El árbitro Tim McCaffrey, con los zapatos llenos de tierra y cara de susto, corrió a las gradas junto a sus colegas Lou DeLuise y Alex Hardin, luego de decretar el forfeit y “arrancar” la posible sexta victoria cubana en la Liga Canam, esa que, por cierto, no tenía absolutamente ninguna trascendencia en el ya desastroso resultado final del equipo (5-16).

En el Palisades Credit Union Park, los colegiados revirtieron el veredicto de una jugada de apreciación, quizás el mayor pecado que han cometido en sus vidas, a juzgar por la reacción de la dirección de Cuba, la cual, si tenía argumentos de razón en el reclamo, los perdió por la actitud grosera e irrespetuosa de sus miembros.

El mentor Roger Machado y sus gregarios Víctor Mesa, Mario Vega y Ramón Rodríguez, en una franca demostración de impotencia, lanzaron tierra con sus pies a los árbitros, ofendieron con el lenguaje universal de la violencia y rozaron el enfrentamiento físico con una sarta de provocaciones más propias de peleas callejeras.

No relataré todo lo ocurrido porque las imágenes que han llegado son bastante explícitas, pero un análisis nos indica que Roger tenía motivos para estar molesto, porque, según sus propias palabras, en el congresillo de la lid se había acordado que los árbitros no podrían revertir decisiones en jugadas de apreciación, y justo eso fue lo que hicieron McCaffrey y compañía.

Víctor Mesa
Víctor Mesa. FOTO: Captura de pantalla

Ahora bien, todo nace por una mala decisión de Yoelkis Céspedes, quien no se deslizó en segunda y al llegar de pie empujó o desbalanceó al camarero con su mano derecha, lo cual sí constituye interferencia de acuerdo a las reglas del béisbol: “acción del equipo al bate la cual interfiere con, obstruye, impide, estorba o confunde a cualquier jugador a la defensiva que intenta realizar una jugada”

Con la diferencia de una carrera, y teniendo en cuenta que el granmense representaba el empate, debió atacar la base como indican los manuales básicos, pero al cometer un error de principiante solo desencadenó un desastre. Entre las múltiples declaraciones que han dado los cubanos a los medios, solo Noelvis González, manager de Holguín en la Nacional y preparador físico en esta gira, reconoció la falla del patrullero.

En el resto de los mensajes, Machado acuñó que se trató de una injusticia de los árbitros, quienes no mostraron ni ética ni profesionalidad, pero en honor a la verdad, ellos sí tienen el derecho de reunirse en caso de dudas con una jugada. Así ocurre en cualquier liga del mundo, incluso en la cubana, solo que en nuestros dominios rara vez los “hombres de negro” deciden confrontar sobre una decisión apretada.

Por supuesto, sería de necios tapar el sol con un dedo. Si consideramos esa jugada como interferencia, debemos decir que el árbitro Tim McCaffrey se equivoca de inicio al no decretar out a Céspedes, lo cual provocó la protesta de la dirección del Rockland, la posterior reunión de los colegiados, la reversión del veredicto y las acaloradas discusiones con los cubanos, que incluyó la expulsión de Machado.

Este hecho en específico fue un detonante con C-4, porque el avileño, en 5.7 segundos de conversación, no tuvo tiempo de insultar a nadie como para ser mandado a las duchas. Los agravios vinieron después, y fueron excesivos y desagradables, muy lejos del reflejo que deberían transmitir los mentores de un equipo que representa a todo un país.

Machado enfatizó en sus declaraciones que el arbitraje de la Canam no se corresponde con la calidad de la liga, algo que es perceptible a simple vista. El hecho de que solo haya tres colegiados por partidos y que no exista ninguna opción de revisión del video habla a las claras de que el nivel está por debajo.

Por esos que cometieron faltas graves siento particular respeto, pues de alguna manera han estado vinculados a los equipos más ganadores de los últimos años en el clásico doméstico y han formado parte de los colectivos técnicos de equipos nacionales, pero nada justifica su actitud, su incitación a la violencia que, afortunadamente, ninguno de los peloteros imitó.

He escuchado y leído a algunos colegas que afirman, con total dominio de causa, que en MLB y el béisbol occidental de manera general, han existido incidentes mucho más violentos, por lo que no debemos impresionarnos ni tomar a la tremenda el altercado de los cubanos, a fin de cuentas, en las Grandes también se fajan, y de verdad.

Roger Machado
Manager cubano Roger Machado. FOTO: Captura de pantalla

Todo ello es cierto, pero lo más preocupante es que se utilice este ejemplo como la más banal justificación de lo ocurrido en el Palisades, y no seamos capaces de profundizar y darnos cuenta de que, entre tantas cosas que tiene la pelota profesional, si algo no deberíamos importar hacia nuestro país es la violencia.

Desafortunadamente, la despedida de la gira por el circuito norteño se empañó sin necesidad y, a mi entender, como consecuencia del propio desastre interno que existe en nuestra pelota. En la Serie Nacional se ha tirado tierra, agua, se han escupido a los árbitros, jugadores han intento matar con un bate a un rival o a un colegiado, y las sanciones jamás han estado en correspondencia con los actos.

Tal vez por eso Machado, Víctor y compañía sacaron pecho como en los típicos encontronazos de un barrio, y tiraron tierra como Kwame, el mulato de la serie animada “Capitán Planeta” que tenía el poder de la tierra. O más simple, tal vez ellos no entendieron que protestar por el robo de una posible sexta victoria no tenía sentido, el ridículo iba a ser el mismo con seis éxitos que con cinco.