A Erislandy Savón lo persigue la historia. Su apellido pesa, aunque él poco piensa en ello. Vive con total intensidad y se contagia de alegría a cada paso. Su carrera deportiva se ha moldeado luego de varios sinsabores. Sus jabs, ganchos y swines son más fuertes que antaño, y su mirada solo tiene un destino, el centro del podio de premiaciones.

Acceder a él no fue para nada difícil. El fornido pugilista, con su estampa color chocolate y sus largas extremidades, estuvo dispuesto en todo momento. Así, Play-Off pudo dialogar con el mejor exponente de la cuarta Serie Mundial de Boxeo y pugilista más destacado de América en 2014, invicto en las dos ediciones con presencia nuestra en esta lid semiprofesional (15 victorias sin derrotas).

Con apenas 24 años, 13 de ellos en la disciplina, el denominado Domador Mayor se califica como una persona natural, dedicada casi por entero a su trabajo. Me impresionó la confianza que tiene en sí mismo. Así que me lancé. Quise
especular sobre un tema que a muchos inquieta: su tío, Félix Savón, tricampeón olímpico, seis veces monarca del orbe y uno de los mejores amateurs de la historia.

– ¿El mejor Erislandy ante el mejor Félix?

– No sé, habría que echarla. En mi tiempo juvenil hicimos un sparring y lo molí a golpes.

VOLVER A ATRÁS ES VOLVER A VIVIR

A Erislandy solo le gustaba ver deportes, no practicarlos. Eso nunca lo motivó. Contrario a lo que se pueda pensar, su inicio en el boxeo no estuvo marcado por los lauros de su tío. «Era un niño de primaria cuando en la escuela nos hicieron pruebas para baloncesto, boxeo, fútbol y yo no quise ninguno. Mi único deseo era estar en el mismo colegio que una noviecita que tenía en ese momento.

Entonces le dieron las quejas a mi padre; le dijeron que había elegido la opción de un pre en la calle por una muchacha, y no la de ir a una escuela de deportes en la cual tendría muchas posibilidades». La situación levantó la ira de su héroe, su paradigma, Esteban Savón Durruthi, aún su faro y guía. «Mi papá se molestó mucho y buscó a un familiar nuestro al que le pidió que me pusiera a practicar boxeo. No quería ningún deporte flojo: “boxeo para que le hinchen los ojos y aprenda a decidir su camino”.»

Así comencé a disciplinarme, a ser un poco más pasivo. Nada, me adapté al sistema de las reglas». Sin embargo, los primeros pasos no fueron nada halagüeños, y si hoy es el rey de los 91 kilogramos en la Serie Mundial, a inicios del siglo XXI recibió muchos golpes. Y momentos de esos que se desean olvidar, pero se quedan ahí… para
las entrevistas.

«Muy malos, creo que esos días fueron los peores. Me ponían a pelear, yo no quería y lloraba porque pretendía irme a casa. Mi padre, de salvaje, les decía: “Oye, ponlo y que pelee”. » Me ubicaban con otros muchachos que sabían más, me hinchaban la boca y los ojos.

Eso me decepcionaba. A cada rato me fugaba, me iba corriendo y no quería regresar. Todo eso hasta que un día comprendí que no había salida, y tomé la decisión de seguir adelante».

Pero el panorama cambió. El vuelco resultó impostergable y las victorias llegaron, incluso, con tan solo escuchar su apellido. Muchos se acobardaban, «al escuchar el Savón nadie quería enfrentarme», recuerda. Gracias a su somatotipo y sus lazos familiares con la primera figura de los cruceros en Cuba, lo incluyeron en la Escuela de Iniciación Deportiva.

Después de una semana, ya formaba parte del centro. Tenía 12 años. Su primer gran éxito llegó dos cursos después
en un Campeonato Nacional Escolar. «Cuando llegué a la competencia decían que yo era “forro”; es que era flaco, alto y tenía estilo; con solo par de años de práctica lanzaba swing, gancho, y a
esa edad lo único que se tiran son rectos».

Sin embargo, el título logrado en esa ocasión no lo dejó en los planes de la Comisión Nacional, y pasó mucho trabajo para llegar al Centro de Entrenamiento de Alto Rendimiento Giraldo Córdova Cardín.

