Un año después de que Cuba debutara en 1938 en un Mundial de Fútbol —el único hasta la actualidad— muchos de aquellos jugadores fueron a Colombia para cumplir una invitación, que incluía varias presentaciones en Bogotá, Barranquilla y Cali.

El ambiente era inmejorable: los cubanos llegaron precedidos por una buena actuación en suelo francés durante el Mundial y la prensa había alabado tanto a los criollos que el graderío del Estadio Campín de Bogotá se abarrotó. La decepción fue mayor, porque ante tanta expectación los cubanos hicieron un gran ridículo frente al club de Barranquilla. De aquel equipo estrella liderado por Juan Tuñas, conocido como Romperedes, no se mostró mucho.  

Una columna del diario El Tiempo de Bogotá lo recogía así:

«El anuncio del partido contra Barranquilla movilizó una gran cantidad de público al Estadio El Campín: íbamos a admirar los maestros, los participantes en el Campeonato del Mundo, los Maestros salieron al field…Alinearon a las órdenes de Mr. Weis y el balón empezó a dar tumbos…y el equipo ¿dónde está?

«Justo a las cuatro y cinco de la tarde el equipo de Barranquilla movía el balón desde el centro del campo y solo un minuto más tarde ya estaba botando el primer corner de la tarde que estuvo a punto de terminar en gol, cuando Ayra (en una tarde para el olvido, muy lejos de aquel que maravillara en suelo galo) sale en falso y Meléndez remata al travesaño.

Billetes para los partidos celebrados por el equipo mundialista cubano en Colombia en 1939.

«El aviso se convirtió en dominio barranquillero y la primera acción de peligro clara de la selección cubana llegó solo a los 25 minutos de juegos cuando el Romperredes Tuñas se queda solo ante el marco costeño pero falla en su intento. En lo que sería el inicio de los mejores diez minutos de la primera mitad ya que solo un minuto más tarde otra vez Meléndez falla un gol, esta vez con un remate de cabeza de Mendoza.

«Cuba no tarda en responder y el defensor barranquillero Lara se ve obligado a realizar una brillante intervención para contener un ataque de la delantera cubana. Cuba volvería a intentarlo a los 36 pero el disparo de Tuñas es bien rechazado por el cancerbero local. Barranquilla lo tuvo a los 40 pero Mendoza fallaba en la boca de la puerta cubana un centro de Mejía».  

El segundo tiempo movería algunos locales en las gradas, los que quedaron luego de una primera parte aburrida. Esta vez, Mendoza no fallaba de cara al arco. La diana pareció tocar un poco el orgullo cubano, y a los 66, una clarísima mano del defensor barranquillero Picalúa en el área chica, pudo significar la igualada. Pero el principal se tragó el silbato, porque nunca pitó lo que para todos, incluida la prensa colombiana, estaba muy claro.

Finalmente, las cosas quedaron en un 0-1, pero más allá de lo apretado del marcador, la sensación del juego de Cuba fue desastrosa.

«No exhibió Cuba juego de gran calidad. Fueron sus características un juego largo y a media altura, salpicado eternamente de una envidiable lentitud, a veces invadiendo los límites de la parsimonia desesperante. Como conjunto de fútbol, el equipo cubano no puede ser calificado en primera línea. A más de la lentitud, característica principal del equipo debemos anotarle hondos vacíos en la composición de sus líneas».

La siguiente prueba de los cubanos sería contra el Millonarios de Bogotá, una escuadra que unas semanas antes había destrozado a los barranquilleros. El reto, sería, al menos, cambiar la imagen dejada en el Campín.

En Bogotá…

No obstante la decepcionante actuación en su debut colombiano, el elenco cubano logró reunir a más de ocho mil espectadores en su duelo contra Millonarios, el más histórico del fútbol colombiano. Muchos vinieron a presenciar el baile que el club bogotano debió darle a los cubanos. Pero no fue tanto.

El primer gol llegaba desde el punto penal a favor de los locales. Luis Timón, delantero, convertiría el tanto para alegría del graderío. Emoción que no duraría mucho, cinco minutos después, al 40’, el cubano José Magriñá centra para que apareciera Mario López y así igualara el choque.

Equipo cubano que disputó el Mundial de Fútbol de 1938.

En el segundo tiempo el partido no perdió la intensidad y aunque los cubanos dominaban el balón, fueron los Millonarios quienes rompieron el abrazo a uno. Otra vez Timón, al 64’, batiría al portero Juan Ayra. El arquero mundialista tendría luego que desempeñarse al extremo, porque la delantera bogotana hizo aguas la defensa antillana y remató cuanto quiso. Ayra hizo alarde de sus facultades, como un año antes en el Mundial frente a Rumanía.

En el último minuto de juego los cubanos empatarían el duelo ante el Millonarios. El marcador, igualado, no reflejaría con justeza un partido “que le pertenecía por muchos aspectos”. Así acababa la incursión de los cubanos en tierras colombianas: una derrota y un empate, no conseguían ganar ni imponer su «linaje mundialista». Pero tras el duelo con los Millonarios la prensa local vio a un Cuba diferente, vio al elenco esperado antes de tocar tierras cafeteras.

«Pocos equipos hemos visto en Bogotá de la talla del seleccionado cubano. Juego homogéneo, hombres dominadores del balón, líneas trabazonadas y gran rapidez en el campo, son las características del conjunto que perdió ayer en el Campín ante los Millonarios. Nunca como ayer, vimos a un equipo de fútbol que dominara a los Millonarios. ¡Qué grandes arquitectos fueron los cubanos en el estadio El Campín! Solo hasta ayer vimos moverse a los once hombres que triunfaron en los campeonatos del mundo».

Ahora, en este siglo XXI, sería insensato pensar que la prensa colombiana, en la era de Radamel Falcao y el DT José Pekerman, se gastaría una línea para referirse al elenco de esta Isla. Pero en otra ocasión se vió a los cafeteros enamorados de ese fútbol. Casi tanto como un cronista francés de 1938, cuyo nombre se perdió en la memoria, o quizás aún sobrevive en las páginas amarillas de algún archivo de París.

«El fútbol cubano—escribió entonces— es una rara mezcla de sagacidad, flema, satisfacción y dominio». Así de grandes, fueron aquellos años.