Desde pequeño, siempre he oído decir que cuando un equipo tiene una buena línea central, es muy difícil de vencer. Si en sus filas milita al torpedero más integral de la pelota cubana, el segunda base que más impulsa, el mejor primera base de la isla, el líder en jonrones del campeonato de casa y el de la liga Japonesa, el mejor primer bate de todos los conjuntos y que juega el jardín central como nadie, y además, se vanagloria de tener a uno de los receptores más defensivos del país… entonces, ese equipo, a todas luces parece invencible.

Si además, su hombre estrella en el montículo está catalogado como el número uno entre todos los lanzadores actuales, tiene un cerrador que fue captado por la segunda liga más importante del mundo, y al director más veterano de todos, entonces ese equipo parece invencible.

Si, por encima de todo esto, es el campeón de la pasada temporada y se enfrenta a un conjunto que en su palmarés histórico lo más que ostenta es un quinto lugar en más de cuarenta años, ya no me quedan dudas: ese equipo es casi invencible.

Entonces, ¿no hay opciones para contrarios? Por supuesto que sí, el béisbol es un deporte impredecible, que se construye bajo las leyes de pequeños detalles, donde lo individual puede jugar un papel protagónico y decisivo, los vaticinios se pulverizan con facilidad y las estrategias no garantizan triunfos, por acertadas que sean.

Sin embargo, esta vez en Bayamo venció la lógica y la justicia plantó bandera. Los leñadores tuneros, tal como se ven ahora mismo, no pueden destronar coronas ni sembrar nuevas dinastías. No se puede cuando han cometido 14 errores en seis juegos como visitador en esta post-temporada (9 en los últimos tres partidos), cuando salen tensos al terreno y la ansiedad extrema es una epidemia que los carcome por dentro.

A pesar de conectar más imparables que sus adversarios, dejaron 11 hombres en bases y dos veces las bases llenas en este último y clave encuentro. Entre su cuarto y quinto madero fallaron siete veces con corredores en las almohadillas (Alarcón 4 y Ayala 3). Además, su cuerpo de lanzadores es inefectivo y nervioso, discuten entre ellos y lo protestan todo, y así, de verdad, que no se puede hablar de remontadas ni hacer historia.

El lanzador abridor de los granmenses, Ulfrido García, salió duro pero predecible, pero la motivación es el mejor de los cuartos bates y su caballería decidió el encuentro otra vez en el primer tercio con ese racimo de siete notaciones que sentenció la victoria, le dio confianza y aunque caminó sobre espinas, pudo llegar hasta el quinto capítulo.

Los últimos refuerzos escogidos se echaron otra vez el equipo al hombro, Raúl Gonzales (par de jonrones y cuatro impulsadas), Yordan Manduley (jonrón y tres impulsadas) y el cerrador Raidel Martínez (3 entradas sin libertades), dándole una vez más la razón al director más suertudo de nuestra serie nacional, o quizás al más sabio, ¿quién sabe?

Lo cierto es que se iluminó Bayamo, que no fueron en vano los fuegos artificiales del primer encuentro, que se pudo hacer una remontada histórica y que se cumplió, una vez más, mi pronóstico. Ahora podrán decir que el equipo casi invencible tiene maltrecho su picheo, que solo tiene un hombre en el bull-pen, que los visitantes nunca ganan y que en Las Tunas va a arder Troya. Pero yo ya quemé las naves: la historia se repite, es tiempo de caballos.

Nos vemos en el estadio.

Imagen cortesía de István Ojeda Bello