Courtois agarró la pelota y la mandó rodada hacia delante. En ese momento se vio que el gol era inevitable, que el día se iría sin sorpresas. El contragolpe perfecto, el martillo sobre el clavo tres veces. Tres toques. Japón estaba fuera. Bélgica vive.

Con el primer gol nipón parecía que la historia se repetía para los Diablos Rojos. Favoritos por la fuerza de su nómina, incapaces de hacer nada. El eterno dilema del “jugamos como nunca, perdimos como siempre”.

Cuando Inui perforó las redes, dejando al guardameta belga sin opciones de nada, ese temor se acrecentó, era casi cierto. El mundo de Bobby Martínez se venía abajo y esa esperanza, ese rayo de luz que decía a las claras que él era el hombre capaz de poner “a jugar a algo” a esos magníficos deportistas y sacarlos del fanguero donde la obstinación de su predecesor Wilmotts les puso, se difuminaba.

Pero la suerte, loca como siempre, quiso que Vertonghen centrara tan mal para buscar a Lukaku que el balón voló a Kawashima y fue a dar dentro de las redes. Ese fue el momento clave. Cuando un gol cae de manera tan fortuita, lo único que se debe tratar de hacer es resolver el problema con buen juego. Y Bélgica tiene talento para ello.

Martínez mandó dentro a Fellaini y Chadli, eternos suplentes. Marouane marcó de cabeza el empate a poco de haber entrado. Nasser sacó a Japón en el minuto final. La estrategia le vino como anillo al dedo al técnico español, pues no puede haber nada mejor que ir perdiendo 2-0 y que tus suplentes marquen empate y ventaja.

No obstante, y para aplacar la euforia que embargó a muchos, cual ardiente licor de un pronóstico al final cumplido, de esta Bélgica se esperaba más en este juego porque…vamos chicos, era Japón.

Fanático japonés durante el partido de octavos de final ante Bélgica. FOTO: FIFA / Getty Images.

Si bien es cierto que ya este conjunto asiático no es el mismo de antes, que ahora tiene muchas de sus fichas al primer nivel futbolístico y que el entendimiento de esta nación con el fútbol ha ido a tan notable ascenso que incluso se clasificaron muy pronto a esta cita mundialista y pasaron en un grupo muy parejo, Japón en teoría es muy inferior a los belgas. Si un equipo así fue capaz de mantener a estos “favoritos” contra las cuerdas, que se cuiden mucho de un rival más parejo o superior como su próximo contrincante: Brasil.

No obstante, puede que esta vez los europeos si vengan con una mentalidad diferente, a sabiendas que esta es la última oportunidad de lograr algo para una brillante generación. Esto era algo que ese seleccionado no tenía, y cada vez que arrancaba debajo en el marcador, le era muy difícil hacer las cuentas para salir adelante.

“Esta es nuestra última oportunidad y tenemos que ir con todo”, dijo el capitán Eden Hazard antes del juego. El atacante del Chelsea fue figura del partido, omnipresente, engranaje necesario para una maquinaria que cuando tuvo que ir hacia adelante creó mucho peligro y no fue para nada mojigata, como se vio en el resultado final.

Lukaku, al centro de la foto, deberá ser el resorte principal del ataque belga ante Brasil. FOTO: FIFA / Getty Images.

De cara al desafío contra la verdeamarelha, sí que deberán resolver muchos asuntos si desean salir airosos, sobre todo las desatenciones defensivas tan comunes en una línea final compuesta por elementos de la Premier League, donde se sabe de sobra que no hay mucho talento práctico en esa posición.

Hazard deberá volver a ponerse el equipo al hombro y Lukaku afinar la puntería si pretende batir a Allyson Becker pasando por encima de una defensa bastante más sólida que la nipona con hombres que atacan fuerte no solo al balón, sino a los delanteros rivales. Kompany y Vertonghen deberán currarse la mejor de sus presentaciones para evitar al tándem Coutinho-Neymar-Firmino, con un William que siempre está merodeando.

Poder y talento tiene Bélgica para sortear este nuevo escollo, pero repito, la cara del juego ante Japón dejó ver más la imposición de la calidad de la banca europea que lo que debieron demostrar enteramente en la práctica. Que sea, y cito cierto comentario, la “primera vez desde 1954” que este equipo remonta, no es la garantía de que en efecto estamos viendo algo diametralmente opuesto a lo que hemos podido constatar a lo largo del performance de esta nueva generación. Pero ojo, un partido no cambia una brutal realidad: son los mismos hombres, así que por supuesto cabe la posibilidad de que al final terminen decepcionando. Así pues, recomendaría más cautela y menos euforia.

Para Japón, nada más que el aplauso. Ya marcar ese par de goles, fue mayúsculo.