Amanece en La Habana, y en el otro extremo del mundo, el equipo Cuba continúa su camino por el IV Clásico Mundial de Béisbol con la esperanza de que sea largo, tan largo que lo traiga de regreso a las Américas… En el Vedado habanero, en un apartamento más cercano a los circuitos cinematográficos que a los deportivos, el profesor Gustavo Arcos también quisiera que los suyos ganaran y ganaran, pero no espera milagros en un certamen que le parece, y lo dice sin sutilezas, “un torneo falso, a la medida de la MLB”. Algunos ultras del optimismo quizás no estén de acuerdo, pero él está acostumbrado a ser el malo de la película: son los gajes de ser crítico de cine…

Si el deporte cubano fuera una película… ¿cómo sería su crítica?

Dura, sin dudas, aunque nunca me ha interesado criticar una película, si no entender cómo surge y funciona, qué la motiva… En el caso del deporte, me interesa más el fenómeno político y cultural que lo rodea.

¿Y qué te parece el entorno de la pelota cubana?

Hace muchos años la sigo, incluso sufro eventualmente con los Industriales. Considero que el béisbol en Cuba se ha ido deteriorando como espectáculo, por eso el fútbol interesa y apasiona más. Claro, esta pasión por el Barcelona, el Real Madrid y la Champions no surgió de golpe, simplemente es consecuencia de un problema sistémico.

Por otro lado, la gente no vive aquí el deporte como en otros lados, donde hay una mística alrededor del equipo, y los seguidores arman una comunidad con su filiación, sus himnos, sus colores, su bandera… En Cuba no tenemos ni siquiera cánticos, ni tampoco un mercado que alimente ese imaginario. Más fácil consigues una camiseta de Argentina que una del Cuba. “Fuera de Liga”, el documental de Ian Padrón alrededor de los Industriales, intentó conectar al aficionado con sus ídolos, alertó sobre problemas que existían y existen, y una década después sigue sin ser debidamente estrenado.

¿Qué momentos de la pelota cubana merecen una película?

Sin dudas, el jonrón de Marquetti en 1986 contra Vegueros es un momento icónico en la cultura, y de hecho, lo destacan en Penumbras, el filme de Charlie Medina inspirada en la obra teatral de Amado del Pino. A su vez, Metropolitanos siempre fue una oveja negra, un sueño frustrado que merece un acercamiento a los jugadores y aficionados que se quedaron sin su equipo. Desde el punto de vista dramático, sería interesante una película sobre el brusco cambio que representó el triunfo de la Revolución para el béisbol en Cuba, con una trama que permitiera hablar de aquella época de contradicciones, polémicas y expectativas.

¿Por qué siendo este un país tan beisbolero no hay muchas películas de pelota?

Ya ves, tampoco hay muchos musicales, pese a los estereotipos… Aquí hay mucha épica para contar, y sorprende que siendo el deporte un asunto priorizado en la sociedad, apenas se hayan filmado cintas como “En 3 y 2”, “Redonda y viene en caja cuadrada”, o aquel personaje de “Plaff” que jugaba en Industriales… En honor a la verdad, Cuba tiene una gran deuda con el cine de género y de sub-géneros, como el horror.

En el caso de la pelota, creo que muchos realizadores con ideas saben que el deporte está tan politizado que al final la propuesta incomodará a alguien, y le sacan el pie… Nadie quiere meterse en ese rollo, al menos con el ICAIC.

Entre tus películas favoritas… ¿hay alguna deportiva?

No, francamente, aunque admiro al deporte desde la infancia. De niño me inventaba torneos, Olimpiadas… Tenía mucha imaginación, quizás hubiera sido un especialista. En la uiversidad practiqué natación, bádminton, kárate, hacía ejercicios. Mis deportistas favoritos han sido Michael Jordan y UsainBolt, dos que están más allá de lo humano. También tuve fijación con Nadia Comanesci, me gustaba mucho, me fascinaba.

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«Hace muchos años sigo la pelota cubana, incluso sufro eventualmente con los Industriales». FOTO: Hansel Leyva

Una pregunta caliente… ¿qué opinas de un equipo Cuba unificado?

Que llegará más temprano que tarde… Se trata de un dilema a resolver que pasa por entender al emigrado. Sin embargo, persisten los prejuicios, y no solo en el deporte. Cargan con el estigma del que se fue, el que abandonó, y mientras esas decisiones sean vistas como algo cuestionable, algo como un Cuba unificado será utópico.

Pero también hay que dejar de mirar mal al profesionalismo, entre otras razones, porque lo aficionado no existe, y menos en el alto rendimiento. Al final, el deporte de primer nivel exige más tiempo, rigor y recursos, y quienes lo practican viven para eso. Y de paso, hace años debimos transmitir los partidos de las Grandes Ligas por la televisión. Si el problema es que cobran millones de dólares… ¿Por qué sí transmiten fútbol o tenis? Sin dudas hay que criticar el tráfico humano, o que obliguen al pelotero cubano a renunciar a su ciudadanía para firmar con la MLB, pero renegar de ellos, negarlos, es un absurdo, es ridículo…

Ocurre también que el deporte fue un campo de batalla ideológica durante la Guerra Fría, y Cuba estaba atrapada en aquella atmósfera hostil entre el comunismo pro-soviético y el capitalismo occidental. Como herencia de aquellos años quedó la confrontación y un discurso político empeñado en tapar el sol con un dedo. Y eso pasa con la pelota, pero también con el voleibol: el éxodo de jugadores responde a intereses económicos y personales, pero también a la desmotivación, a la negligencia de las autoridades, y hemos perdido la tradición en un deporte en el que sí éramos de la elite, porque jugábamos contra los mejores del mundo. En su peor momento, aquella generación era muy superior a la mejor versión de la actual…

Por último, ya llegó el Clásico Mundial… ¿qué opinas?

El Clásico merece otra organización, porque la actual está en función de la MLB. Algo así solo se ve en el béisbol, porque los demás deportes responden a reglas universales. Este torneo coge a unos cansados, y a otros gordos y fuera de juego. Encima el traslado: el Cuba tiene que irse a Japón, y si avanza regresar a Estados Unidos. Muchas selecciones no tienen a sus mejores peloteros, porque las Grandes Ligas y sus franquicias ponen restricciones. Yo siento que el Clásico es un torneo falso, el azar interviene constantemente, y ser campeón no implica poderío. Eso sí, Japón me parece el equipo más coherente.

¿Está condenado el béisbol?

No diría tanto, pero sin dudas aburre, y necesita cambios urgentes. No estamos en el siglo XIX, y hasta los puristas tienen que admitir que las reglas son complicadas, y que 4 o 5 horas de partido es excesivo. Hay muchas cosas que podrían cambiarse para hacerlo más dinámico. Insisto: la pelota pide a gritos una transformación si quiere seguidores más universales.