A veces creo que los cubanos le pedimos demasiado al béisbol, a nuestro pobre béisbol… Ya no solo queremos seguir en la élite mundial, que no es poca cosa: queremos encima que consiga en tres días lo que no hemos logrado en más de medio siglo, esto es, ponernos de acuerdo…

En tal sentido, el recién concluido Clásico Mundial de Béisbol sirvió para despertarnos del sueño de que aún somos una potencia global en pelota, con todo y ese cuarto lugar, que cada cual interpreta como le conviene.

Esa idea de que éramos el mejor equipo del mundo, que nos la creímos en serio, se remonta a los años 80’s, cuando el Cuba abusaba de sus rivales en todos los torneos internacionales que disputaba. Pero incluso los más obtusos sentían que la certeza nunca sería completa hasta que nos probáramos con lo mejor de Estados Unidos. No contra una buena banda de universitarios, ni contra una organización como los Orioles de Baltimore, no… Un equipo de estrellas como Dios manda.

Imaginar algo así era una utopía hace unas décadas, y no solo porque no existía un evento que propiciara un duelo entre profesionales y amateurs. Quizás los que movían los hilos de la pelota en Cuba -que sí veían Grandes Ligas- sabían que no saldríamos bien parados en esa hipotética aventura.

Ojo, que no estoy poniendo en duda la calidad de aquella generación de peloteros cubanos que no pudieron o no quisieron probarse en las Mayores. Pero eso no quita que, visto lo visto, tenga razones para creer que cualquier selección de “bigleaguers” hubiera vencido sin problemas a nuestros trabucos de hace 20 o 30 años.

Juego Cuba vs USA en el Clásico: así se vivió dentro y fuera del estadio

Además de esa joya de final entre Japón y EEUU, a este Clásico habrá que agradecerle que nos despejara de una buena vez las dudas sobre el nivel real de la pelota cubana, en comparación con la que se juega en el país donde se inventó el béisbol. Por favor, ni una especulación más. Vivamos en paz con eso…

Es verdad que este no fue el mejor Cuba posible, y que a este Estados Unidos se le podía ganar (viva México cabrones), pero lo que vimos en Miami el ya histórico domingo 19 de marzo, dentro y fuera del terreno, para mí fue el testimonio del gran desfasaje que nos lastra como nación, en pelota, en política y en la vida.

Porque, y vuelvo aquí al inicio de este intento de reflexión, le pedimos demasiado al béisbol, cuando el problema no es la pelota, si no nosotros. En serio… ¿qué se imaginaban qué iba a pasar al día siguiente del partido contra Estados Unidos, independientemente del resultado? ¿Alguien de verdad esperaba que algo cambiara?

Al final, con todo y los triunfalismos, las peripecias del Team Cuba en este Clásico dejaron a una nación cada vez más dividida e intolerante, más aferrada a los criterios propios, menos empática y sin mucho margen para un diálogo que, al parecer, no le interesa mucho a quienes cortan el “bacalao” en ambas orillas del charco.

Si no le pedimos peras al olmo, tengamos el tino de no pedirle milagros al béisbol…

Cácher de bullpen de equipo Cuba no regresa del Clásico Mundial

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Imagen cortesía de Getty Images
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