Recientemente un amigo me lanzó una interrogante: “¿Tú viste el NORCECA?”. Le respondo que no, que no lo vi. Me dice, entonces, que le pareció ver en una de las vallas publicitarias el anuncio de una empresa cubana, que parecían cuentapropistas.

“¿Tienes fotos de eso?… ¿Sí? ¡Envíamelas!”. La calidad de las instantáneas, tomadas a la vieja usanza de móvil fotografiando televisor, no es la mejor. No se ve nada. “Averigua si es verdad, sería interesante saber”, le recomiendo.

Las pesquisas son infructuosas. Pocos vieron el torneo de voly de playa el último fin de semana de abril y, quienes lo hicieron, a lo que menos le prestaron atención fue a las dichosas publicidades.

No obstante, haya existido o no el famoso anuncio de “Gabi y sabe-Dios-que-era-lo-otro”, empresa de muebles, este tema me resulta interesante. ¿Por qué? Porque la monetización del deporte es algo que tiene una de sus múltiples manifestaciones en ese tipo de aspectos. Y, de paso, también porque ese deporte monetizado, que solemos demonizar en Cuba, es el que más disfrutamos, por lo general.

Gabi & Sofi fue una de las publicidades en las vallas del NORCECA de Varadero 2018. FOTO: tomada de cnadecorarte.com

Inglaterra vendió su fútbol a los hermanos Barclays, España al Banco Bilbao-Vizcaya y Asociados (BBVA) y luego al Santander. En la MLB ningún equipo se rige si no está ligado a anunciantes y pueden encontrar beneficio mutuo de esto, y el voleibol italiano está lleno de anuncios.

En América, el fútbol está igualmente permeado por esto y el béisbol del Caribe y Centroamérica igual. Claro, Presidente, Coca Cola, Digicel, Pepsi y muchos más sacan su tajada y, de paso, ayudan a los equipos que les llevan en sus chamarras… pagando.

Ya se podrán imaginar entonces por dónde vengo, ¿no? Y, por supuesto, creo que ya deben estar listos para tildarme de loco, soñador o unas cuantas cosas más. Pero, poniéndonos en un plano de un mundo “ideal”, en un escenario espacio-temporal correcto, díganme si esto no sería una opción.

Armemos, pues, este pequeño estudio de caso. Póngale, querido lector, algo de imaginación, y piense que las letras a continuación le están saliendo delante de sus ojos cual si fuera la presentación de La Matrix. Esfuércese.

Serie Nacional de Béisbol. Estado actual: agonizante. Capacidad de alcanzar el nivel de espectáculo: muy reducida. Causas: sistema competitivo, éxodo de talentos, estado de los terrenos, falta de recursos.

El béisbol, como cuestión de identidad nacional, es el deporte por excelencia de preferencia de los cubanos, a pesar de la fuerza del fútbol. Si hay algún deporte para definir como sinónimo de cubanía, esa es la pelota. Pero ya sabemos que está en crisis, que se muere. Un cambio se impone.

Muchos se devanan los sesos en cómo hacer nuestra pelota más competitiva, que la gente no se aburra, aumentar las audiencias y demás. Pero todo queda encerrado en horarios de juego en el calendario y cambios de estructura. No van a lo más claro: dinero, publicidad.

(Aclaremos algo. Antes de que me quieran cortar la cabeza: no hablo de la intervención del capital extranjero, cosa que aquí ya hemos ido dando por descartada, pues si cuando “mejor estábamos” no pasó, ahora menos. Además, ¿quién en su sano juicio intentaría intervenir? ¿Digicel? Duró un año su plan de datos. Las demás compañías ni siquiera fueron tomadas en cuenta. ¡Ya tenemos ETECSA! Prosigo.)

Sí chicos, ETECSA. Reconocida por muchos como el gran monopolio cubano, con sus servicios carísimos y de mediana o baja calidad. La que más quejas recibe, la más impopular quizás… y sigue ahí, como si nada. Ya ven por donde me acerco, ¿verdad?

Como ETECSA, hay muchas empresas que tienen grandes ingresos. Vamos, de alguna manera hay que justificar ese “crecimiento sostenido anual” de nuestra economía, aunque no se conozca en qué porcentaje se crece. Y todo no debe ser exportación de capital humano, ¿eh?

Diría que marcas como Bucanero, Cristal, la cervecera Mayabe o los distintos grupos hoteleros serían algunas de las empresas sin números rojos. Y ETECSA, Havana Club, Habanos S.A., etc. ¿Y si lográramos la manera de experimentar con esas empresas metidas en el asunto deportivo? ¿Sería una herejía que Industriales tuviera el logo de la Bucanero en una manga o Santiago al Indio de la cerveza Hatuey? ¿Es acaso muy descabellado que estas empresas apoyen a los equipos y se hagan presentes en los estadios?

Y si no, con todo este sector cuentapropista, una alianza con ellos ¿estaría fuera de toda cuestión? ¿Que se unieran a empresas estatales para apadrinar a los equipos, ayudarlos a encontrar vías para que los atletas se sientan mejor, etc.?

Claro que el proceso sería duro: tal vez habría que elevar los precios de las entradas para satisfacer las demandas de inversión en garantizar que el fanático tenga lo que necesita para poder considerar ir al estadio a gastar su dinero, como una opción, antes de quedarse viendo la pelota por Tele Rebelde.

Tal vez habría que darle un poco más de vida a esos colchones verdes, emplear a cientos de comunicadores recién graduados y de ideas frescas para que diseñen campañas coloridas para amenizar los estadios e identificar a los equipos. Tal vez habría que descongelar la entrega de nuevas licencias a los trabajadores por cuenta propia, incitarlos a invertir, devolverles la pasión… bajarles los impuestos.

Tal vez habría que quitarle al INDER y a la Comisión Nacional de Béisbol algo de su poder absoluto y, a veces, despótico a la hora de decidir, de acuerdo a viejos cánones, qué es lo mejor para el deporte que, al final, disfruta el pueblo, deporte que necesita una inyección de adrenalina pronto, porque se muere a paso redoblado. Y nadie ha hablado de que venga nadie de afuera a mover un dedo aquí.

Por supuesto que los conservadores dirán que es una locura, que los bancos están endeudados, que si no suben los salarios de la gente primero, que no hay dinero, que es una utopía. Pero no creo que sea cierto. O al menos no cierto a rajatabla, de manera tal que no se pueda siquiera intentar en un plazo de tres o cinco años si se le pone cabeza.

Hoy, poco o ningún deporte subsiste controlado únicamente por el estado, sin tener sentado a su derecha a alguna corporación nativa o foránea y algún aparato que le garantice el bienestar a la entidad y sus integrantes. Miren a Nicaragua, “tan pobres como los pintan”, tan “de izquierda y tercermundistas”, con un estadio homologado por la Major League Baseball.

Pónganle cabeza y juzguen si es imposible materializar una idea así.

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