“La corrida de Regla…oro, oro, oro para Cuba”. Así narró aquella madruga olímpica de Sídney 2000 el comentarista Modesto Agüero para sentenciar el triunfo de la última versión exitosa de las Espectaculares Morenas del Caribe del voleibol cubano.

Un año después la Federación Internacional de la disciplina le daría el reconocimiento a Japón como el Mejor Equipo Femenino del siglo XX, en un arrebato de locura e irrespeto a lo que significaron las atletas antillanas, quienes enloquecieron al mundo entero con sus tres coronas bajo la bandera de los cinco aros en apenas una década, y el uso de uniformes ajustados a los glúteos.

Casi dos décadas más tarde, el voleibol femenino en Cuba no es siquiera la sombra de sus glorias pasadas.

Invadido por el recuerdo del gran estratega Eugenio George, parto a la caza de nuevas explicaciones. Darle las reales dimensiones al problema del voleibol para las damas se antoja tarea de tesis doctoral, y muy contradictorio, especialmente cuando revisas la extensa lista de jugadoras que compiten en escenarios deportivos desvinculados del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación.

Camagüey, la cuna de la gran Mireya Luis, candidata al Consejo de la Federación Internacional de Voleibol (FIVB), sirvió en diciembre pasado como escenario para el Campeonato Nacional de primera categoría, donde se disputaron la corona cubana chicas de 15 y 16 años.

Ante tal escenario, los directivos del deporte de la malla alta se rompen las neuronas en busca de soluciones. Revertir esa situación se ha convertido en la obsesión de algunos. Entre ellos Omelio Castillo Pérez, Jefe técnico de la Federación Cubana  de Voleibol, quien muestra optimismo de cara al ciclo para los Juegos Olímpicos de París 2024 y accedió a conversar en exclusiva a Play Off Magazine.

“Recoger los frutos tras el ciclo olímpico de Tokio en 2020”. Esta es una expresión recurrente en la conversación con Omelio.

“Somos conscientes de la situación actual, por tanto tenemos un trabajo de perspectiva a largo plazo. Son muchachas que apenas pasan los 16 años. Lo inmediato es los Juegos Centroamericanos, y luego el Mundial de Japón en 2018. Con esta base y algunas jugadoras un poco más experimentadas pretendemos formar un equipo competitivo en un periodo entre 4 y 6 años”.

En este caso la resignación sabe a derrota. Las multilaureadas vitrinas cubanas han vivido un extenso periodo de sequía, tras haber conseguido una cosecha que se remonta a la conquista de aquella Copa del Mundo en 1978, y que se extendió hasta el tercer puesto en Atenas 2004, la cuarta medalla consecutiva en justas olímpicas.

“El voleibol cambia su forma de preparación. Se entrena lo más similar posible al juego; es algo que cambiamos desde el punto de vista metodológico. Pero apenas tenemos el Campeonato Nacional, y solo las atletas Regla Gracia y Zulia de la Caridad Matienzo, están contratadas en Perú. El resto casi no tiene roce, aunque hemos realizado bases de entrenamiento en Dominicana, pero no es suficiente.

Las esperanzas a futuro descansan hoy en nicñas de 15 y 16 años. FOTO: Fidel Alejandro Manzanares.
Las esperanzas a futuro descansan hoy en niñas de 15 y 16 años. FOTO: Fidel Alejandro Manzanares.

Hemos sido, por años, reticentes con las contrataciones, aunque en los últimos tiempos se toman decisiones un poco más coherentes.

“Este tema es complicado. A pesar del interés de algunos clubes, nuestra mentalidad es que el atleta primero priorice el equipo nacional. El asunto pasa por el tema económico que es muy importante para el jugador y el país, pero debemos estar claros de lo positivo o negativo. Si es una liga organizada que le permita jugar con frecuencia, si la educa y proteja en todos los sentidos.

“Queremos que crezca como profesional y persona. Sin embargo, si no compites en este sistema no juegas, pues las fechas de los eventos regionales comienzan una vez terminada las ligas. Antes de eso conseguir topes es muy difícil”.

Los equipos masculinos, a pesar de deserciones y problemas incluso extra-deportivos como el caso de Finlandia en 2016, logran reajustes a corto plazo que les posibilita volver a competir, ¿por qué no sucede así con las mujeres?

“Nos sucede que tenemos una debilidad y fortaleza a la vez en el caso de los hombres. La población de atletas de nivel es poca, entonces los juveniles repiten en categoría de mayores. Nuestro equipo masculino juvenil es medallista de plata del último campeonato mundial. Tras ese evento 12 jugadores fueron al torneo del orbe para menores de 23 años, y alcanzaron bronce.

“Hoy la mayoría es de la selección mayor. Ellos sí han crecido con estas alternativas de desarrollo. Incluso, en los últimos dos años, tenemos un número en ascenso de participantes en ligas extranjeras.

“Es muy diferente la preparación psíquica y física de los atletas de sexos diferentes. Aunque la causa fundamental, donde radica la diferencia de uno y otro, es que la base del masculino ha estado mejor formada. Atletas que se desarrollan más rápido. En el caso de las féminas tenemos 18 jugadoras que necesitan transitar por categoría juvenil y cadete. No podemos forzarlas”.

Por su parte, Imilsis Téllez jugó con suficiente nivel como para convertirse  en una de las integrantes del equipo nacional desde 1973 hasta 1991. Más de 500 partidos internacionales avalan su quehacer. En la actualidad lleva su experiencia como una de las entrenadoras del equipo nacional.

Según ella, “la tenemos difícil, pero con mucho trabajo y coordinación con los entrenadores de las bases y las EIDE se pueden lograr grandes cosas en los próximos años. Tenemos concebida una preparación especializada en todo el país para que la jugadora llegue a la Escuela Nacional con menos limitaciones técnicas y pueda enfrentar otro nivel superior en exigencia. Luego del 2020 veremos los resultados”.

Habrá que esperar entonces. El standby de las vitrinas cubanas perdurará mientras la actual generación de jugadoras termina de madurar. Tendremos que apostar a que, para entonces, el grupo de voleibolistas siga en la isla. Ojalá los años de paciencia valgan pena.