Solo tres veces ha dejado Cuba escapar la medalla de oro el béisbol de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. La de menos brillo, el bronce, fue la colgada justo en el primer resbalón de 1946 en Barranquilla y, aunque hubo sendas platas en Kingston 62 y La Habana 82, el hecho de retornar este 2018 al mismo escenario del Caribe colombiano permite hacer un recuento de aquel instante.

El año 1946 fue convulso y a la vez próspero para la pelota cubana. En primer lugar por la construcción del Estadio del Cerro, como sede sustituta del añejo campo de La Tropical; por el pacto entre las Grandes Ligas con el sistema de torneos del Caribe, justo en La Habana; y también por el éxodo a la pujante Liga Mexicana, la fractura momentánea en dos eventos profesionales locales y el declive de la Liga Amateur.

La Unión Atlética Amateur de Cuba (UAAC) nació revestida de un profundo racismo y de proscripción contra todo lo que oliera a deporte rentado, por tanto, en los años 40 muchos jugadores acusados de recibir pagos terminaron con sus carreras aficionadas. Si en algún momento las estrellas prefirieron clubes amateurs, ya para 1946 había un abandono masivo hacia otras opciones económicas con reglamentos más flexibles, lo cual atentaba contra la concreción de un team nacional potente.

Desde Panamá 1938 no se había celebrado un evento Centroamericano. En tierras panameñas Cuba presentó una buena selección con base en el equipo del central Hershey, de la Liga Amateur, pero casi una década después la UAAC tuvo que apelar a eventos aficionados fuera del ámbito capitalino. Además del racismo, el regionalismo había sido otro punto en contra de la representatividad nacional desde 1930, porque raras veces se incluían jugadores blancos de las provincias, a no ser que fueran parte de la Liga Amateur; el resto de los torneos eran casi despreciados.

Por eso, para Barranquilla ‘46 hubo que hacer una serie triangular entre Oriente, la Liga Interprovincial (con presidencia en Placetas) y los preseleccionados de la liga de la UACC, con la promesa de que el campeón sería el electo para la cita multideportiva regional.

Equipo cubano que participó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1946. FOTO: Cortesía del jugador Mario Pérez.

Los orientales llevaban un equipo mixto, mezcla de la pelota azucarera y de novenas de Santiago de Cuba y Guantánamo (destacaba el infielder Aldo Salvent); pero la Interprovincial, como representativa de Matanzas, Las Villas y Camagüey, aportaba una fortísima selección mixta entre el central Violeta y el Vertientes, campeón y subcampeón de ese año en el circuito.

Aunque estos últimos vapulearon al resto y coparon todos los lideratos ofensivos y defensivos, no se cumplió lo acordado y el equipo se hizo a ultranza, con Mario Díaz, Ignacio Ferrer, José Luis “Jorocón” García y Alberto “Galate” Gómez (del Regla), Rouget Ávalos y Ángel “Catayo” González (Deportivo Matanzas), Alfredo Domínguez, Hiram González, “Willy” Miranda (Universidad), Ramiro Ramírez, Gilberto Soto, Miguel Montiel y René “Tata” Solís (Rosario). “Vitico” Muñoz, fue el director, con los asistentes Fabio de la Torre y Carlos M. Fleites.

Apenas cinco jugadores del Violeta-Vertientes hicieron el grado: el jonronero Mario Pérez (de piel negra), el inicialista Bernardo Cuervo (con experiencia en Series Mundiales Amateurs de 1940 y 1941), Julio Delgado, Generoso “Curricán” Stable (fue profesional en 1939) y Mario “Nicaragua” Chacón.

El equipo se trasladó por ferrocarril hasta Camagüey, donde abordaron avión a Barranquilla, una ciudad que los esperó con seis contendientes (Colombia, República Dominicana, Venezuela, Puerto Rico, México y Costa Rica), con una primera vuelta de todos contra todos.

La primera instancia fue dominada por colombianos y cubanos con 6-1, y allí los nuestros encontraron a la que sería su gran piedra en el zapato, un derecho cafetero Carlos “Petaca” Rodríguez. A la sefunda vuelta el tercer invitado fue República Dominicana.

Ya en la triangular por las medallas los cubanos no pudieron concretar ninguna victoria al caer contra los de Quisqueya y, una vez más, frente al “Petaca” Rodríguez, quien les colgó nueve ceros. Cuba, favorita antes de aterrizar en Barranquilla, quedaba en bronce; hasta ahora la peor actuación de una selección cubana de béisbol en Juegos Centroamericanos y del Caribe.

En Barranquilla ’46 los locales se alzaron con la corona sin tener que discutir el oro, pues los dominicanos debían partir el 28 de diciembre sin opciones de otro vuelo. Colombia, en todo el torneo, solo había perdido contra Venezuela en la primera fase. Además del oro —que nunca más han repetido—, el torneo significó el hallazgo de una nueva luminaria del box, quien los llevaría a un título mundial amateur en 1947.

Carlos «Petaca» Rodríguez, el lanzador colombiano que maniató a Cuba en 1946.

El bronce, a la distancia, era predecible. Ya en la preparatoria los jugadores de la UAAC batearon poco, siempre por debajo de los aspirantes de la Interprovincial. Había temores por la falta de experiencia, y aunque los consagrados de la liga aficionada no estaban en buena forma, fueron los elegidos.

Resultado: apenas Galate y Ramírez conectaron por encima de .300, otros seis entre .200 y .250, y tres por debajo de .150; con ese rendimiento Cuba aprovechó ante selecciones de pobre calidad y sufrió con los ocupantes de las dos primeras plazas porque esos sí contaban con buenas plantillas. “Petaca” fue el punto clave del descarrilamiento de la batería cubana.

Las decisiones cubanas en cuanto a pitcheo no fueron mejores. El lanzador “Catayo” González aportó un éxito y cedió en dos importantísimos choques, siendo otro de los derrotados “Tata” Solís; mas la dirección no depositó confianza en “Nicaragua” Chacón, quien venía de ganar ocho desafíos en la Interprovincial con el central Violeta, y desperdició a un buen pitcher como Stable en dos juegos de puro trámite.

Esa fue la historia del tercer lugar en Barranquilla, plagada de malas decisiones: desde la concepción de un equipo forzosamente amateur, hasta la conformación de la plantilla, más por nombres que por logros.

Este agosto, tras 72 años, otra vez Cuba estará en los diamantes de Barranquilla, con el imperativo de ganar el béisbol centroamericano. Aunque las situaciones han cambiado, el fantasma de 1946 sigue tras la puerta; ahora hay mucha más calidad en el béisbol en toda el área geográfica y eso hace que Cuba —amén del pedigrí— no sea la única favorita a dominar.

Además, si de malas decisiones se trata, parece que los últimos 72 años no han servido de mucho para recapacitar. ¿No le parece?