Pedro Orlando Reyes nació para ser boxeador y cuando se habla de calidad dentro del pugilismo cubano, su nombre es uno de los obligados. Era un púgil alto para su división, de lo cual sacaba provecho, con una técnica depurada en la que mezclaba velocidad y desplazamientos que le permitían dominar a sus rivales sin tener que acudir a los intercambios, aunque también tenía la capacidad de terminar sus peleas de un solo golpe gracias a una pegada demoledora, sumamente inusual para las divisiones pequeñas.

Años después de su retiro, el antiguo guerrero es un hombre sencillo, orgulloso de sus logros, así como de los del resto de sus familiares, muchos de los cuales también han tomado el camino del deporte con resultados de excelencia, como su hijo Rudy Reyes, expelotero de Industriales y los equipos Cuba.

Además de sus batallas sobre el ring, sumó una pasión por los estudios -se hizo licenciado en Historia- y después una prolongada vida como marino que lo llevó a perderse gran parte de los éxitos deportivos del vástago, a quien la madre cambió de deporte para que no le desfiguraran el rostro.

Pedro Orlando Reyes boxeador cubano
Pedro Orlando Reyes. Foto: Hansel Leyva

Sin embargo, una de las primeras cosas que sorprende de Pedro Orlando Reyes es que, antes que el boxeo, desde pequeño se sintió atraído por el béisbol hasta que una decisión, a su juicio injusta, le hizo cambiar los diamantes por el cuadrilátero.

“Realmente, mi primera afición no fue por el boxeo. Yo en realidad era pelotero y bastante bueno que era. De hecho, en un nacional de la categoría 15-16 años fui líder de los bateadores. Sin embargo, no fui tomado en cuenta para la preselección nacional de dicha categoría y me decepcioné tanto que dejé la pelota y me fui para el boxeo. Eso era difícil porque estaba empezando en edad juvenil, pero mi papá era Orlando “Lagartija” Reyes, quien había sido boxeador profesional, así que yo conocía el deporte. Empecé en el gimnasio del Ciro Frías y me fue tan bien que ya con 18 años era del equipo nacional”.

La buena estructura de competencias que tenía el boxeo en aquella época, tanto nacional como internacionalmente, propiciaban un amplio fogueo para sus exponentes y en su caso no fue una excepción, lo cual, unido a sus primeros resultados de importancia en los torneos Playa Girón, propició sus primeras participaciones en eventos internacionales.

“En aquel tiempo se peleaba todo al año, incluso aunque no salieras de Cuba, porque aquí en todas las provincias se celebraban uno o dos torneos con carácter nacional en los cuales participaban los atletas del equipo nacional como parte de su preparación. Además, estaba el torneo por equipos que era todos contra todos a dos vueltas. La gente decía popularmente que esos eran torneos de hombres porque había que pelear duro”.

“En el Girón del 78 cogí bronce pues perdí con mi gran rival acá en Cuba que era Omar Santiesteban y en ese tiempo los medallistas del Girón, automáticamente, pasaban al equipo nacional porque eran cuatro boxeadores por división y en aquel entonces siempre, de esos cuatro, uno o dos provenían de la ESPA militar, incluyéndome a mí, por lo que mi primer evento internacional fue un evento militar que era la Copa Honved en Bulgaria, que ya no existe, y por lo militar también fui campeón de las Espartaquiadas”.

Durante su carrera en Cuba su mayor rival fue Santiesteban, con quien peleó cuatro veces, incluida una que fue definitiva para la carrera del púgil tunero, aunque es válido destacar que fuera del cuadrilátero mantienen las mejores relaciones.

“Nosotros nos conocíamos bien porque él también venía de la ESPA militar y como en ese tiempo era el único boxeador blanco del equipo nacional lo empezaron a comparar con Douglas Hernández, así que cambió su estilo y se convirtió en fajador. Era un hombre que desde que sonaba la campana salía a perseguirte y no te dejaba ni salir de las esquinas, pero yo tenía pegada así que él también sabía que tenía que andar con cuidado”.

