La venganza es un plato que se sirve frío.

¿Qué pueden haber sentido los matanceros estos días en el Victoria de Girón? ¿Qué placer morboso se extendió por las gradas, las calles y los hogares yumurinos, con esta inobjetable victoria contra los azules de Víctor Mesa?

La ciudad se paralizó completamente (casi 40 000 aficionados en dos días asistieron al estadio), tengo reportes que hablan de calles vacías y jornadas laborales interrumpidas. Una mezcla de venganza consumada y de agradecimiento lo inundó todo, estallaron las congas y las algarabías más puras.

En Matanzas, los dioses del béisbol han hecho justicia. El hombre que sacó a los matanceros del fondo pestilente de las tablas de posiciones, el mismo que les prometió villas y castillas, el que los despertó del gran letargo y los hizo soñar con trofeos impensables, con glorias eternas y con coronas de laureles, ha quedado hundido en la burla colectiva y en la humillación que trae la derrota; hundido en el mismo fango donde, hace menos de un año, los abandonó a su suerte, tirados a la buena de dios, desmoralizados ante los ojos de miles de aficionados.

Este semana Víctor Mesa regresó a tierras yumurinas al mando de tropas supuestamente invencibles, cabalgando sobre leones históricos y hambrientos, escoltado por renegados que aman el color azul de la capital, y por los bombos y platillos de la prensa que lo adula y calla sus puntos oscuros.

Pero los Cocodrilos han jugado su pequeña serie mundial en el Victoria de Girón; una Serie Mundial de la vergüenza y el decoro, del orgullo y la venganza, una que no podían, bajo concepto alguno, perder en el terreno.

Es una mueca grotesca del destino, no son cuervos negros que sacan los ojos de quien los cría, sino cocodrilos heridos que muerden la mano de quien los alimentó, y luego los abandonó sin miramientos.

Ahora todos se preguntan qué le pasa a Industriales, por donde quiera que se mire hay un bache, un punto débil. El equipo batea colectivamente solo para .222 en los últimos 11 partidos, y lo hacen aún peor con hombres en las almohadillas (.205), solo han robado tres bases y sus lanzadores no responden, ninguno.

Si hablamos de sus refuerzos, nos encontramos con un desastre total: entre todos los pitchers escogidos de la bolsa han lanzado 26 entradas, han permitido 24 carreras (8.30 PCL), los contrarios le producen para un escandaloso .348 AVE (109-38), dan más bases por bolas que ponches (19-12), no han logrado ganar un solo partido y ya tienen cinco derrotas.

Para eso solo hay una palabra: desastre.

Por si fuera poco, las alineaciones cambian todos los días, las funciones de los lanzadores no están muy claras, nadie entiende el orden al bate y en la banca hay un hervidero de dudas y faltas de garantías.

Como hace poco menos de un año, Víctor Mesa abandona Matanzas. Pero esta vez no está solo, carga sobre sus hombros la palabra empeñada y el compromiso con sus nuevos seguidores. De los predios del Victoria de Girón los Industriales huyen a la desbandada, desteñidos y descamisados, generando comentarios de posibles rupturas internas, desmoralizados y, definitivamente, desunidos e inconformes con métodos y estrategias.

Ante tal panorama, luego de “reforzarse”, uno bien podría preguntarse ¿qué necesita Industriales, acaso un director de refuerzo? Nos vemos en el estadio.

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