Si no hubiese sido testigo de su average de .326 en nueve Series Nacionales, de la espectacularidad del swing y la precisión de su sastre a la hora de ajustarle el uniforme del equipo Camagüey, diría que Leslie Anderson Stephes es uno de los tantos peloteros nacidos en el Bronx neoyorquino, apoyado por su nombre y apellidos.

Pero nada más distante de la realidad. Lele, como todos le conocemos por esta ciudad, me confesó que, tras su partida, le fue fatal con el inglés, así que de anglosajón solo tiene, tal vez, algún que otro antepasado jamaiquino, fusionado con los británicos que llegaron al Caribe hace más de cuatro siglos.

Decidió partir cuando, en plena preselección del equipo Cuba en el año 2009, alguien de la directiva del béisbol nacional le vinculó a una salida ilegal del país. Aunque años después Leslie continúa asegurando que no hubo prueba alguna.

“Nadie me decía nada preciso. Solo comentarios. Me dijeron que esperara, que se había hecho una investigación. Estaba ajeno, con miedo. Era una mancha en mi carrera. Así que decidí irme. Mi salida estuvo condicionada por eso. Tenía 27 años y un mundo por delante y pensé que acá no me dejarían volver a jugar.

“Tuve que tomar esa decisión. Pero si no llega a pasar eso, te soy sincero, me hubiese quedado. Mi interés no era marcharme del país. Pero sentí que no tenía margen. No quise tomar riesgo de una posible sanción. Tendría una parte oscura, y mi vida no sería la misma”.

 Entonces…  ¿no hubo ningún comunicado oficial?

“Solo me dijeron que me informarían de la Comisión Nacional, y en plena preselección me bajaron. Nunca estuve preso o bajo investigación. Nadie podía acusarme con seguridad. Pero, aunque estaba en plena fase de preparación para un evento internacional, me mandaron para Camagüey”.

El aval de los Clásicos Mundiales de 2006 y 2009 le abrió muchas puertas, aunque asegura que el apoyo de Alexei Ramírez, tras su llegada a Estados Unidos, resultó vital.

“Muchos de mi generación que habían estado en el año del Mundial Juvenil estaban en ese béisbol. Yuniesky “Riquimbili” Betancourt, Bryan Peña, Yunier Escobar, incluso Kendry Morales, habían llegado, así que ¿por qué yo no? Aunque fue muy duro, nadie sabe todo lo que dejamos atrás”.

 ¿Ya desde el Clásico de 2006 querías probarte en la pelota de la MLB?

“No precisamente. Esa fue la experiencia más linda de mi vida deportiva. Uno solo ve a esos peloteros en play station. Jugar contra ellos fue una dura prueba. En ese entonces teníamos ventaja. Japón y Cuba llegamos en plena forma deportiva. El resto de los profesionales que juegan en Estados Unidos apenas empiezan en marzo. Además de tener gran preparación, el equipo Cuba tenía jugadores de primer nivel, fundamentalmente en los jardines”.

Hubo una jugada en segunda base en el partido ante Panamá en el primer Clásico, cuando el lanzador te sorprende. Un partido que prácticamente decidía el pase a la segunda ronda.

“Ni me digas nada. Quería que la tierra me tragara. La presión por hacerlo todo bien, querer anotar la carrera del gane. Llegué al banco muy mal. Pero luego, gracias a Dios, vino el batazo de Yulieski Gurriel. Y luego llegamos a la final”.

 ¿Y en el Clásico de 2009?

“Para el segundo Clásico me quedaba la espina de no haber ido a Beijing por lo que significan unos Juegos Olímpicos. Así que eché el resto por hacer equipo. Tuve la oportunidad de jugar más. Solo bateé de 9-2, pero me dieron más responsabilidad. Mi versatilidad me permitió hacer un equipo donde estaban también Alfredo Despaigne, Yohenis Céspedes y Frederich Cepeda en los jardines.

“Los rivales se había preparado mucho mejor, y nosotros no tuvimos roce de juegos previos. Es muy complicado así vencer a ese nivel. Nosotros regresamos más decepcionados”.

Sueños y sombras de la Mayor League Baseball

Tras su salida de Cuba, anderson recaló en los Rays de Tampa, donde jugó en las Ligas Menores.
Tras su salida de Cuba, Anderson recaló en los Rays de Tampa, donde jugó en las Ligas Menores.

Su traumática salida del país dejó la hoja de anotación del equipo Camagüey con el cuarto puesto en la alineación vacío y el número 54 en la añoranza.

De inmediato llegaron los tried out en México. La franquicia del Tampa Bay se hizo con el servicio de Anderson, quien luego luciría excelentes guarismos en sus cuatro años en la institución; sin embargo, no le resultaría suficiente para hacer el grado y jugar la temporada regular en las Grandes Ligas. En ese periodo promedió .295, con 52 cuadrangulares y 244 carreras producidas.

“Tras los incidentes en Cuba te encuentras un mundo nuevo.  Todo es muy duro. Nadie sabe cuánto dejas atrás; todo lo que se sufre al separarte de tu familia. Pero la vida es así.

“Lo único que me daba ánimo era ese sueño de jugar el béisbol profesional. Y no es fácil porque algunos te discriminan, pero no saben, ni tienen idea lo complejo que es. Ni uno mismo sabe si va a llegar. Son decisiones que su complejidad solo la entiende quien lo experimenta. Aunque fueron años lindos también en mi carrera como atleta. Siempre los peloteros latinos me ayudaron con su cordialidad.