«La única medalla de oro que había obtenido era esa. En los nacionales 11-12, 15-16 y juveniles, perdí. Eso me decepcionaba mucho porque iba a todas las copas, todos los topes y ganaba, y cuando llegaba al nacional, cedía. A pesar de mi desilusión, mi entrenador Tony Laudinot siempre me apoyaba y daba aliento para seguir adelante.

Hasta que en la categoría de más de 81 kilogramos gané y me hicieron la captación». Corría entonces el 2008 cuando
llegó a tiempo completo a La Habana. Litera con su nombre en la prejuvenil, no había otra opción que la entrega total
en una temporada de Campeonato Mundial para menores de 19 años.

Savón no tuvo reparos, se esforzó, sudó, corrió como nunca e hizo el grado de la comitiva. Resultó el primero de innumerables pasos competitivos en la arena internacional. Un comienzo positivo que sentó las bases para un
futuro mejor, lleno de buenos augurios y metas. Muchas aún por cumplir, pero ahí, en el pensamiento,
a la espera de hacerse realidad.

La lid ecuménica juvenil en Guadalajara, México, y su medalla de oro le valieron ser llamado para el concentrado nacional. Sitio difícil, donde confluyen egos y caracteres diferentes. Un cambio brusco que no todos resisten.

LA FINCA DEL WAJAY

La Escuela Cubana de Boxeo tiene un cuartel general. Ubicado a varios kilómetros de la zona urbana de la capital cubana, de sus habitaciones han salido decenas de campeones olímpicos y mundiales. Y sus gimnasios, dueños todos de una fina memoria, tienen las huellas del éxito y apretujan en su interior el olor a exquisitez.

Ring de boxeo
FOTO: Alaín López Martínez

El Wajay fue la nueva casa. Apadrinado por el jefe de entrenadores, Rolando Acebal, el joven del guaso tuvo que lidiar con el momento para ser fiel a sus promesas, a sus pensamientos, y no quedar mal con “el jefe”, Esteban Savón Durruthi, aquel que lo llevó obligado a encontrar su destino.

«Fue muy difícil. Uno se adapta a estar con muchachos de tu edad y cuando llegas te enfrentas a otra cosa. Acá se vive mucha rivalidad. Al entrar era la quinta figura y tenía que ganarme el puesto a la fuerza, porque no pretendía ser
uno más. Siempre me ha gustado ser un espejo, siempre he deseado ir a la delantera».

Mas esto se tornaba en extremo complicado, por los buenos pugilistas que formaban parte de la división por aquel entonces; sobre todo por el habanero Osmay Acosta, bronce en la cita bajo la sombra de los cinco aros en Beijing, además de otras jóvenes figuras que, como Erislandy, iban en ascenso.

«Había mejores y lo que tocaba era ser compañía de ánimo: ir al aeropuerto, recibir a los que llegaban de viaje; y eso me molestaba. Sin embargo, aprendí mucho. Cuando me tocaba llevar flores, se las daba al de mi peso y le decía:

“Tómalas, que algún día tú me las darás a mí».

─¿Qué sientes ahora cuando otros son compañía de ánimo?

«Acepto las flores y disfruto porque ahorallegó mi momento. Pero al final, uno sabe lo que
sienten otros, cuáles son sus pensamientos».

─Dentro de los boxeadores en la finca, ¿cuál ha sido el más difícil?

«Leinier Peró. Cuando los dos éramos 91 kilos nos tocó pelear y me ganó unas cuantas veces hasta que empecé a levantar y nunca más me derrotó. Tuvo que tomar la opción de subir a la categoría superior porque no había paso para nadie».

En contraposición, cuenta que el más fácil ha sido el pinero Eddy Ruiz, mientras que en su etapa como superpesado no fue peliagudo ganarle al santiaguero José Ángel Larduet, a pesar de su biotipo fuerte e impulsividad.

─Para algunos demoraste mucho en obtener los logros que hoy tienes; fuiste constantemente subido y bajado de división. ¿Resultó esto una razón para que no tuvieras un desarrollo más
meteórico?

