Hablar con Ismael Sené es como meterse en la boca de los dioses del béisbol. Las horas corren a velocidades increíbles mientras se puede escuchar el bullicio típico de los estadios y el sonido seco del bate de madera golpeando las pelotas. Sené es una enciclopedia viviente y, aunque peque de absolutista, no dudaría en decir que es el hombre que más sabe de pelota en Cuba. No es un obstáculo sus casi 80 años, pues él muestra su fuerza descomunal cuando a pesar de las fuertes tormentas que amenazan la vida de nuestro pasatiempo nacional se mantiene firme, sosteniendo la bandera del béisbol sin dejar que caiga jamás en el fango del olvido y la resignación. Entré con la llave de Play-Off en su santuario particular, las puertas se abrieron de par en par y su carácter jovial inundó los espacios vacíos de la habitación.

Ismael Sené fue boxeador en sus años mozos, quizás por eso sus palabras golpean al estómago con ganchos fuertes; jugó futbol americano y aprendió a arremeter contra infranqueables columnas como Quijote de estos tiempos; fue diplomático, y ahí conoció la ética del verbo y educó el fino tacto de sus ideas; combatió en la clandestinidad contra la dictadura de Batista, por eso su audacia y su temeridad probada… Le gusta la historia, ir a las raíces de las cosas. La entrevista fluyó como un río embravecido.

¿Qué es necesario hacer para rescatar la calidad del béisbol cubano, así como el arraigo en las nuevas generaciones?

«Hay que enamorar a la gente con la pelota de nuevo. ¿Cómo se enamora a la gente joven con la pelota? Durante el Clásico de Béisbol se vio a la gente otra vez jugando a la pelota en la calle. A reserva que se haga un trabajo en la base como siempre se dice, hay que hacer un trabajo urgente, rápido. Hay que enamorar dando una pelota de mayor nivel por la televisión, que la gente la pueda seguir y no sea solo un jueguito a la semana, que se siga a diario como al fútbol, que la gente pueda ver lo mismo los goles que da Messi como los jonrones que da Miguel Cabrera. Una cosa que hay que hacer, que nosotros debemos reclamar, es que se hable de los cubanos que juegan en la MLB, porque no tenemos ninguna estrella en el fútbol mundial, pero sí en el béisbol, y hay que hablar de ellos. La pelota tiene que volver a ser lo que fue siempre para nosotros. Por otro lado, hay pasos reales, jurídicos, que se están dando, que se están discutiendo con la oficina del comisionado de las Grandes Ligas y eso tendría como consecuencia que se pararía la emigración y las deserciones en nuestro béisbol. Cuando los peloteros sepan que no pueden jugar en esas ligas sin autorización, se acaban las deserciones. El problema no es mandar peloteros por ahí, a Japón, al Caribe, a Canadá, a cualquier lugar, es una cosa loca, hay que hacerlo con orden, lo que estamos haciendo es vendiendo por kilos nuestros mejores jugadores, como vendemos a los que van a la Liga Can-Am, como vendimos a José Adolis a Japón por unos miles cuando era nuestro mejor prospecto. Tenemos que ceder en muchas cosas, pero realmente cedemos o nos perdemos, son ellos los que tienen el sartén por el mango y no nosotros. Por otra parte, los peloteros deben saber que más del 50 por ciento de los que se van, que emigran, jamás firman un contrato para jugar béisbol profesional, eso hay que decirlo. Cualquiera no es un Pito Abreu ni un Céspedes. Eso hay que explicárselo a ellos, no dar una conferencia político-ideológica. Hay que hablar y explicarles esas cosas para que comprendan mejor, eso hay que hacerlo público.

»Solo así podríamos tener en el futuro una liga de verano y una de invierno, con la calidad más concentrada, donde pudieran venir a jugar peloteros cubanos de las Ligas Menores con los mejores que juegan aquí. Y cosa muy importante: hay que buscar patrocinadores, ya sean empresas cubanas o extranjeras radicadas en Cuba, gente que pague, que financie nuestra pelota, no se puede jugar pelota inventando, tiene que haber dinero, alguien lo tiene que financiar».

¿El gusto generalizado por el fútbol, en detrimento del béisbol, es irreversible? ¿Quiénes serían los culpables o, al menos, quiénes han conspirado para que suceda?