“La dos primeras peleas que tuvimos él las ganó claramente. La primera fue la del Girón, que la ganó 5-0 en Matanzas y la otra fue en la Ciudad Deportiva y me ganó también por 4-1. En la tercera, hay una anécdota. Yo le iba ganando y le tiro un gancho al hígado y el árbitro lo ve como un golpe bajo, algo ilógico porque ese era mi mejor golpe y yo no lo fallaba, de hecho, cuando lo conectaba bien, automáticamente le daba la espalda al rival porque sabía que iba a caer”.

“Luego vino la cuarta pelea en la que le fracturé tabique y maxilar y ahí se tuvo que retirar del boxeo. Pero fuera del ring nuestras relaciones eran magníficas. De hecho, hace poco fui a Las Tunas a verlo y él jocosamente me retó a pelear, pero le dije que él ya estaba fuera de forma porque ha engordado mucho. Para que veas si nos llevábamos bien, en el 80, cuando las Olimpiadas de Moscú, fui de los que dijeron que él era quien tenía que ir en los 51 kgs, pero el colectivo técnico se decidió por Jorgito Hernández que había sido campeón cuatro años antes en Montreal y de Jorgito nunca hablaré mal porque ya falleció y era mi hermano, pero en ese momento Omar era el que estaba mejor”.

El año 1982 marca un momento decisivo en la carrera de Pedro Orlando Reyes, cuando se convierte en la primera figura de los 51 kgs, tras lo cual vendrían muchas alegrías, pero también alguna que otra decepción.

“En el Mundial del 82, en Múnich, deciden llevar a Santiesteban pero pierde y entonces me ponen a pelear a mí en el tope contra Estados Unidos que se hizo en la Ciudad Deportiva y le gano a Michael Collins que venía de ser subcampeón del mundo y le había ganado a Omar allí y luego fue campeón mundial profesional. El psicólogo me dijo: ‘Mira pa’ allá’ -la Ciudad Deportiva estaba llena – ‘no hay nervios, hoy te tienes que vestir de hombre’. Salí a pelear y le gané por nocaut”.

“Luego de eso gano los Panamericanos del 83 en Caracas. Después viene el 86 y gano los Centroamericanos en Santiago de los Caballeros y ese mismo año viene el Campeonato Mundial en Reno donde también gané. Ese fue sin dudas mi mejor resultado y mi mayor alegría, pero también me trajo decepciones. En ese Mundial fueron a verme pelear familiares míos que vivían en Estados Unidos y yo voy a saludarlos, como es lógico, porque eran mi familia, pero en ese momento eso era considerado diversionismo ideológico y con los apátridas no se podía tener ningún trato, aunque fueran familiares y cuando regreso, el comisionado que en ese momento era Luis Llano, me sancionó un año. No me mandaron ni para la ESPA ni para la Academia, me mandaron a empezar desde cero y tuve que volver al Ciro Frías, me sancionaron cuando mejor estaba, me sacaron incluso de la Juventud (Unión de Jóvenes Comunistas) y me perdí los Panamericanos de Indianápolis”.

Maikro Romero: los boxeadores profesionales “ponen en alto el nombre de Cuba”

Tras cumplir dicha sanción, logra regresar al máximo nivel con resultados importantes, pero el regreso no estuvo exento de dificultades y nuevas decepciones, aunque estas fueron de otra índole.