«A veces, cuando uno es demasiado joven, le dan incontables responsabilidades y se siente obligado a despegar a una altura a la que aún no puede llegar. En esa época, en los 91 estaba Acosta, que ganaba en los torneos dentro y fuera
del país, aunque también perdía en la arena internacional. Yo pedía pelear con él porque quería viajar y nunca me dieron esa posibilidad.» Hasta un día, que me dije: “Yo no soy preparador de nadie. Yo vine aquí a buscar lo mío y si no hay un espacio para mí, me voy”. La decisión fue subirme a más de 91, donde en ese momento estaba Robert Alfonso, pero como lo habían noqueado en Italia, me dieron la posibilidad de ocupar ese peso.

Me dijeron: “Come y veremos qué pasa».

─¿Entonces, la opción de subir a más de 91 kilos fue una decisión tuya para demostrar tu valía?

«Claro, yo veía que como crucero no me daban espacio y arriba fue donde se me presentó la oportunidad de mostrarle al pueblo. Siempre tomaba el ejemplo de Teófilo Stevenson, que era un boxeador corto en cuanto a peso y siempre
daba nocaut; yo también tenía poco más de esos 91. En mi caso a veces tiraba, pero en otras ocasiones sí sentía las libras de diferencia».

─¿La disposición de regresar a los 91 kilos fue porque viste la posibilidad de ser la primera figura?

«Esa fue una de las causas, pero cuando llegué estaba Peró, que era un boxeador peligroso. La otra fue que los profesores se dieron cuenta de que yo regalaba mucho en esa división, mi peso real era 90 y cuando llegaban los pesajes me tocaba comer, dejar de entrenar y alcanzar a lo sumo 91 y medio. No podía ni ir al baño. La verdad es que los demás competidores estaban sobre los 120».

─Esa fue una de las razones de tu ausencia en los Juegos Panamericanos de Guadalajara y aquel fuera de combate que recibiste antes. «La no presencia devino por un RSC días antes del torneo continental. La regla dicta un margen
de tiempo sin acción. Ciertamente hubo un primer golpe en ese duelo, pero no fue un nocaut fulminante. En realidad, esa fue la opción que los árbitros y la federación internacional escogieron, porque estábamos peleando, me hicieron conteo y decidieron…»

─¿Cómo fue ese período en que Cuba no pudo ir con equipo completo a México y Erislandy
en casa sin poder hacer nada?

«Fue una experiencia difícil, creí volverme loco. Cuando llegaba a mi hogar no quería salir. Los fans, muchos criticaban, otros apoyaban, para mí era muy delicado. Yo salí de La Habana con la mente cerrada, no quería ir a ningún lado, no hablaba de boxeo, no deseaba hacer nada; todo cuanto me decían lo olvidaba al momento».

─Luego de eso llega tu primera Olimpiada, y tu derrota ante el británico Anthony Joshua. ¿Cómo fue ese combate, cómo lo recuerdas y qué sentiste después?

Erislandy Savón
Erislandy Savón. FOTO: Alaín López Martínez

«Llegué allí bien preparado. Me dijeron que tendría un contrincante de casa, así que simplemente debía hacer lo que hasta ese momento había hecho. Como siempre salí a dar lo mejor de mí. Creo que fue un buen combate, e incluso,
creo que si no hubiese sido contra un local, habría ganado la pelea. Cuando el contrincante es de casa hay que “mayorearlo” bien, porque en esas situaciones se miden muchas otras cosas. Desde mi óptica lo ayudaron para que cruzara con unbuen título al profesionalismo.

Después de ese combate me sentí muy mal, al punto de que no quería seguir en Londres. Los atletas que perdían y no avanzaban más en las competencias eran mandados de regreso. Recuerdo que mi vuelo era dos días después de la derrota y pedí que me mandaran antes. Añoraba regresar ese mismo día; estaba decepcionado, muy mal».

Tras su regreso a la Mayor de las Antillas con las manos vacías se concentró aún más. No podía permitirse dos fiascos consecutivos en eventos multideportivos. Muy enfocado, como siempre, siguió su vida en la finca, algo desconfiado de su futuro inmediato, pero conocedor de sus potencialidades.

