Con 20 años y mucha expectativa de futuro, Randy Arozarena tomó las riendas de su vida y se lanzó al mar con destino a México. Hasta ese momento, el mundillo del béisbol ignoraba que un desconocido pelotero cubano se convertiría, años después, en la estrella mexicana del Clásico Mundial de Béisbol.

En Pinar del Río, su equipo en la Serie Nacional cubana, Arozarena pasaba desapercibido. Luego de dos campañas con los Vegueros, trasladó su potencial a Mérida. Allí conoció el amor, uno para toda la vida, de los más sinceros que existe y marca la vida de cualquier ser humano…Con el nacimiento de su hija, llegaron también las oportunidades profesionales.

Casi tan rápido como su desplazamiento en el left field o su corrido de bases, Randy pasó de las ligas mexicanas al circuito MLB. Inicialmente como jugador de los Cardenales de San Luis y canjeado después a los Rays de Tampa Bay, la postemporada 2020 puso su nombre en boca de millones de seguidores de este deporte.

Mr. Octubre hizo de todo: correr, batear, fildear, llevar a su equipo a la discusión del título, pero lo más importante, conoció la derrota. Así y todo, su sonrisa jamás se borró.

El éxito continuó para Randy Arozarena hasta convertirse en un jugador Top de los Rays y referente ofensivo entre los cubanos de las Grandes Ligas. Sin embargo, ante la cercanía de un evento como el Clásico Mundial y la imposibilidad de jugar por Cuba, Arozarena se nacionalizó mexicano para poder vestir los colores de ese país.

Para ello solicitó directamente la acción del actual presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, quien concedió la ciudadanía al nacido en Mantua, bien cerca de las costas de Yucatán.

RANDY ROBBERY! #WorldBaseballClassic pic.twitter.com/gPd7XIWK9K

— World Baseball Classic (@WBCBaseball) March 21, 2023

A lo largo de estos años, a Randy Arozarena le tocó una dosis de realidad, el guion de una película de no ficción a la que se enfrentan los cubanos, peloteros o no: La migración, el hecho de rehacer su vida lejos de casa, la familia, los recuerdos. Cuando viste los spikes o sus características botas vaqueras, no parece Randy una persona que conoció el peligro, tuvo miedo, “volvió a nacer”.

Más bien todo lo contrario. Resulta un verdadero placer verlo firmar autógrafos a mitad de un juego en el jardín izquierdo, correr las bases como si se tratase de una final, con Tampa o con México. A Randy le da igual, porque disfruta y nos hace disfrutar el juego.

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