El 8 de octubre de 1956 quedó grabado en la memoria del béisbol como el día de una hazaña: Don Larsen lanzó el único juego perfecto en Serie Mundial.
Esa tarde, en el histórico Yankee Stadium, 64,519 fanáticos se congregaron para presenciar un enfrentamiento de la Serie Mundial entre los Dodgers y los Yankees, dos equipos que dominaban la escena del béisbol en esa era dorada. En el montículo se encontraban dos lanzadores con trayectorias muy dispares, recuerda SABR.
Sal Maglie, con un asombroso récord de 108 victorias y solo 49 derrotas, representaba la fuerza de los Dodgers. Frente a él, Don Larsen, con un historial menos impresionante de 30 victorias y 40 derrotas, tenía la tarea de liderar a los Yankees. A pesar de su desempeño inconsistente en temporadas anteriores, Larsen se encontraba en una forma excepcional en 1956.
La noche anterior al partido, Larsen había expresado su confianza al periodista deportivo Arthur Richman, pues había vaticinado que vencería a los Dodgers y posiblemente lanzaría un juego sin hits. Esta bravuconería se materializó en una actuación increíblemente precisa y controlada.
Desde el primer lanzamiento, Larsen dejó claro que estaba en su mejor forma. Ponchó a los dos primeros bateadores, mostrando su dominio en el montículo. A medida que el juego avanzaba, el estadio vibraba con la tensión palpable. En la parte baja del cuarto inning, Mickey Mantle, una leyenda viva, conectó un jonrón que le dio a los Yankees una estrecha ventaja de 1-0.
Los Dodgers, desesperados por igualar el marcador, intentaron todo, pero la defensa impenetrable de los Yankees y el control magistral de Larsen les negaron cualquier oportunidad.
En la novena entrada, con dos outs y la multitud en vilo, el veterano Dale Mitchell se encontró en el plato. Larsen, con nervios de acero, lanzó una serie de lanzamientos impecables.
“Creo que sería seguro decir que ningún hombre en la historia del béisbol ha llegado al plato en un momento más dramático”, dijo el narrador Vin Scully.
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La tensión en el estadio era palpable; incluso los jugadores de los Dodgers estaban paralizados por el momento histórico que se desarrollaba frente a ellos. Cuando Mitchell hizo swing y falló el último lanzamiento, el estadio estalló en un éxtasis de emoción y asombro.
En el vestuario después del juego, Larsen, abrumado por la emoción de lanzar el juego perfecto en Serie Mundial, rindió homenaje a su mánager, Casey Stengel, quien había confiado en él a pesar de su historial irregular.
“Damas y caballeros, es el mejor juego jamás lanzado en la historia del béisbol”, dijo entonces Vin Scully.
La hazaña no solo quedó registrada en los libros de historia del béisbol, sino que también se convirtió en un símbolo de perseverancia y superación.
Esa noche, en el Yankee Stadium, Don Larsen no solo lanzó un juego sin hits, sino que también capturó el corazón de una nación apasionada por el béisbol, demostrando que incluso los menos esperados pueden lograr la grandeza en los momentos más cruciales del juego.
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