“Cuando me sancionaron dejé de entrenar incluso y Sarvelio Fuentes fue a buscarme y me dijo que tenía que regresar y demostrar que conmigo todavía había que contar, por eso siempre diré que para mí Sarvelio fue padre, amigo y hermano. Regresé y gané el Girón del 88 y fui al Mundial de Moscú un año después, y ahí llegué a la final contra Yuriy Arbachakov y me quitaron la pelea. Le partí el tabique y el maxilar y el árbitro dijo que había sido un cabezazo y me descalificó. Nosotros reclamamos la decisión y al revisar las tarjetas yo iba ganando, pero la AIBA argumentó que había reconocido la derrota porque subí al podio a recibir la medalla de plata, inclusive, Teófilo Stevenson no quería que subiera precisamente por eso y me encerró en el baño, pero Llano, que era también miembro de la AIBA, me dijo que subiera al podio. Por eso fue que en el mundial de Houston, cuando le quitaron la pelea a Juan Hernández Sierra, Alcides lo mandó a sentarse en el ring luego de que dieran el resultado y le tuvieron que dar su medalla de oro, se demoraron dos años en dársela, pero se la dieron. Fíjate si todos estaban claros de que yo había ganado que en el podio Arbachakov se quitó la medalla de oro y me la puso a mí”.

Quizás la única deuda que le quedó a Pedro Orlando Reyes fue no asistir a los Juegos Olímpicos, pues coincidió con las ediciones estivales de Los Ángeles 84 y Seúl 88, en las que Cuba declinó participar por cuestiones ya conocidas.

“Ese es el dolor que me queda, no haber podido participar en los Juegos Olímpicos porque estuve doce años en el equipo nacional y no pude ir a ninguno y yo sabía que ganaba porque en ese tiempo los que fueron medallistas en esas dos Olimpiadas perdieron conmigo varias veces; inclusive, para la Olimpiada de Seúl nosotros nos estábamos preparando y a última hora es que nos dicen que no íbamos tampoco a esa Olimpiada, pero creo que esa decisión se tomó a último momento porque a nosotros el INDER ya nos había dado el equipamiento con el que debíamos competir allá”.

“Cuando llega Barcelona, yo ya llevaba dos años retirado y comienzo a entrenar con la idea de probarme para intentar hacer el equipo en los 54 kgs porque ya en 51 kgs no podía hacer el peso, pero ahí estaba Casamayor que, además, era uno de los alumnos de Alcides, así que no había mucho que hacer. Es ahí cuando definitivamente me convencí de que no peleaba más”.

¿Quiénes son los 10 mejores boxeadores cubanos de la historia?

Uno de los aspectos a destacar de este hombre es su amor por el estudio, el cual cultivó desde niño y que lo llevó a una carrera universitaria que nada tenía que ver con el deporte.

“A nosotros la vieja nos inculcó que había que estudiar. En mi casa sacar buenas notas era obligado, y si sacaba menos de 95 puntos la vieja me daba con una correa de cuero de esas de afilar navajas de afeitar. Pero independientemente de eso, siempre me gustó estudiar y cuando estaba en los Camilitos (Escuela Militar Camilo Cienfuegos), porque yo era militar, decidí estudiar Licenciatura en Historia en la Universidad de la Habana, porque la Historia siempre me ha apasionado y aquí también tengo una anécdota. En el último año de la carrera a nosotros nos sancionan en la Finca por una indisciplina que cometieron tres atletas y nos prohibieron salir de ahí a todos, pero le dije a Alcides que no me había pasado cinco años estudiando para perder la carrera, que tenía que presentar mi tesis y me fui”.

Cuando un atleta muestra un nivel tan elevado y además es víctima de ciertas injusticias, muchas personas piensan que la idea de pelear profesional podría pasar por su mente, a pesar de que era una época en la que ese fenómeno prácticamente no sucedía, sin embargo, Pedro Orlando Reyes no lo vio así.

“A mí nunca me pasó por la cabeza la idea de irme ni en mis peores momentos. Para mi Fidel era un dios, sin embargo, en el aspecto deportivo te confieso que sí hubiese sido bueno probarme a ese nivel porque yo le gané a muchos que luego fueron campeones mundiales profesionales. Inclusive, muchas veces cuando salíamos al extranjero hacíamos sparring con profesionales y les ganábamos; además, en esas divisiones no hay muchos boxeadores con pegada y yo pegaba duro contra gente que tenía cabecera, así que imagínate si no la tuvieran. Estoy seguro de que ahí también hubiera sido grande, pero para mí nunca fue un objetivo”.

