La medalla de plata apenas consigue enmascarar el problema. Cuba no ganó el flojo torneo de béisbol de los Juegos Centroamericanos de Barranquilla 2018 y tuvo que conformarse con la plata tras vencer este domingo a Colombia en el último día de calendario. Poco botín para quienes llevan cuatro meses concentrados en Series Especiales y cuyo único objetivo en tierras cafeteras era conseguir el oro.

Otra vez la ofensiva cubana llegó a la fiesta cuando el baile se estaba acabando. Una vez más ese equipo cubano de caras largas en el terreno de juego, ansioso y minimizado cuando encuentra hombres en las almohadillas, improductivo y cansado, despierta de súbito cuando las miradas de los aficionados se retiran decepcionadas de los estadios.

En Barranquilla el arranque fue ante los quisqueyanos, nicas, y colombianos, cuando ya el oro no dependía de nosotros.

Estos destellos demorados se han repetido una y otra vez a lo largo de estos últimos años en competencias internacionales y sirven para demostrar, más allá de la calidad individual de nuestros atletas, los grandes problemas psicológicos que afectan a los conjuntos cubanos en este tipo de competencias.

No hablamos de ganar o perder partidos, en un juego de béisbol cualquier cosa puede suceder, hablamos de lo que pasa en varios juegos de béisbol, consecutivos además.

La presión psicológica a la que están expuestos, los desastrosos pre-arranques de competencias, los deficientes sistemas de adaptación, sumado a la fatiga mental producida por largos entrenamientos, hacen de este equipo cubano una presa fácil en cualquier evento, no es la primera vez que un conjunto nacional termina los campeonatos sumido en una rebelión tardía. Sólo cuando la presión se va, emerge la verdadera calidad de los antillanos.

El equipo de Puerto Rico, ya desde el jueves se había proclamado, con su victoria ante Colombia, campeón de estos juegos Centroamericanos y del Caribe, y no es sorpresa, en ningún momento los especialistas internacionales dieron a Cuba de favorito para imponerse en este torneo: prestigiosos analistas como los de la cadena ESPN deportes, vieron en ellos un fuerte candidato para llevarse la corona, por sólo poner un ejemplo.

Sin embargo, a los nuestros se les manda a estos eventos bajo presiones, slogans políticos, y falsos favoritismos que no hacen más que hundirlos en frustraciones y privarlos de la verdadera esencia de un juego de béisbol: divertirse en el terreno.

El béisbol cubano —más allá de absurdos entrenamientos en Series Especiales, de veteranos convocados o malas selecciones, de direcciones estáticas e incomprensibles, y de improvisaciones en el terreno de juego— hace años se quedó tirado a un lado de la carretera, sin recursos y sin la humildad requerida para reconocer que, sobre las espaldas del estado y sin liga profesional, no podrá adelantar demasiado en busca del «Bellocino de oro» que un día alguien robó de sus vitrinas.

Partido de Cuba contra Nicaragua en el torneo de los Juegos Centroamericanos de Barranquilla 2018. FOTO: Tomada de La Nueva Radio Ya.

No obstante, si el estado y el gobierno cubano deciden seguir en su empeño de dirigir nuestras Series Nacionales como un teatro político, y continúan negándose —sin explicaciones coherentes— a las propagandas y comerciales de productos y firmas extranjeras o nacionales en los estadios y en transmisiones televisivas (que bien pudiera darnos un empuje económico importante), aún se pudieran hacer muchas cosas para tratar de rescatar nuestro prestigio internacional, bandera que actualmente que sólo ondea gracias a los jugadores que la han plantado en ligas profesionales foráneas.

Los aficionados se concentran en las cabezas visibles de técnicos y directivos, pero la gran realidad, a pesar de la incapacidad probada de muchos de ellos, es que sólo son la punta del iceberg de un problema mucho más grande y complejo que nos está carcomiendo los cimientos.

En los últimos cuatro partidos disputados en Barranquilla 2018 despertaron los bates cubanos. Pero fue, una vez más, es un despertar tardío; una reacción que, al menos en esta ocasión, nos sirvió para llevarnos el premio de consuelo que entrega un boleto directo para participar en los próximos juegos Panamericanos de Lima, Perú, pero no nos convence, no nos calma, y por suerte, no nos ciega.

Esperemos que ahora nadie venga a maquillarnos la situación con viejas verborreas y que el problema del béisbol cubano deje de ser plato de segunda mesa en banquetes oficiales. La clasificación para los juegos olímpicos está en una cuerda floja, y nuestro deporte nacional es cosa seria. Nos vemos en el estadio.