Por Laura Fariñas y Alejandro Abadía

De niño se le veía corretear por las maltrechas calles de su natal San Miguel del Padrón. Jugaba, tenía sueños, ilusiones y un objetivo claro: practicar béisbol. Ahora, a sus 25 años de edad, Jorge Tartabull Hernández es uno de los talentos destacados del beisbol cubano.

Con 1.80 de estatura, el estelar jardinero posee un brazo envidiable y una velocidad que, combinada con un buen tacto, le hizo ganarse el puesto de hombre proa dentro del line-up del equipo Industriales en la pasada temporada, la última que disputó en La Isla.

Tartabull decidió salir del país a explorar nuevos horizontes, cumplir su sueño de niño y probarse en un nivel superior. Quiere explotar al máximo sus capacidades como atleta de alto rendimiento y por estos días espera una oportunidad para engrosar la nómina de algún equipo profesional.

Eres capitalino de nacimiento, pero tu debut en Series Nacionales no fue con Industriales. ¿A qué se debió esto?

En aquel tiempo resultó difícil poder hacerme de un puesto en el seleccionado azul. Los jardines estaban custodiados por peloteros de un gran nivel y yo era muy joven todavía, solo 19 años. Por eso, como hicieron otros atletas de La Habana, al ver que no cabía en Industriales decidí probar suerte con los piratas de la Isla de la Juventud. De esta manera, pude integrar la preselección y comenzar así mis andanzas en el torneo más importante disputado en Cuba.

¿Cuánto aportó a tu carrera deportiva la experiencia con los Piratas?

Mucho. Al equipo de la Isla de la Juventud le debo parte de lo que soy como atleta y como persona, porque allí aprendí bastante. La dirección del elenco me dio total confianza. Pasé buenos momentos con los muchachos, a quienes admiro y respeto por la garra con la que salen al terreno de juego.

En la Serie 54, La Isla estuvo a punto de ganar el campeonato contra Ciego de Ávila. ¿En algún momento tus compañeros y tú creyeron posible lograrlo?

El equipo se lo creyó. Toda esa confianza aportó mucho al resultado y eso, se pudo ver en el terreno. Para llegar a la postemporada había que imponerse en ocho de los nueve partidos restantes antes de terminar la etapa regular. En el estadio Mártires de Barbados, de Granma, pudimos asegurar la sub-serie con dos victorias sobre los alazanes y contra Holguín sacamos la mejor parte en los tres juegos. Todo quedó listo entonces para jugarnos el todo por el todo ante Industriales en el siempre imponente Latinoamericano. El resultado nos favoreció y dominamos a un equipo fuerte y que siempre sale, indiscutiblemente, con el cartel de favorito.

Después de ganar a Matanzas en la semifinal, para nosotros todo era posible. Estábamos, tanto física como psicológicamente, listos para enfrentar a cualquier conjunto. El espíritu que había en el vestidor nos permitió liberarnos de toda la presión que supone una final de campeonato, la primera discusión de título de la Isla en su historia. La corona fue para ellos, pero no por eso salimos con la cabeza baja. Superamos cualquier expectativa y el pueblo nos brindó mucho afecto y esperó al equipo como campeones. Para mí, esa fue una grata experiencia.

 ¿Cómo fue tu última temporada en Cuba al jugar con Industriales?

Poder jugar en Industriales es un sueño, una aspiración de muchos jóvenes que practican béisbol en la capital. Siempre salgo al terreno preparado para hacer un buen papel, pero, sinceramente, no pensé en tan poco tiempo convertirme en un atleta de importancia para el equipo insigne de nuestro pasatiempo nacional.

Al comienzo estuve en el banco, pero en cada oportunidad, poco a poco, traté de ganarme la titularidad y un puesto, no solo en la alineación, sino en el corazón de los aficionados. Recuerdo que llegó un momento cuando, por una u otra razón no salía a jugar, los parciales reclamaban mi presencia en el terreno. Eso es algo grande para cualquier atleta, una etapa de mucho orgullo y que recuerdo con cariño.

¿Sobre qué aspectos basaste tu preparación física que te permitió obtener ese rendimiento durante la temporada anterior?

Desde que comencé a entrenar, el preparador físico, Gustavo Morales, habló conmigo para explicarme cómo se iba a desarrollar la preparación. Para lograr el objetivo fue necesario trabajar duro en velocidad, potencia y fuerza. Todo esto, además del trabajo que venía de años anteriores, ayudó al despegue en cuanto a rendimiento que experimenté en la temporada.

El desempeño mostrado por Jorge Tartabull hizo posible su inclusión en el equipo Cuba que disputó el tope ante Nicaragua. Fue pieza clave en el combinado de Occidentales durante la Serie Especial con vista a la preparación para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, evento al cual no asistió debido a su decisión de abandonar el país.

¿Cuándo y por qué decides abandonar el país?

El sueño de cualquier pelotero es jugar en algún equipo de la Gran Carpa, probarse a un nivel superior y demostrar que se tienen las cualidades necesarias para integrar la mejor liga de béisbol del mundo. La decisión de abandonar el país no fue fácil porque dejas atrás a tu familia, amigos, a tu equipo y a toda una afición que te apoyaba. Yo solo esperaba el momento correcto. Mi familia no sabía nada, cuando los llame se pusieron tristes, pero apoyaron mi decisión.

 ¿Te mantienes entrenando?

Claro, la preparación física es muy importante para que el atleta no baje su rendimiento. Trato de entrenar bastante para mantenerme en forma y estar listo ante la oferta de algún equipo interesado.

¿Qué piensas de un equipo Cuba unificado?

Sería lo ideal pero solo para el Clásico Mundial, pues de otra forma se desgastaría mucho a los peloteros que juegan en ligas foráneas y ellos tienen que cumplir sus compromisos con los equipos donde fueron contratados. Para nadie es un secreto que nuestro béisbol está en crisis y que en muchos casos no hay recambio generacional. Creo que un equipo unificado sería uno de los tantos pasos que deben darse para que la pelota cubana vuelva a brillar en la arena internacional.