Después de incursionar en la natación como la mayoría de los niños que vivían cerca de la escuela Marcelo Salado en el municipio Playa, Alexander Malleta se fue a un terreno de pelota con solo siete años motivado por su hermano Tony, quien ya con 13 primaveras conectaba cuadrangulares y era observado de cerca por los profesores.

Allí, en Las Clavellinas, comenzó a aprender los fundamentos de este deporte y por su condición de zurdo y su estatura no pasó mucho tiempo para que lo ubicaran a defender la primera almohadilla.

“Mi hermano fue el principal impulso. Recuerdo que en aquel momento cuando éramos chiquitos que todo el mundo tenía un guante y una pelota y cuando comenzó a jugar el beisbol organizado me motivó. Él siempre tuvo más fuerza que yo al bate, tenía más poder, era más alto”, reconoce Alexander Malleta, quien varios años después se convertiría en el mayor jonronero capitalino en toda la historia del béisbol cubano.

Creció en un ambiente feliz, en una familia muy unida con la presencia de ambos padres que le enseñaron la importancia de la disciplina para enfrentar la vida, y que luego aplicaría para alcanzar sus metas en este deporte.

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Imagen cortesía de Hansel Leyva