Uno de los puntos oscuros de la segunda fase de nuestro campeonato nacional de béisbol es sin dudas, la actuación de Industriales, específicamente su cuerpo de lanzadores.

Si miramos los números ofensivos de los leones azules, vemos que se mantienen dentro de los cánones normales: Su bateo colectivo (281), la producción de extrabases (70), incluso el bateo con corredores en bases (por encima de 300), no tienen mucho que envidiarle a los otros conjuntos en competencia.

La herida está sangrando desde la lomita, es ahí donde los números explotan y frenan el ímpetu de los leones, ahí está la clave para que a estas alturas, solo hayan podido salir airosos en menos del 30 % de los partidos jugados (10 de 32), y en menos del 10 % de las subseries particulares (1 de 11), es por ahí por donde se escapan los cartelitos de favoritos y la confianza de sus parciales.

Los play off están a la vista, falta menos de un mes de competencia y la gran fanaticada azul, sigue aún llena de dudas e incertidumbres. ¿Puede un equipo con semejante cuerpo de lanzadores llevarse un campeonato a casa?

Es cierto que en cualquier liga, en la mayoría de los casos, los equipos campeones cuentan con un buen receptor, esto es algo indispensable, directamente proporcional a las victorias, guía y rector de los lanzadores, héroe anónimo y silencioso en muchas ocasiones, y los Industriales, en este momento, no lo tienen. Pero la actuación de sus lanzadores, a mi juicio, es demasiada escandalosa para apoyarnos en esta teoría y conformarnos con esta verdad a medias.

¿Cómo es posible que sus lanzadores solo avancen, como promedio, 3.44 entradas iniciando los partidos? ¿Quién explica por qué los contrarios le batean a sus abridores para 355 de average (470-167)?

Cuatro lanzadores abridores escogió Víctor Mesa en la tanda de refuerzos (Freddy Asiel Alvarez, Wilber Pérez, Yunier Gamboa y Jose R. Rodriguez) y ninguno de ellos ha podido ayudar a la causa azul en ese rol (1 victoria y 7 derrotas entre todos)

Equipo Industriales.
Equipo Industriales. FOTO: Marcelino Vázquez

Indudablemente hay un mal trabajo ahí, los prestigiosos Jose Elosegui y Rogelio García se han dormido en los laureles. ¿Qué están haciendo mal?, solo podemos especular desde la distancia.

El director de los azules Víctor Mesa tiene un gran dilema ante sí. Sabemos que no le tiembla la mano a la hora de cambiar lanzadores, conocemos de sus instintos y de sus estrategias sorprendentes, pero esta vez, tiene poca materia prima para su magia y el bull pen tampoco le ofrece garantías. Exceptuando a Eddy Abel García y a Jose Pablo Cuesta, que han sabido sortear con una calidad aceptable el ataque de los contrarios, todos los demás desfilan uno tras otro y se amontonan sobre estadísticas alarmantes.

Los fanáticos azules siguen acudiendo al estadio, la emisora provincial de radio continúa retumbando en la mayoría de los hogares capitalinos con la voz apasionada e incondicional de su comentarista estrella, la mayoría no quiere oír verdades y se esconde detrás de historias increíbles del pasado, de la estirpe azul, de la experiencia jugando play off, de las ansias y del destino, pero la mayor esperanza de los Industriales esta ahora mismo en los refuerzos que se avecinan, en esos tres claves refuerzos, puede ser su tabla de salvación, su agua en el desierto.

El béisbol no cree en milagros, con ese cuerpo maltrecho de lanzadores no se puede ganar un campeonato, en Cuba ni España. No importa que se incorpore su estelar receptor Frank Camilo Morejón, que el estadio Latinoamericano replete su capacidad, que se prendan tabacos y se hagan ofrendas religiosas, no importarán todos sus campeonatos ganados, ni el color del cielo ni el color del mar. Que vengan los refuerzos. Nos vemos en el estadio.

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