Son tiempos difíciles para nuestro deporte nacional, tiempos de derrotas inexplicables en arenas internacionales, de envejecimientos prematuros y de enfermedades que se antojan crónicas. Nos hemos quedado detenidos en el espacio, aferrados a métodos y estrategias improductivas, psicológicamente enfermos y seguimos tirando piedras a ciegas para el estrecho de la Florida, justificando —con los ojos vendados— las epidemias que nos aquejan, mientras antídotos y brebajes milagrosos duermen tranquilos dentro de nuestras propias fronteras.

Ahora llegan los play offs: mágico conejo que sale del sombrero de la Comisión Naciona, aire puro que nos llena los pulmones, pan y circo para las masas hambrientas de béisbol, espacio ideal para que fanáticos incondicionales (y hasta conscientemente engañados) liberen sus pasiones y sueñen con futuros gloriosos aun lejanos.

Ya están ahí y habría que levantar un altar para venerar a cocodrilos y leñadores por haber cargado en sus espaldas el saco privilegiado de la vergüenza deportiva, del entrenamiento serio, del estudio, del profesionalismo y de la entrega incondicional. Ambos conjuntos le han dado una lección al resto en medio de pandemias nacionales, desmontando el mimetismo y la incapacidad, dejando en ridículo a llorones y oportunistas.

Los matanceros, con su record de 33 victorias para una segunda fase y sus dos años seguidos llegando a más de 60 victorias —algo que no ocurría desde hace casi 50 años—, han asegurado podio por séptima temporada consecutiva, algo jamás logrado por equipo alguno desde que existe esta estructura de 16 elencos.

Los tuneros, por su parte, han mejorado su actuación histórica: de ser un equipo que jamás había terminado entre los cinco primeros del campeonato, ahora ya están entre los cuatro grandes.

En ambas plantillas vale la pena dedicar un aplauso para sus preparadores físicos, capaces de mantener la forma deportiva sin fluctuaciones importantes durante toda la campaña; para sus psicólogos y entrenadores de bateo, quienes lograron que sus pupilos fueran los dos equipos que mejor batearan con corredores en circulación (MTZ .320, LTU .325); y sobre todo, punto clave en el resultado final, para los coach de lanzadores.

Los abridores de ambas novenas son los que más entradas caminan, esto es determinante para disfrutar de un bull pen fresco y productivo (LTU 5.46 entradas por juego, MTZ 5.96); además, compilando todos sus lanzadores, son los que más ponches propinan por bases por bolas (LTU 1.53, MTZ 1.81); y, por último, y no menos importante, son los dos únicos equipos de la serie que pueden exhibir un cuerpo de picheo que trabaje para un WHIP promedio, teniendo en cuenta los estándares internacionales (LTU 1.37, MTZ 1.33).

Pero en los play offs, todo es borrón y cuenta nueva. Los leñadores entrarán en un mundo desconocido donde las tensiones son clavos oxidados que salen desafiantes de la arcilla y la grama, y la inexperiencia puede ser un humo místico e invisible que duerme bates y pelotas. A partir de este momento tendrán que demostrar su valía chocando en las semifinales contra los siempre peligrosos Industriales, que, aun zigzagueantes y desmejorados, son dueños del coliseo más grande de Cuba y gozan de la afición más desestabilizadora e imponente jamás vista en esta Isla, capaz de convertirse en un jugador extra en la mayoría de las ocasiones.

Los cocodrilos tendrán la oportunidad de comerse frio el plato de la venganza. Los actuales campeones granmenses hicieron merito a costa de ellos mismos en la temporada pasada y se preparan para soltar su caballería en los pantanos para defender su título con dignidad, robustecidos con la entrada del mejor pelotero de nuestra liga en la actualidad: Alfredo Despaigne, quien seguramente será fuerza motivadora capaz de hacer añicos razones y vaticinios.

¿Pronósticos…? Solo unos locos, unos apasionados o unos fanáticos incondicionales se atreverían, ahora mismo, a aventurarse dentro de esos mares tormentosos. Las apuestas están congeladas hasta el día 28 de diciembre a las 7 de la noche. La elección de los tres refuerzos finales por conjunto podrá inclinar balanzas y unificar profecías, pero hay que esperar.

Entre los aficionados se manejan muchos nombres y variantes de posibles candidatos, pero a todas luces serán los lanzadores los más afortunados. Sin embargo, siempre hay que acotar sobre el peligro o el doble filo que pueden tener estas últimas armas que llegarán aparentemente como un regalo de dios para todos los contrincantes.

Ahora ya no hay tiempo para integrarse, para aclimatarse o para adaptarse a dinámicas grupales, los refuerzos ahora mismo pueden ser un ente desestabilizador y provocar rupturas de engranajes o atascamientos colectivos si los psicólogos o el mismo director no hacen un buen trabajo en el conjunto. Hay que escoger con pinzas y actuar con cautela, de lo contrario se puede destruir en siete partidos la labor de todo un año de trabajo.

El beisbol cubano esta por recibir la bocanada de oxígeno que todos los años lo mantiene vivo, ¿Quién ganará el campeonato?, me atreveré a pronosticarlo el día 28. Nos vemos en el estadio.