Señores, no malgasten más neuronas ni dinero que tengo la solución al problema de nuestro deporte nacional: volvamos al taco…. En serio, en esencia es lo mismo, pero mil veces más barato, divertido y menos propenso a generar situaciones tan surrealistas, que mojarían las sábanas de Breton, Dalí y Buñuel….

Habrá algún talibán que me tilde de poco serio, pero ahora mismo no hay peor chiste en el deporte cubano que el Circo Nacional de Béisbol.

Pero insisto, volvamos al taco. Si el fanático no lo agradece, la economía sí -igual que los cardiólogos, que no dan abasto con tanto berrinche. Por ejemplo, sabrá Dios cuántos miocardios reventó la escasez de bolas en los torneos provinciales. ¿Ustedes se imaginan jugar un partido, que se considere oficial, con apenas tres miserables pelotas?

Por absurdo que parezca, esa fue la orientación que sacudió las bases del pasatiempo nacional. La falta de pelotas retrasó el inicio de los torneos territoriales en provincias donde se respira béisbol como Granma, Santiago de Cuba y Villa Clara. En algunos lugares lo tenían todo listo, menos el “stock” de pelotas. ¿Cosa de locos…?

No, cosa de matemáticas y prioridades. Cada pelota Rawling de un dólar se encarece a siete por los costos de importación. Teniendo en cuenta la breve esperanza de vida de una pelota, cada partido costaría, por lo bajo, casi 100 dólares solo en pelotas -ni hablar de uniformes, zapatos, implementos, alumbrado, merienda, transporte, salarios….

Habrá quién pregunte por la producción de la Industria Deportiva: bien, gracias…. Si la materia prima no llega, ellos no pueden armar de la nada una pelota, aunque sea de medio pelo. En serio, no estaría mal reciclar los viejos polines, envolverlos con pita y forrarlos con “teipe”, a la antigua…; o eso, o reformamos el reglamento: el foul es out, el jonrón es forfeit a favor del equipo contrario, y el slugger obligado a batear a la mano contraria. Todo por ahorrar pelotas….

Esas serían disyuntivas que no tendríamos con el taco. Una buena pared pintada de tiza nos ahorraría también un cátcher con sus arreos, y los árbitros cuchilleros. Vaya una manera más literal de llevar el deporte a las calles…; así reservamos los estadios para los grandes actos, conciertos, misas, premiaciones bizarras y tours nostálgicos….
Otra variante sería dejarnos de exquisiteces con posibles benefactores: si Frederich Cepeda pudo regalarle 300 pelotas a su natal Sancti Spíritus para jugar las provinciales, no le neguemos ese placer al Duque, a Contreras o a Yoenis Céspedes que, hace unos años, mandó cuatro bates para Campechuela y estuvieron retenidos en la Aduana. Hay otra variante: sponsors… ¡No, no, no, no! Era jugando, era jugando….

¿O no? Igual, sospecho que para eso tampoco habrá bolas, digo, pelotas, digo….

 

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