Vivimos en un mundo en el que hay muchos racistas, xenófobos y homófobos, en fin, mucha discriminación. Y no es porque exista una agenda que haga campaña y política alrededor de estos temas, sino por la actitud que tiene la sociedad al enfrentar nuestras diferencias.

El mundo es un polvorín de polarización, donde el que no sea igual a mí, no piense como yo o no represente mis intereses es mi enemigo. Desde esa intolerancia a posturas contrarias nace el odio. Existe en el fútbol, en la política, en la religión y en todos los sectores que habite un ser humano y, lamentablemente, no hacemos nada para corregirlo, sino que le echamos más leña al fuego. Justificar con cualquier argumento estos ataques de odios son excusas.

El último gran caso mediático de este odio es Vinicius. Es algo que pasa todos los días, pero no se le pone el acento hasta que no le sucede a una figura mundial.

El brasileño es un jugador peculiar. Lo primero de todo, es buenísimo; lo segundo es que es gambeteador, le gusta bailar, meterse con los rivales, usar el trash talking: un provocador en toda la regla. Es un jugador con mucho picante. El típico futbolista al que las aficiones le ponen el ojo. Al que hay que desestabilizar como sea para sacarlo del partido. Es algo que siempre ha pasado en el deporte y que seguirá sucediendo. Es parte del folclore del juego y que, además, lo enriquece. El problema radica cuando se traspasan ciertas barreras.

El deporte es un lugar que despierta pasión, emoción, unión, rivalidad, pero eso no nos puede llevar a convertirlo en un estercolero de lo peor de la raza humana. Es entendible que a cada campo que vaya Vinicius “lo ataquen” de alguna manera, pero lo que no puede ser es que la forma sea su color de piel ¿O es que el juego y las “provocaciones” de Vinicius sacan nuestro lado racista?

Se ha intentado justificar tales cánticos en cada campo de España con un argumento simplista: hay más negros en el terreno y solo a Vinicius es a quien se le ataca. ¿Qué pasa? ¿Qué hay que comportarse de alguna manera específica para que no se les insulte por su color de piel? ¿O es que, acaso ser negros los hace peores? Si alguien se lleva la luz roja es un irresponsable, no un negro o blanco. Si alguien se comporta mal en un bar, es un inadaptado, no importa de qué zona geográfica provenga. Pensar que hay razas, géneros, sexos, o etnias inferiores y que cometen errores por eso, es una barbaridad.

Cuando te metes con alguien por su color de piel no estas atacando a uno solo, sino a toda una comunidad. Los estas poniendo a todos en el mismo vaso, porque los estas juzgando, simplemente, por algo que comparten.

Ser negro o blanco no es una decisión, pero ser homófobo, racista, xenófobo o machista sí es una elección personal.

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La polarización ha llegado a tal extremo que también se justifica desde la bandera que defiendas. Frases como: ya había pasado antes, no es la primera vez, que aprenda a comportarse y otros lo han manejado mejor, dan un poco de vergüenza ajena.

Si sucedió antes es que no se ha resuelto el problema. Si otros lo manejaron de otra manera, perfecto, pero debemos que entender que no todos tenemos los mismos límites y que cada cual reacciona distinto. El problema no es la reacción del jugador, es el insulto. El agraviado es el que reacciona, no el que ataca.

El odio no es un tema de bufanda, es un problema de sociedad. Los ataques no pueden ser validados cuando los haga alguien de los míos, de mi equipo; tampoco, cuando provengan de un contrario. Simplemente, están mal y punto.

Debemos avanzar como sociedad, aceptar nuestras diferencias, tenemos que ser más tolerantes con lo diferente. Se puede convivir siendo distintos, no hay necesidad de odiar. La historia nos demuestra hasta dónde ha llegado la humanidad cuando lo que se ha impuesto es el odio y no la tolerancia y es el respeto.

Nos falta mucho camino para erradicar estos problemas, falta mucha educación, discursos más unificadores, agendas menos polarizadas, más castigo para los que de alguna manera impulsan el odio.

Si en Mestalla se cometieron actos racistas que se pare el juego y se cierre el estadio. Si sucede en el medio de la calle multas, juicios. Si sucede en una escuela corrección y educación. Nadie nace odiando: por desgracia, se aprende por el camino.

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Imagen cortesía de Bein Sports