El mismísimo New York Times anunció la fatal noticia. En la página 19 del rotativo se podía leer: “[Capablanca] murió ayer [8 de marzo] a las 5:30 a.m. en el Hospital Mount Sinaí a donde fue trasladado en ambulancia tras sufrir una hemorragia cerebral a las 10:30 p.m del sábado [7 de marzo], mientras observaba un juego improvisado en el Manhattan Chess Club, Central Park Sur, no. 103. Tenía 53 años”.

El popular American Chess Bulletin —en su edición correspondiente a marzo-abril de 1942, páginas 30 y 31— mencionaba que el fin del genio cubano llegó de improviso y dramáticamente.

Cuenta el Bulletin que unos días antes del ataque, Capablanca observaba alguna partida de ajedrez y, durante ese lapso, los presentes en el club de ajedrez de Manhattan mencionaron la reciente muerte de Walter Penn Shipley, un gran admirador y amigo del ajedrecista cubano. “Capablanca no pudo soñar jamás que se uniría muy pronto en el Más Allá con su amigo”, dice el Bulletin.

Días después, Capablanca llegó al club como de costumbre y se acercó a una partida de ajedrez que terminaba. Eran dos jugadores de poca monta, pero Capablanca —todo un caballero, un buen tipo, en definitiva— se guardó las críticas para sí mismo. Cuentan los testigos que el cubano sonreía mucho y hablaba, hablaba mucho.

En medio de la plática, Capablanca hizo una pausa. Pidió ayuda para quitarse el abrigo —¡sí, en marzo, en la noche neoyorkina!—. Sus amigos le ayudaron. La presión arterial le estaba jugando una mala pasada. La salud lo derrotaba en el juego mayor.

Curiosamente, el hospital Mount Sinaí, donde expiró, fue el último lugar de reposo del excampeón del mundo, Emanuel Lasker.

Por varios días el cuerpo del genial cubano estuvo expuesto en la Casa Funeraria Cooke. Incluso llegó hasta ese sitio el embajador cubano en los EEUU, Aurelio. F. Concheso, quien se trasladó desde Washington a Nueva York. En un vuelo relámpago también llegó Aquiles Capablanca —hermano— quien acompañaría el cuerpo hasta La Habana, su destino final.

Pero quizás el relato más detallado de las circunstancias que rodearon el fallecimiento de Capablanca se encuentre en las páginas del diario Granma (edición del 16 de enero de 1988). El artículo se titula Cómo murió Capablanca y está firmado por dos neurólogos, Orlando y Manuel Hernández Melián.

Este artículo del periódico Granma explica en detalle las causas de la muerte de Capablanca

En el análisis, los hermanos Hernández reproducen parte del informe de autopsia, practicada casi cinco horas después de la muerte de Capablanca. Los expertos cubanos concluyen que el ajedrecista murió a consecuencia de una hemorragia cerebral provocada por la hipertensión arterial.

El cuerpo de Capablanca llegó a La Habana —una ciudad que lo vio triunfar y llegar a la gloria— el 14 de marzo de 1942, a las tres de la tarde. Hubo una ceremonia en el Capitolio Nacional y, luego, el cortejo se trasladó hasta la necrópolis de Colón, acompañado por prominentes figuras del gobierno. Allí, en el cementerio, miles de personas aguardaban la llegada de los restos del ídolo.

Cientos de personas se acercaron al Cementerio de Colón para despedir a Capablanca
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