Tras su retiro, el campeón decidió enrumbar su vida hacia otros horizontes, alejado de los cuadriláteros, aunque luego su amor por el boxeo lo hizo regresar.

“Cuando me retiro me pongo a estudiar para hacerme oficial de barco y me enrolé en la marina. Estuve diez años navegando, primero como oficial de cubierta y luego como sobrecargo, pero después me pidieron que regresara y, a fin de cuentas, eso es parte de mí, y decidí regresar a entrenar al Ciro Frías donde estoy hasta ahora, aunque he cumplido misión en siete países como entrenador y debo partir próximamente a cumplir misión otra vez”.

Otro episodio triste que vivió Pedro Orlando Reyes fue cuando le robaron las medallas que, con tanto sacrificio, obtuvo en eventos internacionales.

“Antes vivía en Los Pinos con los viejos y cuando me mudé, les dejé las medallas a ellos porque esas eran su orgullo y después de fallecer mi mamá, mi papá desarrolló demencia senil y un día mi hermana se va a trabajar y él salió para la calle y dejó la puerta abierta y allí se robaron casi todas las medallas que gané”.

Pedro Orlando Reyes boxeo cubano
Pedro Orlando Reyes. Foto: Hansel Leyva

La familia de este gran púgil se ha caracterizado por llevar el deporte en las venas y uno de sus hijos es el pelotero Rudy Reyes, el cual brilló en los terrenos con las casacas de Industriales y de la Selección Nacional de béisbol, algo de lo que su padre lógicamente se enorgullece, aunque no pudo disfrutar de la mayoría de los momentos más memorables de la carrera de su hijo.

“Rudy empezó al revés de mí. Empezó en el boxeo y yo le veía mucho talento, pero la madre decía que el muchacho era bien parecido y que el boxeo desfiguraba la cara y en una ocasión en la que yo estaba en el extranjero aprovechó y lo cambió para la pelota y me molesté por eso, pero al final fue una estrella en la pelota y uno como padre claro que se siente orgulloso de eso”.

“Lo malo que tuvo eso es que me perdí casi todos sus grandes momentos por estar en la marina. Recuerdo que cuando el Mundial de pelota en Holanda en 2005, ni sabía que él estaba en ese equipo y me enteré porque casualmente el barco pasó por Holanda y el telegrafista pone la pelota y ahí es que me entero, pero me perdí casi toda su carrera en el máximo nivel. Solo puede ver de él, su participación en el Clásico Mundial y la final contra Santiago del 2006, porque estaba de vacaciones. Lo que más me duele es que le pasó lo mismo que a mí, se quedó con la espina de no ser campeón olímpico porque en el 2004 lo dejaron fuera del equipo cuando mejor estaba porque alguien consideró que podría ser un posible emigrante y eso me molestó muchísimo, pero me siento muy orgulloso de él”.

Pedro Orlando Reyes continúa viviendo su vida feliz y de manera tranquila rodeado de su familia y orgulloso de lo que logró. Hoy, continúa haciendo lo que le gusta: entrenando a los futuros talentos en el mismo lugar en donde empezó, su querido gimnasio del Ciro Frías porque el boxeo es parte indisoluble de su identidad.

“Lo único que le digo a mis muchachos es que no sigan mi ejemplo. Pero si seguir mi ejemplo de alguna manera puede ayudarlos a ser mejores, ese es mi mayor orgullo”.

Mantente actualizado con Telegram

¿Quieres estar siempre al tanto de la actualidad del deporte cubano? Únete a nuestro canal de Telegram: ¡lleva a Play Off en tu bolsillo! Haz click para seguirnos en: t.me/playoffmagazine

Imágenes cortesía de Hansel Leyva y Foto: Hansel Leyva