«Irreversible no es por la sencilla razón de que aquí no hay fútbol. Antes del triunfo de la Revolución, nosotros simpatizábamos con los equipos de Grandes Ligas, pero lo primero para nosotros eran los Almendares, el Habana, los Sugar King. Cuando brindas un béisbol de calidad, de nivel, y la gente ve que sus jugadores están jugando en ese béisbol de alta calidad, eso empieza a revertirse. No sé bien si esto del fútbol ha sido casual, o no casual, dirigido o no dirigido, pero no puedo creer que alguien haya sido tan imbécil de meter esta andanada de fútbol y aplastar al béisbol con esto. No sé si se le ocurrió a alguien pensando que la pelota es americana y el fútbol no, o surgió espontáneamente, o alguien lo orientó, pero sí te digo que el canal que más trasmite partidos de fútbol gratuitos a la semana en el mundo es Tele-Rebelde, no sé quién puede tener ese grado de cretinismo de promover y promover un deporte que aquí no se practica tanto y hacerlo nuestro deporte nacional. No tengo elementos para saber quién es el culpable de esto, solo la lógica de mi pensamiento».

¿Se puede desligar la política del deporte en un país como Cuba?

«No debería ser. Aquí los dirigentes políticos dicen: “Tenemos que ganar este año” y le crean a la gente un espíritu de ganar, pero con qué van a ganar, se crea un problema político con eso y cuando usted pone el honor de la patria en un juego de pelota y pierde, entonces ¿dónde queda el honor? El béisbol es parte de la patria, es como la bandera, como el himno, como la palma real, es un símbolo patrio, pero un juego de pelota lo gana cualquiera y no se puede poner el honor de la patria en un juego, allí no ganan las ideologías, gana el de mejor pitcheo, el de mejor bateo. Cuando usted hace un problema político de la pelota, de cualquier deporte, está dejando la posibilidad de que la gente se decepcione».

¿Por qué crees que, a través de los años, las autoridades políticas y deportivas se han empeñado en mantener en el olvido a las legendarias figuras cubanas que fueron pioneros del béisbol, de la era profesional?

«Eso es una cosa que yo me pregunto a mí mismo. ¿Cuál es el objetivo? ¿Por qué? Tú sabes que yo fui parte de todo ese grupo que reactivó el Hall de la Fama y una de nuestras aspiraciones era, precisamente, el reconocimiento a los jugadores de béisbol que hicieron historia en nuestro país antes de las series nacionales, inclusive, planteamos de no solo reconocer a los viejos jugadores cubanos, sino a los jugadores extranjeros que hicieron historia en Cuba. De verdad que no sé si a alguien le estorbó eso, pero desde el primer día comenzamos a tener obstáculos, hasta que todo se acabó por el tema Pacheco. Le mandamos cartas al presidente del INDER pidiéndole una reunión, nadie respondió. Yo no sé quién fue el que tuvo la dudosa visión, desde el punto de vista deportivo, en un momento en el que el béisbol cubano tenía su autoestima por el suelo. Le bajaron también la autoestima a los jugadores, a los peloteros cubanos… Le quitaron esa motivación a muchas glorias deportivas. Cuando les entregamos las placas a los primeros egresados, ningún dirigente del INDER estaba allí, nadie fue a pasarse 5 minutos con Kindelán, con Linares».

Si tomamos en cuenta el éxito que están teniendo nuestros peloteros cubanos en las Grandes Ligas, la inserción de peloteros que viven en Cuba en ligas profesionales y la crisis que enfrenta nuestro béisbol nacional, ¿quién gana al final: “la pelota libre” o “la pelota esclava”?

«Yo nunca he entendido eso de “pelota libre” y “pelota esclava”. Si tu analizas, el “esclavo” tiene una agente que lo representa y firma el contrato que el desea, “el libre” tiene que esperar que la Federación Cubana de Béisbol le diga para dónde ir. El “esclavo” puede decir: “No quiero que me pagues uno, págame dos”, o sea, puede discutir, mientras que el “libre” tiene que coger lo que le den. Quizás en una época esas cosas de “pelota libre” y “pelota esclava” pudieron tener una motivación política, pero ahora cuando tú analizas con todo el rigor no resiste ninguna comparación. A mí me molesta mucho oír la denominación de “béisbol rentado”. ¿Qué significa eso? Me parece que el “esclavo” es más libre que el “libre”, tiene más derechos. El “libre” no puede ni siquiera mudarse de provincia, salvo que juegue con Víctor Mesa. No me gustan esos términos».

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