El toletero granmense Alfredo Despaigne le ha servido más a la Federación Cubana de Béisbol (FCB) que la veintena de títulos amateurs con los que se jactó en una temporada. El éxito pudo ser de cualquiera de los que enviaron, pero, por cuestiones del azar o de la genética, el único de los exportados a Japón que cumple la misión del presidente Higinio Vélez, es el del dorsal 54.

A Frederick Cepeda le pesó la edad en la grama nipona y no cumplió con las expectativas a priori. ¿Resultado? Experimento devuelto. Yuliesky Gurriel, Héctor Mendoza y José Adolis García, optaron por la fuga antes del regreso a casa, contratos firmados de por medio. ¿Resultado? Experimento fallido y dudas en la contraparte extranjera. Un error más, y los avances con la segunda liga más importante del béisbol mundial se iban por el desagüe. Pero para hacer de contención estaba Despaigne. Cuando los Halcones de Softbank lo firmaron por tres temporadas, por la modesta cifra de 16, 2 millones de dólares, la FCB sobrecumplió los lineamientos.

No había que irse de Cuba para jugar béisbol y convertirse en millonario. La mala palabra que fue el “profesionalismo” hace un lustro para las autoridades deportivas en la Isla, de un día a otro, se convirtió en un buen piropo callejero. El experimento como todo ensayo fracasó estrepitosamente en sus inicios, y el escándalo del pasaporte dominicano de Despaigne, con los Piratas de Campeche, todavía es un asunto irresuelto. “En lo personal no guardo rencor por lo que pasó en 2014”, dijo por estos días en Jalisco. Pero más de un federativo nacional tiene qué contar en esa historia.

La página entonces quedó aparentemente pasada. Para contentar al granmense, no lo pensaron dos veces y equilibraron los porcientos en los contratos. Esta vez el principal beneficiado—lean bien, que fue un gran paso—sería el atleta. Despaigne, el líder de jonrones (35) de la Liga del Pacífico, se quedaría con el 90%, y lo restante, se lo embolsaría la Federación. La tajada es significativa, pero a Despaigne lo que es de Despaigne.

No importa demasiado que el lanzador Liván Moinelo se estableciera, o que ahora Yurisbel Gracial, impresionante a la ofensiva durante el Clásico Mundial, y de regular manera en Jalisco 2018, sean del agrado nipón. O que Leonardo Urgellés, y Raidel Martínez, hicieran sus amagues.

A día de hoy, el experimento exitoso es Despaigne; al punto que a nadie le importa en Cuba, si su co equipero de Granma, Carlos Benítez, gana solo unos 240 dólares por toda una temporada, aclaro, cuando se los pagan. Las diferencias más que visibles en la cartera, para uno y para otro, quedaron para la Federación en un segundo plano. Y en la Serie cubana lo que pulula son Benítez.

Los intereses y el discurso de la FCB cambian cuando hay contratos millonarios de por medio, y cuando le toca una parte del pastel. Recuerden las molestias causadas, cuando Michel Enríquez, o Yordanis Alarcón se buscaron sus contratos independientemente. Aragón y compañía les sancionaron y, de no ser por la presión popular (y de algunos medios estatales), así se hubiesen quedado.

Cuba ya no le teme a los millonarios del deporte rentado, como gustan (todavía se atreven) decir. Despaigne tampoco teme usar su cheque y vacacionar por Hawái, como merece. La cuestión pasa ahora, por sí temerán cuando sea más de uno, cuando esos quieran invertir en sus equipos y los puedan calzar o equipar como corresponde.

Ya se ven las diferencias. La política seguirá siendo de aumentar los contratos en el extranjero, dicen, pero el interés de los dos bandos (Cuba y Japón) es bastante limitado. Los nipones no ven tanto talento (han ido a escarbar hasta en el Sub 15) y a Cuba le conviene mantener la puerta entreabierta, así controla en fila india, quién entra, quién sale y cómo. Por ahora, con un experimento exitoso, y cuatro satélites, les da la cuenta.

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