“El cubano tiene mucho valor a pesar de no conocer cómo funciona ese mundo. Fue una prueba difícil. Tienes que ajustarte al béisbol profesional. Debes saber que ese es tu trabajo”.

 ¿Alguna vez los dirigentes se te acercaron y te explicaron por qué no hacías el grado, incluso en momentos que los jardineros del Tampa en las Grandes Ligas no mostraban su mejor rendimiento?

“Bueno, esas explicaciones nunca te las dan. Solo debes enfocarte en trabajar. Faltó un poquito de suerte. Mis numeritos allí no fueron malos, todo lo contrario, pero la franquicia decidió que no subiera. A veces en ese mundo se sufre ese tipo de cosas. Me quedé con la espina de no jugar las Grandes Ligas”.

 ¿Eso condicionó tu incursión en la pelota de Japón?

“Es la segunda mejor competición de pelota en el mundo. Llego allí porque en mi último año con Tampa tuvimos un juego de preparación contra Boston y le doy un jonrón a Daisuke Matsuzaka. Tras ese juego Hideki Matsui, un pelotero de grandes premios con los Yankees de New York, y quien estaba jugando por entonces con el equipo, da excelentes referencias de mí a la prensa japonesa. Ya me habían preguntado cuando estaba en Venezuela con los Navegantes de Magallanes, si cabía la posibilidad de jugar ese béisbol y dije que sí. Y en 2013 se abrieron las negociaciones Japón y Tampa”.

Llegas a los Gigantes de Yomiuri, la versión nipona de los Yankees y te encuentras otro béisbol… sin embargo experimentas un segundo aire en tu carrera

“Me faltaban opciones de mi contrato, pero no me veía con posibilidades de jugar Grandes Ligas, así que quise irme, aunque me sentía a gusto. Quería intentarlo en otro béisbol, igual exigente. Tenía el deseo de jugar Grandes Ligas, aunque no fuera precisamente en Estados Unidos.

“La experiencia fue muy gratificante. Pero hubo muchos ajustes en los entrenamientos, a veces sientes que te desgastas. No es como aquí, que los entrenadores están encima de ti. Allí nadie está pendiente de lo que te toca. Todo depende de ti. Estás cobrando por eso.

“En Japón tuve una excelente preparación, y a pesar de que no tenía la credencial de Grandes Ligas me apoyaron.  Trabajaron conmigo y mi rendimiento fue óptimo hasta mi lesión. Me hicieron limpieza de codo. Me operé en Estados Unidos. Creo que luego me aceleraron la recuperación y bajé un poco mi rendimiento”.

Los Yomiuro Giants fueron la oportunidad de Anderson para jugar en las Grandes Ligas, aunque no fuese en la MLB.
Los Yomiuri Giants fueron la oportunidad de Anderson para jugar en las Grandes Ligas, aunque no fuese en la MLB.

 Luego ocurrió la llegada de Frederich Cepeda al equipo. ¿Cuán importante resultó para ambos?

“Cepeda es uno de los peloteros que más he admirado. Una excelente persona, un caballero. No le fue del todo bien. Fundamentalmente tras mi lesión, pues lo apuraron y no pudo demostrar todo su esplendor como jugador. Pero su calidad es indudable. Tenerlo allá fue de lo más importante. Nada como la gente de uno cerca”.

En los últimos 8 años el currículo de Leslie Anderson se redondeó con un efímero contrato en la Liga Mexicana de Béisbol, con los Bravos de León. Su peregrinar intercontinental estuvo marcado por las ganas constantes de volver a ver a su familia.

“Ahora pude entrar al país, y era esa mi prioridad. Mucho tiempo sin disfrutar de mis padres. Gracias a Dios, puedo estar por unos días estoy acá.”

 ¿Piensas dejar la pelota profesional con apenas 35 años?

“Creo que hay que pasar a otra etapa. Me siento bien. Pero hay momentos que debes pensar en el futuro. Y aprender de aquellos que te enseñaron. Aquí he llegado sin mucha bulla, ni sé cómo me encontraste. Me gusta estar muy tranquilo”.

 ¿Qué me dices del béisbol cubano y las nuevas medidas de la Federación?

“Cuba siempre dará peloteros. Me alegra mucho que de a poco se abran a otras ligas. Estamos aún lejos de alcanzar esos niveles de otros años, pero si se van los jugadores a otros países podrán mejorar. Canadá, por ejemplo, es buen sitio.  Ver otras ligas es algo normal, natural. Así funciona el mundo. Lo que se está haciendo es muy bueno. Que vengan directivos de Japón, Canadá, mientras no se arreglen finalmente las cosas con Estados Unidos”.

Se tienen diversos criterios sobre un equipo Cuba unificado. ¿Cuál es el tuyo?

“Eso depende de los federativos. Si se abriera esa posibilidad, en los Clásicos seríamos como antes. Estaríamos de vuelta entre los primeros. Lo que al pueblo cubano le gusta. A mí me gustaría, no solo por mí; allá hay muchos que quieren, porque la verdad es que estemos donde estemos, al final siempre seremos cubanos”.

Imagen cortesía de FOTO: Raúl Alejandro del Pino.
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