El deporte es uno de los figurantes diplomáticos que más fuerza tiene en la historia. Es un código en común que comparten todas las naciones del mundo. Es un solo lenguaje, vivencias compartidas, un mismo sacrificio. Es una conexión global que quizás solo la música pueda igualar o superar.

El martes 15 de octubre, por primera vez de manera oficial, la Selección Nacional de Fútbol surcoreana cruzó el paralelo 38 en dirección a Pyongyang. Ya en 1990 las escuadras del norte y el sur se habían enfrentado en un amistoso en la misma ciudad.

Este partido no era cualquier juego, de hecho, medios de todo el mundo le apodaron el partido del siglo. Fue el tercer encuentro de la etapa clasificatoria rumbo al Mundial de Fútbol de Qatar 2022.

Sucede que ambas selecciones iban de líderes en su grupo con dos victorias en dos partidos y este choque se convirtió en un hito estratégico a la hora de acumular puntos para la clasificación directa.

Solo con esa información y el morbo que genera Corea del Norte y su secretismo rojo, la audiencia estaba garantizada a nivel global. Pero el régimen de Kim Jong-un no tiene, al parecer, sentido del espectáculo. Y cerró las puertas del gran estadio Kim Il-sung (con capacidad para más de 50 mil invitados) a espectadores y medios de todas las latitudes. Dicen que Gianni Infantino consiguió un “salvoconducto”, junto a otros pocos afortunados.

No hay nada mejor que un país destruido para mover influencias. El conflicto coreano fue una puesta en escena, un experimento de la Guerra Fría, una competencia entre dos mundos: el de los hombres que a través de la ideología creen tener un mensaje único y divino; y otro dirigido por el individuo que no teme al fracaso y a su instinto natural de libertad creativa. En el medio, miles de familias divididas desde 1945.

Futbolistas de Corea del Norte

Con el paso de los años y el poder resumido en la familia Kim, la situación de los derechos humanos en el norte se ha convertido en una zona negra para la humanidad. Su condición beligerante contra al sur y el desarrollo de un programa nuclear se han incrustado en el pulmón de Asia.  Muchas organizaciones internacionales han intentado mejorar las relaciones entre los dos países y suavizar la carga de un conflicto que sobrepasa la caída del Campo Socialista y la dispersión de sus demonios.

En este clima compitieron el 15 de octubre el norte contra el sur. El partido, que acabó cero a cero, fue seguido por unas lacónicas publicaciones en las cuentas de Twitter de la FIFA, la Federación Surcoreana de Fútbol (KFA) y la Confederación Asiática (AFC).

No es necesario repetirle al mundo qué pasa con los países que se exponen a las órdenes de una familia, mucho menos a los cubanos. La historia de la Corea roja es la misma que la de Cuba hace 60 años. La historia de Corea del Sur es la misma que la de los cubanos en el exilio. No hay mucha información sobre Corea del Norte y todos sabemos que pasa con los gobiernos que ocultan información y limitan la prensa libre. No es necesario explicar con estadísticas, proyectos de investigación, ni documentales qué sensación deja para un pueblo apostar por el empoderamiento vitalicio de sus líderes.

Con solo decir que, en el norte, el gasto militar representa el 25% del producto interno bruto y casi la totalidad de los hombres deben pasar servicio militar y que, debido al colapso de los Soviet, el país sufrió hambrunas a finales de los 90, la cual, causó un fuerte descenso en la esperanza de vida de sus habitantes, pues ya tenemos todo. Aquí todo está dicho.

Seguramente los futbolistas del norte cantaron más alto que nunca el himno. De igual forma, en los próximos meses, habrá escasez de pintura roja en la capital norteña. De por hecho que los Kim y sus innumerables formas de ilustración estuvieron más coloridas que nunca. A lo mejor por esa tensión en que a veces nos sumerge la ideología y la política, fue que ocurrió una pequeña pelea entre ambos equipos, la cual terminó con la amonestación del lateral norteño Ri Yong-jik. Cuando Pyongyang entregue el DVD del encuentro, el mundo tendrá respuesta a sus inquietudes.

Pero, más allá de la parafernalia propagandística norcoreana, ojalá algún triste personajillo de la élite convencida del régimen se pregunte si valió la pena el camino de la separación y el ostracismo. 

sueños del paralelo 38
Sueños del Paralelo 38. Foto: Autor

Ojalá los minutos hayan funcionado como gota de apertura en cada ojo lavado por la ideología. Ojalá los primos del sur les hayan podido comentar a los del norte sobre los avances que trae para un país el desarrollo individual de sus ciudadanos. Ojalá los que no pueden salir de Pyongyang hayan encontrado la forma para hablar de la miseria económica y espiritual, a la cual se llega, cuando se acepta de forma pasiva la intolerancia, la represión, la falta de derechos personales y la imposición a una ideología o un hombre.

Ojalá los deportistas del norte puedan hablar de cuanto duele convertirse en una herramienta de adoctrinamiento ideológico, en un militar que no puede desertar de las tropas, en un sirviente, en un esclavo, en un desecho histórico que solo los muertos quieren revivir, en un olvido que solo se pregunta, si su vida y su talento pudo ser empleado en otra cosa.

Ojalá los primos del norte le puedan revelar a los del sur, qué se siente, ver a tus padres sacrificados, tirar la toalla, y arrojarse a la inercia de la supervivencia sin alzar la voz. Ojalá puedan hablar sobre el castigo a periodistas, artistas y activistas que solo están ejerciendo su derecho a vivir y pensar con libertad. Ojalá puedan hablar sobre los muertos cruzando la frontera.

Quiera Dios que hablen sobre los cortes de electricidad, el transporte, la alimentación, la vivienda, la medicina y el sistema de educación.

Ojalá puedan hablar, sobre los valores, sobre la pérdida de su cultura por los dictados de un Ministerio o un Partido Político.  Ojalá hablen de la sensación que da no volver a ver a un amigo, o del daño irreparable que deja ver a tu mamá partir hacia la emigración.

Unos se llenaron de sufrimiento y miseria y otros encontraron la prosperidad que les permite añorar el abrazo de sus seres más queridos. Son nobles sentimientos que jamás encontraron respuesta.