Muchas deudas tienen todavía que saldar el béisbol cubano y sus decisores para que la reciente declaración como Patrimonio Cultural de la nación tenga un significado pleno y no medio vacío, en un deporte unido como pocas cosas al alma de este pueblo.

La noticia de que este 19 de octubre el pasatiempo nacional ganó un título que merecía hace años, más que espacio en medios de comunicación, merece un debate en las peñas, en las calles y en cuanto lugar se necesite, para que la pelota sea, en verdad, esa expresión cultural libre que nos identifique a todos, aunque no la juguemos.

Este Patrimonio Cultural de la nación que hoy se ensalza es plausible, motivo de fiesta si se quiere para algunos, pero nos recuerda esos espacios oscuros que abundan, cubiertos por un velo sesgado de eminente carácter ideológico, que hacen que, muchas veces, el béisbol sea solo propiedad de algunos y no de todos.

Mientras se aplaude esta declaración llevada a cabo en el legendario estadio Palmar de Junco, frente a varias estrellas retiradas, los adeudos con la memoria histórica hacen que pierda su carácter inclusivo, aglutinador, necesario.

Osvaldo Vento Montiller comentó que con esta proclamación del béisbol como Patrimonio Cultural de la nación se salda una deuda con los seguidores de nuestro pasatiempo nacional, pero con palabras no todo está resuelto.

Hay “olvido”, ostracismo, sesgos, omisiones voluntarias e irrespetuosas que van vaciando de sentido todo el poder de una frase que se convierte en mero instrumento para construir una identidad incompleta de lo que es este juego para la nación cubana.

Mientras el Salón de la Fama, por citar un ejemplo, no sea de todos los peloteros que se fueron del país un día, siempre nos preguntaremos si es un Patrimonio exclusivo el que están construyendo.

Mientras Antonio Pacheco, Orlando Hernández o un día Yuli Gurriel y José Dariel Abreu no entren a un templo inmortal dentro de la isla, seguiremos preguntándonos si nuestra historia beisbolera está completa.

Hasta que todos los cubanos que aman el béisbol, que juegan en algún lugar del mundo, no tengan sitio -aunque sea simbólico-, dentro de este concepto que hoy se proclama, la frase seguirá rota.

Porque el actual, es un patrimonio cultural incompleto, sujeto a la voluntad de algunos. Mientras, seguiremos honrando a viva voz a nuestro deporte, y gritando cada jugada en cada estadio del mundo, porque el béisbol cubano es un sentimiento que nadie puede poseer o moldear con una declaración.

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