograr el encuentro del joven con Dios”.

Si bien al decir de los participantes, un torneo de esta envergadura no tenía lugar en la comunidad hacía ya 5 años, el mismo es parte del habitual activismo comunitario que, desde los mismos inicios de su fundación a mediados del siglo XIX, realizan los Salesianos de Don Bosco, congregación católica extendida ya por más de 120 países y llegada a Cuba hace poco más de cien años.

Este trabajo se ha encaminado con especial atención a la formación de la juventud, sobre todo aquella que se halla en situaciones de marginalidad o riesgo. El ideal educativo salesiano se basa en acompañar a los jóvenes de manera tal que se les pueda prevenir antes de que caigan en alguna falta.

Inspirado en la experiencia pedagógica y espiritual de su fundador Juan Bosco, promueven la sana alegría, el cumplimiento del deber y la ayuda a los demás como el camino cotidiano para alcanzar la santidad. Uno de los aspectos que recibe gran atención es el esfuerzo constante por crear un ambiente de familia, como medio imprescindible para la educación integral. En Cuba desde hace algunos años, tras una dilatada interrupción por causas de fuerza mayor, han retomado sus actividades y actualmente realizan una amplia labor social, mayormente por medio de cursos y talleres entre los que predomina la enseñanza de idiomas.

Sin apoyo institucional alguno, los elementos necesarios para la conformación del torneo han venido de aportaciones voluntarias. Incluso el árbitro del campeonato Enmanuel Gonzáles, quien oficialmente media en la liga provincial de fútbol sala, colabora en el proyecto de forma desinteresada. “Hasta ahora nos las hemos arreglado, pero si las instituciones nos ayudaran sería muy bueno”, afirma Faña, quien de Santo Domingo trajo consigo unos cuantos balones y zapatos. Ciertamente le hubiese gustado traer más, pero le advirtieron que no habrían pasado la aduana. “Piensan que es para vender”, nos dice.

El fútbol es para Faña una herramienta de inlusión social. FOTO: Pedro Enrique Rodríguez Uz.

Ciertamente, al igual que con el resto de las iniciativas de esta iglesia, son bien visibles los beneficios que el proyecto futbolero aporta a la comunidad. Para una juventud la mayoría de las veces demasiado ociosa, sin muchas opciones para el esparcimiento y con la constante tentación de delinquir a causa de la situación económica, resulta una atractiva manera de unirse en torno a un proyecto común en un ambiente sano y fraternal, cambiando para mejor la forma de pensar y proceder de más de uno.

“Queremos que los muchachos vengan a esta casa donde pueden sentirse bien en lugar de andar por las calles haciendo nada. Que vengan, disfruten y jueguen en este clima de familia. Esta casa es de ellos, queremos que se sientan parte de la obra”, nos confirma Faña.