Así, en septiembre de 2013 participa y obtiene el liderazgo en el Cinturón de Oro en Rumanía, y en octubre avanza hasta los cuartos de final del mundial de Almaty, Kasajastán. La derrota, cerrada y muy cuestionada, fue ante un consagrado de los 91 kilogramos, el azerí número tres olímpico Teymur Mammadov. Solo faltaban algunos días para un giro de 360 grados.

ERISLANDY SAVÓN: EL REY DE LA SERIE MUNDIAL

El equipo Domadores de Cuba, y Erislandy Savón dentro de sus filas, debutaron el 14 de noviembre de 2013 en la cuarta Serie Mundial de Boxeo, luego de acuerdos con la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado (AIBA, por sus siglas en inglés).

Fue el principio de una carrera de buenas sensaciones. Ese día barrieron a los Guerreros de México, y Savón pasó por encima del francés Djabril Coupe en el primer acto por un nocaut fuera de serie. En la gran final, unos meses después, derrotaron 6-5 a Azerbaiyán. El remate fue la elección de Erislandy como el mejor boxeador de la cuarta temporada.

«Fue un momento grande. Te sientes feliz, a la vez que se elevan las responsabilidades de seguir adelante y superar lo alcanzado».

Pero esto no fue todo. Corría una nueva campaña, la quinta, y la franquicia cubana llevaba un paso indetenible, cuando fue elegido el 10 de marzo de 2015 como el mejor púgil americano del pasado año. «Ahora todos los boxeadores a nivel mundial reconocen quién eres, ganas un poco más de respeto y tienen más cuidado contigo».

Dueño de un balance impresionante de 15 victorias consecutivas sin la sombra del fracaso, representa una pieza clave en el destino de los Domadores (que ya hicieron historia en la etapa clasificatoria) en pos de reeditar la corona alcanzada en la versión anterior.

Los antillanos triunfaron en 14 carteles de forma consecutiva (record) y establecieron una marca de 63 triunfos y solo siete derrotas, válidos para acumular 42 unidades, el máximo posible.

─¿La actuación de los Domadores?

«Es algo incomparable. Muchos se preguntaban por qué tomamos ese nombre, que si era por domar a las bestias. La verdad es que lo asumimos porque salimos a hacer lo nuestro y somos los mejores».

─Se avecina el tramo semifinal y final de la quinta Serie, ¿a qué boxeador Erislandy Savón no quiere como oponente?

«Por ahora, al único que no deseo enfrentarme es a mí mismo. Creo que cuando me preparo bien, todo contrario resulta fácil. Sudo sangre en el entrenamiento no por gusto, sino para que luego sobre el cuadrilátero todo salga bien».

Hasta este instante solo ha existido una decepción, y es que a pesar de su imbatibilidad no sumó la totalidad de las unidades —debido a la no presentación del mexicano Daniel Paniagua en su tope como visitante ante Guerreros de
México— que lo conducirían de manera directa a la competencia del año venidero en el gigante sudamericano. No obstante, aguarda paciente, pues aún le restan dos oportunidades.

«Cuando uno se esfuerza del modo en que lo estoy haciendo, cualquiera se insultaría o no quisiera pelear. Pero no me siento tan mal porque me quedan dos posibilidades, el preolímpico continental y el Campeonato Mundial de la disciplina».

─¿Cómo ves la cita planetaria de octubre venidero en Doha, Catar?

«Eso es un reto».

─¿Será ese el gran momento de Erislandy Savón?

«No voy a hacer compromiso alguno. Simplemente me preparo y dentro de la preparación está el triunfo. Cuando llegue el momento de esa competencia me alistaré con todo. Verán mis resultados».

─Si tuvieras la opción de pedir un deseo, ¿cuál sería?

«Tener todos los títulos de la AIBA». Con ese pensamiento se levanta cada día, lleno de retos y compromisos, dispuesto a sudar para ser fiel a sus ambiciones y emular con los logros de su tío, el gran Félix. A la vista Río de Janeiro y su Cristo Redentor, pero paso a paso, sin apuros, porque pero paso a paso, sin apuros, porque
como parafrasea Erislandy: todo en la vida llega.

Imagen cortesía de Alain Lopez Martinez