Durante el período en que Alemania se vio partida en dos por la Guerra Fría, una serie de clubes daba su propio espectáculo en la zona este. Se suponía que de ellos, los mejores, se mantendrían peleando en la Bundesliga tras la Reunificación. Sin embargo, la realidad resultaría un tanto más traumática. Una vez cayó el Muro que separaba a los alemanes, quedaría al descubierto que tan sólido era el fútbol en la mitad “democrática” del país.

Como en otros Estados socialistas, en la Alemania del Este el deporte tenía una fuerte carga política. Industria, Progreso, Unidad, Orgullo Herrero, Policía Popular y hasta Carlos Marx… estos eran los nombres de los equipos en un lugar donde poco, o nada, estaba exento de cumplir un rol propagandístico.

El Dynamo de Berlín, cuyo nombre también estaba permeado de este perfume obrero, ostentaría para su desdicha un apodo aún más políticamente sonoro. No solo figuró como el combinado más ganador durante aquella época, también destacó como el más odiado. Sus detractores reclamaban que era favorecido, en especial en el arbitraje, por presiones del entonces Ministro de Seguridad Estatal Erich Mielke, hincha declarado del Dynamo que hasta se dejaba caer por los entrenamientos. Tan marcada y evidente era la mediación de los “segurosos” alemanes en beneficio del equipo, que su apodo terminó siendo el de “Stasi-Club”: el club de la policía secreta.

Partido entre el FC Carl Zeiss Jena y el FC Lok Leipzig, en la temporada 1986-87. FOTO: Tomada de GettyImages

Si bien la selección de fútbol de la RDA vivió algún que otro buen momento, éstos no fueron nada a comparar con los de sus pares occidentales. Sus éxitos no fueron más allá de los Juegos Olímpicos: en Montreal ’76 consiguieron una medalla de oro, una plata en Moscú ’80 y dos bronces en Tokio ’64 y Múnich ’72. En lo que respecta a Eurocopas y Mundiales, no llegaron a clasificar para ninguno de los ocho torneos continentales y sólo lograron participar en una Copa del Mundo en 1974. En esta competición se toparían con la Alemania Federal, para lograr una victoria más política que deportiva.

En este partido vale destacar lo sucedido al autor del único gol, Jürgen Sparwasser, para quien aquel juego resultó el principio del fin de su carrera. El delantero, que era reacio a tomar parte en asuntos políticos, vio a partir de entonces como politizaban cada una de sus acciones, lo que eventualmente le impidió fichar por el Bayern. La propaganda, alejada de la realidad como es usual, aseguraba que había recibido una fortuna, un coche y una casa por aquel gol. Asqueado por la situación, decidió jugarse la vida y cruzar al otro lado del Muro.

No menos lamentable que el caso de Sparwasser lo iba a ser el final de la selección de la RDA. En febrero de 1990, el nombre de Alemania Oriental entró en el sorteo para la Copa de Fútbol de Europa 1992, pero cuando se hizo evidente que este país tenía los días contados, el juego que había sido agendado en contra de Bélgica se convirtió en un amistoso. La mayoría de los jugadores convocados, no encontrándole sentido alguno al partido, se valieron de las más disimiles excusas para no asistir.

El capitán Matthias Sammer, quien ya había fichado por el VfB Stuttgart haría un sorpresivo acto de presencia, pero incluso él, al percatarse de la ausencia de las principales figuras, se fijó si había algún vuelo que regresara a Stuttgart esa misma tarde, pero no encontró ninguno. Al final, el juego tuvo lugar y un equipo integrado por 14 jugadores, dos de ellos arqueros y tres debutantes, se impuso a Bélgica dos goles por cero.

La manera en que terminaría la selección de la RDA vaticinaría cual iba a ser el futuro de sus clubes. Una vez el aparato gubernamental que los amparaba se vino abajo, éstos se vieron de frente a un mundo para el cual no estaban preparados. Acostumbrados a las subvenciones estatales, en cuestión de pocos años sucumbieron en medio de la competencia que supone la economía de mercado.

A medida que las barreras políticas fueron cayendo, los futbolistas del Este alemán se volvieron muy codiciados. Los clubes de la RFA sabían que podían incorporar grandes talentos y los jugadores de la RDA vieron la oportunidad de ganar grandes sumas de dinero. Uno de los directivos de un club de Alemania Federal, incluso, llegó a colarse en el banco de suplentes en un partido de Alemania Oriental.

Tan solo en los primeros 5 años, unos 150 grandes jugadores de la RDA pasaron a equipos occidentales. Sin embargo, todavía hoy son pocos los alemanes nacidos en dicha región que han encontrado un lugar en la Bundesliga y en la selección nacional. Toni Kroos y Michael Ballack son unas de las pocas excepciones.

En la actualidad, todos los clubes que una vez conformaron la Fußball-Oberliga se hayan entre la segunda y la séptima división, cuando no desaparecidos del todo. Solo un equipo de la región que antes comprendiera la RDA se haya compitiendo en la Bundesliga: el RB Leipzig. Pero este club está lejos de poder considerarse como parte de la antigua estructura, pues su creación apenas se remonta a 2009.

Resultados de la última Oberliga y posición actual de los equipos en el fútbol alemán.

El RB Leipzig llegó a la ciudad como llega un negocio cualquiera, encarnando la imagen de una gran empresa multinacional, sin conexión alguna con las tradiciones e historia de la localidad. Su creación e inserción en la Bundesliga a fuerza de fichajes, si bien ha esperanzado a muchos aficionados en la zona este, ha despertado el recelo y la ira de otros tantos que lo consideran una muestra de la mercantilización del más universal.

En sintonía con su cultura tradicional, para la mayoría de los alemanes el fútbol continúa siendo mucho más que un negocio. Ciertamente se necesitará algo más que dinero para revitalizar este deporte en una región que, a casi treinta años de la Reunificación, aún sufre las secuelas de un modelo —deportivo— fallido.

Imagen cortesía de ullstein bild via Getty Images