Mientras los guerreros tuneros a golpe de hacha siguen haciendo leña los planes y los deseos de muchos, y barren sin piedad a las alicaídas avispas santiagueras, el decano de los equipos de nuestra Serie Nacional, el mítico Industriales, los sigue a tiro de ojo.

Por otro lado, los Vegueros de Pinar del Río se aferran como pueden mientras llega el oxígeno de los refuerzos y los cocodrilos matanceros, ocultos en el pantano de las dudas, cuidan con recelo la entrada al selecto grupo de los asegurados para la próxima etapa del campeonato.

Felices los cuatro, y nadie se acuerda del principio bíblico, tan común en estas estructuras nuevas, de ¨los últimos serán los primeros¨, nadie repara en el hecho que ni Las Tunas, ni Matanzas, ni Víctor Mesa han ganado jamás un título para sus vitrinas y Pedro Luis Lazo es tan verde como las vegas de tabaco que le dan nombre a su equipo.

Desde tiempos del cacicazgo de Cueibá y pasando por la fiereza y el arrojo de Vicente García y su tropa mambisa, al territorio de las Tunas le han sido esquivos los reconocimientos en la historia de nuestra nación, como le han sido esquivos también, los títulos de campeón en nuestras series nacionales, 36 apariciones sin la sombra de una corona y jamás han quedado entre los cinco mejores, he ahí la noticia, la duda y la euforia de sus aficionados.

Víctor Mesa ha pintado de azul graderías y, una vez más recoge del fango cuerpos de lanzadores, guantes rotos y bates dormidos, los arregla a mano, y los pone en altares venerados, engorda numeritos, y atrae, como férreo gladiador en coliseo romano, todas las miradas que lo rodean.

Pinar del Río vs. Industriales.
Pinar del Río vs. Industriales. FOTO: José Raúl Rodríguez Robleda

Durante catorce temporadas, «la explosión naranja», ha sido el héroe del cuento, el que se lleva los titulares y los asombros, el que repara sueños y tatúa récords en los libros. El que se lleva también las críticas y las piedras en el capítulo final, el villano, el que rompe con los pies todo lo que hace con sus manos.

Ahora sus parciales están exaltados, no quieren ver la espada de Damocles que blande sobre su cabeza, ni recuerdan que doce veces, su timonel, se ha quedado entre segundo y tercero. Desvían la mirada y espantan espíritus malignos que susurran en el aire recordando sus 73 juegos perdidos en play off y su muerte eterna en la orilla, siempre, siempre, siempre… ¿Se podrá escoger de refuerzo un nuevo director?

Si hablamos de cocodrilos, la historia no puede ser más triste, 31 veces con el glorioso nombre de Matanzas en el pecho, sin trofeo alguno, hijos de la maldición, del desespero y del cansancio de sus parciales, movidos por fuerzas divinas o poseídos por demonios desgraciados, siempre abandonados a su suerte año tras año, decepcionantes in extremis, hasta el cansancio.

Pedro Luis Lazo es un ganador, fue un lanzador de élite, le sobra el coraje y los deseos, su arma es la estirpe y su historia, no sabe perder, no entiende de derrotas, es su naturaleza. En los últimos días su tropa está dando tumbos, se le nubla la vista y la mente mientras sus aficionados ya han prendido la luz de alerta en sus asientos. Novato de pura cepa, las dudas llueven y las personalidades traicionan.

¿Felices los cuatro? Nos vemos en el estadio.

Imagen cortesía de Ricardo Lòpez Hevia