Por: Alain Planes
Al momento de salir de Niquero, en su natal Granma, Reynerio Tamayo estaba por descubrir la televisión y, con ella, el acontecimiento social y cultural que era el béisbol.

No precisa si el aparato receptor en blanco y negro era un Crin 218 o un Caribe, pero se ufana de recordar cada gran acontecimiento ligado al deporte cubano.

Tendría unos ocho años a su llegada a la Isla de la Juventud. Luego, escogería el arte como carrera: la pintura, junto al béisbol y a su pequeño hijo resultan sus mayores pasiones.

Me recibe en su estudio, en una de las paredes un cuadro de grandes dimensiones recrea otra vez las figuras e hitos asociados al deporte nacional, especialmente aquellas inscritas en un aplazado Salón de la Fama y que completan además su último unipersonal.

Me deja, cual trono o puesto privilegiado, su sillón y advierto la satisfacción por la deuda saldada consigo mismo gracias a la exposición emplazada en la Galería Habana.

La inauguración de Cuba en pelota coincidió con el Clásico, aunque para la fecha, la selección antillana no había pasado de la segunda ronda.

Con el título, Tamayo parodia un cuadro de Antonia Eiriz titulado La muerte en pelota, al tiempo que juega con el doble sentido de poder desnudar un fenómeno o un país.

Reconoce en la locura curatorial de la exhibición, la recreación de un estadio o de las peñas deportivas en las cuales se difuminan los límites del tiempo y los referentes a personajes de la historia del béisbol cubano del pasado se entremezclan con el presente.

Con las marcas habituales de una estética notablemente influenciada por el pop art o los comics estadounidenses, Cuba en pelota es un acto de recordación y también de (re) descubrimientos.

Con las artimañas de un aficionado que discute sus puntos de vista, Reynerio Tamayo insiste en que resulta necesario para las nuevas generaciones saber quiénes fueron los que sedimentaron, los que echaron la zapata, que se conozcan los campeones, a los gigantes, a los ganadores de las mejores ligas.

Y comienza una larga enumeración en la que demuestra su fascinación por nombres como José de la Caridad Méndez, campeón con los Monarcas de Kansas City y mánager de ese equip, o por las impresionantes trayectorias de Alejandro Oms y Martin Dihigo.

«Es cómo cuando nos asaltan los cuervos y de pronto te lees a Martí, quien te ubica y te dice: espérate mi hermano, esta es la historia, esta es la patria y estas son las cosas reales. »

Al béisbol no hay que salvarlo —dice con toda certeza—, el béisbol en Cuba se ha ganado su lugar como símbolo de identidad, pero lo hicieron personas de carne y hueso que quise traer al presente y también para dar ánimo a los peloteros, los mismos que nos han hecho felices a generaciones completas».

De regreso a la exposición, Tamayo comparte la misma simpatía del público por El cuarto bate. «Es la pieza que resume la pasión, la que refleja la presión del jugador, el anhelo por ganar de la afición», explica .

Al centro del cuadro, el bateador, con la inconfundible camiseta roja del equipo nacional, ve llegar el lanzamiento, mientras en sus hombros, el bote que sirvió para encontrar a la Virgen de la Caridad del Cobre sirve de nave a la nación.

«Esa es Cuba en pelota —enfatiza Reynerio— todo el mundo a la expectativa de que el tipo bateé la bola, de que el tipo dé el jonrón, por eso nos frustramos al ver ahora el nivel de la pelota. Desde hace once años, aproximadamente, el béisbol cubano va en decadencia por millones de razones».

Al momento de proponer soluciones busca cobijo en su butaca de aficionado y desde allí sugiere afrontar los nuevos contextos con la mayor seriedad posible, con énfasis en los niños y lamenta la partida de muchos entrenadores, prospectos y grandes jugadores.

En este punto, considera que la televisión tiene por delante una labor gigantesca, en cuanto es uno de los medios de comunicación que más llega a la gente en Cuba.

«De la misma manera en la que se produce un programa llamado Fútbol por dentro, dedicado a ese deporte universal, podrían hacerse también presentaciones dedicadas al béisbol en lugar de transmitir un partido de hockey sobre hielo, un disciplina sin atisbos de desarrollo alguno en Cuba», subraya Tamayo.

Como ejemplo, recuerda que en 2016 Cuba ganó por segunda vez el Campeonato Mundial Sub 15 en Japón. «Fueron seis juegos que terminaron 10 días antes de iniciar las Olimpiadas de Río, sin embargo, casi dos meses después, luego de que se terminaran los Paralímpicos, pudimos ver, las seis de la tarde, a esos muchachitos.

Reynerio Tamayo
FOTO: Hansel Leyva

»En otras partes del mundo los medios hacen seguimientos, se construyen los héroes desde edades tempranas, se entrevistan a las pequeñas estrellas en sus escuelas, en sus barrios, y no tiene porque relacionarse solo con béisbol, también con otras disciplinas como el voleibol, el boxeo, el atletismo o el baloncesto.

»La televisión cubana, en cambio, presenta partidos y ligas intrascendentes de fútbol, la vida de jugadores y directores técnicos que son héroes mediáticos, pero no los de uno. ¿Qué pasaría si un sábado, en la televisión pública de Brasil, pusieran cuatro partidos de béisbol?», pregunta en tono jocoso y al mismo tiempo serio.

Casi sin frenos, Tamayo se aventura y piensa en una serie doméstica con menos equipos como ocurre en las ligas puertorriqueñas, dominicanas o japonesas que resultan ser más selectivas.

Reflexiona en cuánto hace falta una inversión capital en estadios y en medios para el desarrollo del béisbol, y sueña con el día en que el equipo nacional se incluya nuevamente entre los cinco mejores del mundo.

Cree en un equipo Cuba unificado de la misma manera en que jugadores cubanos puedan ser contratados normalmente por organizaciones de la Gran Carpa.

Y cree también en el buen juego, en el que se demuestra oficio, se cometen pocos errores, y en el cual los jugadores se divierten; lo que sí es seguro, dictamina, es que sufrimos todos por causa de la misma pasión.