Hay una pregunta que me atormenta desde hace meses. Con los juegos Centroamericanos y del Caribe Barranquilla 2018 a punto de comenzar, y teniendo en cuenta el estado actual del movimiento deportivo cubano, aún no consigo responder con certeza la única interrogante que me plantea el evento: ¿podrá Cuba ganar una vez más el medallero de nuestros juegos regionales?

No se trata de pesimismo. A los cubanos lo único que no nos falta es la fe. Por casi seis décadas hemos tenido fe en una sociedad mejor, fe en un modelo económico próspero, fe en la igualdad social, fe en el mejoramiento humano, fe en la sapiencia de nuestros líderes y en su compromiso con su pueblo. Pero ya sabemos a dónde nos ha llevado tanta confianza.

En ese tiempo, amén de los fiascos, hubo algo de lo cual podíamos sentirnos satisfechos: el país era imparable deportivamente hablando. Cuba arrasaba sin contratiempos en torneos de béisbol, comandaba las tablas de posiciones en eventos múltiples regionales y plantaba cara en citas estivales. Eran tiempos de gloria, y algunos ni siquiera lo sabían.

Esos años, los de la fe y los de la gloria deportiva, han quedado atrás.

Ahora, con la próxima cita centroamericana tocando las puertas, la delegación cubana asistirá a Barranquilla apostando más por la historia que por la calidad de nuestro deporte. Siendo justos, esto no sucede solo porque vayamos en franco descenso, sino porque países como México y Colombia han elevado mucho su calidad.

Un simple repaso por los medalleros de las últimas ediciones en las que Cuba ha participado —recordemos que los nuestros no estuvieron presentes en Mayagüez 2010 y San Salvador 2002— basta para comprender que, si bien los cubanos no han dejado de ganar ninguna de sus últimas diez incursiones, la producción de medallas de oro ha ido en descenso en los últimos tiempos. Y los títulos son los que definen el tope de la tabla de posiciones.

Medallas de oro obtenidas por Cuba y México en las últimas diez participaciones de la Isla en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Ilustración: Néstor Blanco / Play-Off Magazine.

Al mismo tiempo, México, quien ha sido desde 1970 el eterno «segundón» de Cuba, ha conseguido aumentar cada año su cantidad de medallas de oro, al punto de que en la pasada edición de los Juegos, organizada por los aztecas en Veracruz (2014), los cuates apenas quedaron ocho preseas doradas por detrás de la «invencible» armada cubana.

A esto se suma que, cada vez, nos van quedando menos asideros. En los deportes colectivos, donde Cuba era un bastión inexpugnable, ahora solo nos queda —como apuesta segura— la selección masculina de balonmano, que se ha recuperado con la inserción de casi todos sus integrantes en las diferentes ligas europeas. El resto es una verdadera incógnita: el equipo de béisbol es incapaz de vencer a los universitarios estadounidenses o dominar un torneo de segunda línea en Holanda; el de voleibol —mujeres y hombres por igual— no cuentan con las primeras figuras cubanas en sus filas; el de fútbol está muy lejos de repetir su actuación de hace cuatro años; y a los de hockey, con la falta de topes internacionales, nada se les podría exigir.

En las actuaciones individuales estarán entonces las principales certezas de Cuba. Figuras comos Mijaín López, Julio César La Cruz, Roniel Iglesias, Eglys Cruz o Juan Miguel Echevarría —el Chico Dorado del momento—, son quienes con más seguridad podrán seguir los aficionados en la cita colombiana.

Pero necesitaremos más. Cuba precisa funcionar como maquinaria suiza si aspira a mantener el liderato entre naciones en unos Juegos Centroamericanos en los que cada oro contará en la lucha por el medallero y en los que Colombia ha puesto todo su empeño, y no solo en la parte organizativa.

Baqui será la mascota oficial de estos XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe.

Los anfitriones de Barranquilla 2018 han apostado todo y en espacios como el ciclismo, el  patinaje y el fútbol deben ser dominantes. Además, con representación en todas las pruebas, aumentan sus posibilidades de mejorar la cifra de 70 metales áureos conseguidas en 2014.

Solo queda esperar. Cuando mañana jueves 19 de julio comiencen los vigésimo terceros Juegos Centroamericanos y del Caribe, Cuba saldrá por mantener uno de los últimos estandartes que le quedan intactos, quizás el último reducto glorioso de un modelo deportivo que hace aguas. En Barranquilla tendremos el reto de aferrarnos a una época que —nos guste o no— ya ha pasado, frente a rivales que se han preparado por décadas para este momento, para derrotar al país dominante.

Yo sigo sin poder responder mi pregunta inicial: ¿puede Cuba ganar, una vez más, en Barranquilla?