Corría la primera década del siglo XXI y un jugador acaparaba todas las miradas en el baloncesto cubano. Donqueaba (alley oop incluido), echaba canastas de tres puntos, robaba rebotes y tenía una puntería robinhoodiana desde la media distancia, en resumen, un crack que parecía importado de la NBA.

Por su apellido, idéntico al nombre de un personaje Looney Tunes, comenzaron a llamarle “el Gato”, coincidencias del destino para quien con saltos felinos, una visión de juego innata y sobrada capacidad para “arañarle” los marcadores a los contrarios a la hora cero, se convirtió en el mejor basquetbolista del país.

Georffrei Silvestre Hernández había alcanzado cinco títulos en la Liga Superior de Baloncesto (LSB) cuando, a finales de 2009, decidió “quedarse” en España junto a otros miembros de la selección nacional. Con 30 años recién cumplidos, el icónico 9 de Los Búfalos avileños dejaba atrás familiares, amigos y a Cuba.

«Lo que me empujó a tomar esta decisión tan difícil fue probar hasta dónde era capaz de llegar, pues en el torneo cubano no puedes desarrollarte al máximo, tienes un techo, al existir una sola liga. Por el contrario, en Europa, si no rindes lo suficiente te bajan de categoría y ello te obliga a entregarte en cada momento; además es innegable la mejoría económica que ofrece un contrato de este tipo», confiesa Silvestre a Play-Off.

Jugador de baloncesto Georffrei Silvestre lanza al aro
Georffrei Silvestre había alcanzado cinco títulos en la LSB cuando, a finales de 2009, decidió “quedarse” en España. FOTO: Thierry Benadda

Al principio, no fueron pocos los escollos que encontró como indocumentado, sin embargo, con el tiempo se abrió paso en clubes españoles de tercera (Plasencia Ambroz) y segunda división (Tenerife Rural). Luego intervino en República Dominicana (Cupes de Santiago) y México (Potros de Obregón) al más alto nivel, hasta que, desde hace tres temporadas, se estableció en el club francés Maubeuge. Por supuesto, ya no le dicen “el Gato”, ahora le llaman “le Chat”.

En la temporada 2014-2015, el ala-pívot (2,02m) titular del Maubeuge promedió nada menos que 23 puntos y ocho rebotes por partido, para ubicarse sexto entre los máximos anotadores y onceno en recuperaciones bajo las tablas. No obstante, su equipo quedó a un paso de salir de la tercera división, aun cuando los pronósticos colocan a este club entre los fuertes candidatos a escalar a segunda.

«Es muy duro cuando pasas de estar entre los mejores de tu país a ser uno más. Imagínate, tienes que empezar de cero, chocar contra rivales más fuertes de lo acostumbrado y ajustarte a un estilo de juego que en nada se parece al tuyo. El clima también te choca, yo no he logrado adaptarme al frío; el idioma lo he mejorado bastante, aunque en un inicio pasé trabajo. Los europeos son muy cerrados a la hora de socializar, nosotros somos de ritmo caribeño y eso se extraña mucho».

Todavía permanece intocable el récord de ¡60! puntos para un partido, tras reestructurarse el campeonato cubano. Lo logró contra Cienfuegos en el Torneo de Ascenso el 10 de septiembre de 2005, en una fecha que también anotó 22 unidades en un cuarto, marca igualada tres años después por William Granda. «Recuerdo que me sentía a tope, pero lo que más me enchufó fue que un amigo me dijo antes de comenzar el juego que no pasaría de los 30 tantos, y le respondí “ahora van a ser más de 40”, y se empezó a reír. Ni yo pensé que echaría tantas canastas, y eso que me faltaron siete minutos por jugar del último cuarto, porque el entrenador dijo: “basta ya”».

A pesar del tiempo y la distancia, Georffrei no olvida las veces que compartió la cancha con Yoan Luis Haití, Michael Guerra, Granda, Yunier Pérez, entre otros, en esa maquinaría de encestes llamada Ciego de Ávila. «Allí crecí como jugador y como persona y logré el tope de mi carrera deportiva. Les agradezco a Los Búfalos infinitamente, en especial a los entrenadores Omar García y Rogelio del Sol, quienes fueron mi mayor escuela».

No pocos voleibolistas y boxeadores han declarado que una de las causas por las que han abandonado el país es por desmotivación. Manifiestan que las mejores atenciones van dirigidas al béisbol, sin importar el sacrificio que se haya invertido para lograr una medalla. Sin embargo, Silvestre no comparte del todo este criterio.

Georffrei Silvestre en la tercera división de la liga de baloncesto de Francia
Desde hace tres temporadas, «el Gato», se estableció en el club francés Maubeuge. FOTO: Thierry Benadda

«Tuve el placer de estudiar en el Centro de Alto Rendimiento Giraldo Córdova Cardín de la capital, la mejor escuela deportiva del país, y el trato era similar para todos. Por supuesto, se atendía mejor a los medallistas olímpicos y mundialistas, pero eso es normal, porque en la vida las cosas hay que ganárselas.

«Con respecto a los peloteros, es cierto que son los que más se hospedan en hoteles y demás, pero hay que tener en cuenta que se trata del deporte nacional y lo que están haciendo no es nada extraño, se lo merece cualquier deportista».

En estos momentos, Cuba da pasos —pequeños, pero pasos al fin— en la inserción de atletas en ligas foráneas, aunque del baloncesto solo se han escuchado rumores como las contrataciones de Jasiel Rivero y Granda, entre otros, en Uruguay. «Si hubiese tenido esa oportunidad, quizás aún me encontrara en mi país. Estoy contentísimo con la noticia, yo quisiera ver a cubanos de todos los deportes en las ligas del mundo demostrando que tenemos mucho que ofrecer. Ojalá y los baloncestistas puedan jugar en Europa y, por qué no, en los Estados Unidos».

Durante las casi tres horas de diálogo (Silvestre texteaba con la mano derecha en su celular, mientras con la otra cargaba a su pequeña Nayeli) pude comprobar que poco ha variado su forma de ser. Sigue siendo aquel muchacho que cambió los potreros de su natal municipio de Bolivia por los tabloncillos de la ciudad. Y ante la interrogante de si estaría dispuesto a integrar la selección nacional si lo convocasen, no dudó en responder: «me encantaría representar a Cuba».

Silvestre lleva más de un lustro lejos de los aros nacionales y, desde entonces, el título de mejor basquetbolista de Cuba se lo han repartido Granda, Allen Jemmont, “el Papa” Haití, y ahora el jovencito Rivero; pero en lo que coinciden aficionados, jugadores y especialistas es que «como “el Gato”, nadie».