Aún con la resaca de lo ocurrido dentro del octágono, Colby Covington y Jorge Masvidal siguen dando de qué hablar y, esta vez, no precisamente dentro del amparo de la UFC. Su más reciente confrontación en un restaurante de Miami ha reavivado una historia que no parece que vaya a tener un final feliz.

No es la primera vez que dos exponentes de los deportes de combate llevan sus diferencias a las calles y claramente no será la última, pero en este caso parece ser una situación más preocupante de lo normal. No se trata de la clásica propaganda para vender una imagen, aquí hay sentimientos encontrados que pueden terminar en sucesos más desafortunados que los vividos hasta el momento.

Cuando Covington ganó la pelea -hace un par semanas- dentro del octágono se autoproclamó “El Rey de Miami” y así lo ha plasmado en un cinturón que se mandó a confeccionar. Era lógico saber que esto no sería bien recibido por Masvidal, quien también reside en la “Ciudad del Sol”, así que estaba claro que lo sucedido en el restaurante de South Beach pasaría de un momento a otro.

Pero, más allá del elemento noticioso que genera un suceso de esta naturaleza, es bueno preguntarse, ¿Qué bien le puede hacer algo como esto al UFC? Cualquiera que apoye una actitud de este tipo está totalmente errado en su pensamiento.

La UFC ha vivido sucesos de esta índole en el pasado y, tarde o temprano, siempre han generado repudio. Aún queda fresco en la memoria el triste desenlace de la pelea entre Khabib Nurmagomedov y Connor McGregor cuando, al terminar la pelea, el ruso se fue a por los miembros del staff del irlandés en plena arena a modo de desquite por lo que tuvo que soportar antes de dicho combate de parte de McGregor y su entorno, algo que estuvo cerca de costarle el cinturón al oriundo de Chechenia.

Otro suceso desafortunado ocurrió en el 2010 cuando Josh Koscheck y Paul Daley se vieron las caras y donde Koscheck se llevó la victoria. Daley visiblemente frustrado le conectó un golpe a su rival luego de terminado el tiempo y esta actitud le costó su suspensión definitiva de la UFC.

Se trata de dos ejemplos rápidos que confirman que llevar las diferencias personales a los extremos nunca termina bien. Ahora Covington y Masvidal pretenden practicar cualquier cosa menos deporte y los espacios públicos de Miami parece que se convertirán en arenas de combate reservadas solamente para ellos.

Lo peor del caso es que no se avizora que las aguas se calmen, porque Covington es un provocador natural y Masvidal es un hombre que fácilmente pierde los estribos y esto empeora cuando ambos viven en la misma ciudad.

Hasta el momento la UFC no se ha pronunciado con relación a los hechos y quizás se estén demorando demasiado. Tarde o temprano, Dana White tendrá que asumir una postura para hacer uso de su poder e intentar lo máximo posible una reiteración de lo ocurrido hace un par de días.

Lo que sí está claro es que Colby Covington tiene que aprender que todo tiene un límite y que, por más que quiera, nunca va llegar a ser un segundo Connor McGregor.

Mientras, Jorge Masvidal tiene que comenzar a aprender de Kamaru Usman y hacer caso omiso de palabras necias. De lo contrario no se puede esperar nada bueno para el futuro, porque nada bueno se puede esperar cuando la policía local tiene que intervenir para frenar una riña de este tipo.

Todo parece indicar que Covington y Masvidal se volverán a ver las caras en el futuro. Esperemos entonces que sea solo dentro del octágono y no fuera de él.

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Imagen cortesía de Nivelazos