Cuando Yuliesky Gurriel se dio a la fuga de la selección nacional en la Republica Dominicana hace unos años, todos pensamos que una bomba mediática como esa sería muy difícil de repetirse en varias temporadas.

Sin embargo, casi en vísperas del día de las madres, los cubanos de la isla, y todos los que andan esparcidos por todos los rincones de este mundo, despertaron con la sorprendente noticia: los vástagos de uno de los hombres más influyentes en el béisbol de este país, del más polémico y controvertido, el bien llamado “Zar de la pelota cubana”, rompían los lazos que los ataban y decidían quedarse en Estados Unidos en busca de un contrato para jugar en las ligas mayores.

Víctor Mesa, el mismo que enloqueció un día no se sabe si leyendo libros de caballerías o historias épicas de grandes jugadores de béisbol, el que delira pensando que vive en el “American Western” y entra revólver en mano a los estadios, desafiando a todos y repartiendo puñetazos verbales, acaba de terminar su obra maestra. Como cuervo clásico, le ha sacado los ojos a los mismos que durante años le ofrecieron una patente de corso para sus andanzas.

Es una historia bien pensada, tejida con paciencia extrema a la sombra de falsos slogans políticos y de promesas filiales, una estrategia mucho mejor que mandar a los cuartos bates a tocar bolas y cambiar todos los días las alineaciones regulares.

Fueron años limpiando el terreno por donde pisarían sus hijos, ahuyentándoles los demonios que los amenazaban y minimizando atletas que jugaban sus mismas posiciones bajo el amparo de no se sabe qué dios omnipresente, protegido por santos con cargos estatales, y por promesas de títulos de campeonatos.

Con el cambio de gobierno en Cuba, Víctor Mesa, egocéntrico y paranoico, sabe que peligra su status y que su historia de nepotismos y de arbitrariedades, puede acabar en cualquier momento. Víctor puede oler epílogos, sabe que el arte de jugar con dios y con el diablo no es eterno y quemó las naves de sus hijos, porque ya no quiere vacilaciones ni arrepentimientos.

Víctor Víctor Mesa y Víctor Mesa Jr., recibieron la orden y la bendición del padre, del espíritu santo, de amigos y familiares, y ya no volverán. El Zar de la Pelota Cubana preparó su propia arca de Noé ante diluvios inminentes pero se quedó en la orilla, a riesgo de morir en la hoguera o ahogado en grandes tempestades.

Ahora su destino es incierto mientras directivos y comisionados corren por los pasillos esperando llamadas del más allá, los peloteros del equipo Industriales buscan información en las redes sociales, los aficionados empiezan a barajar nombres de futuros directores y los antepasados de Víctor Mesa, en vísperas del día de las madres, se estremecen en sus tumbas.

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