A solas, así se pasea el IV Campeonato Nacional de Béisbol Sub-23 por la Isla. Si la categoría superior, el llamado «espectáculo de los cubanos», la grandilocuente Serie Nacional, se inaugura año tras años con una veintena de fieles en los estadios, era de esperar que a los menores no les apoyaran demasiado desde las gradas.

Al estadio van los desamparados, los vendedores de maní, los apostadores del menudeo, los que ven en el alcohol matutino el divertimento diario, la docena de mantenimiento —por obligación-, el anunciador local y dos o tres directivos que por orientación deben estar. Es política de estado que nadie se sienta abandonado. Matemática simple, cinco es más que cero.

Los fieles de los estadios, quienes en su mayoría pasan las cuatro décadas de edad, asisten en una especie de negación al desarraigo beisbolero que sufre la generación más joven de cubanos, fanática absoluta del fútbol… del fútbol internacional.

Fuera de las vetustas edificaciones, que hoy albergan el desempeño del Sub-23, hay más jóvenes que en las gradas. Ellos son quienes se encargan de que ninguna pelota de béisbol deambule solitaria por las cercanías, no por caridad ambiental, sino por negocio rentable.

Los “cazadores” de pelotas los inventamos nosotros cuando la carencia de todo, en especial de ideas, llevó a que atrapar un foul o un jonrón —parte del show de este deporte— acarreara frases de este tipo: «Devuelvan las pelotas y ganamos todos». Quitarle eso al béisbol fue desmembrarlo y observar con saña su desangre.

Pero, ¿qué ha pasado en casi 20 jornadas, transmisiones televisivas y un break time por los Juegos Escolares? Pues nada que no supiéramos. La pelota no es atractiva, no es masiva, no es popular, ni aunque le destinen las mil y una «atenciones», si bien esta disciplina sigue siendo la niña mimada del movimiento deportivo cubano.

Muchos aficionados han comentado en los medios digitales lo que a simple vista se nota. Dice uno de ellos en Juventud Rebelde, diario cubano: «Veo contraproducente transmitir por TV este campeonato mediocre. Están multiplicando una imagen desastrosa del béisbol cubano, con tantas deficiencias técnicas como malas condiciones en los terrenos. Hoy en el Changa

Mederos, los futuros integrantes de Industriales hicieron la bagatela de 4 errores a la defensa, en su enfrentamiento contra Villa Clara. La pelota cubana está cayendo en el ridículo y en la forma más pública posible. Flaco favor está haciendo Tele Rebelde».

Las estadísticas hace muy poco ubicaban al líder de los bateadores con 455 de average, en un equipo como La Isla que, en su zona, pierde más de lo que gana. Pero cada día cambia el líder como si fuese un juego infantil.

De los numeritos ofensivos, quizás una mirada a quien promete emular los pasos de su hermano ligamayorista. La «nueva potencia» Yoelkis Céspedes -como le llamaban los colegas de ESPN durante el Clásico Mundial—que hasta la parada comandaba varios departamentos. Llevaba 14 carreras anotadas y 6 dobletes. O el villaclareño Norel González, el mandamás de los sluggers, y destinado a ello en un campeonato que le queda estrecho.

Desde el box, el camagüeyano Dariel Góngora reclama todos los flashes, invicto en cuatro salidas y promedio monstruoso de carreras limpias de 0,51.

Es la defensa el parámetro más preocupante. En 19 partidos se ha acumulado la friolera de 429 pifias, siendo la novena habanera la más terrorífica en este apartado con 37 errores. También se roba más de los que se capturan, y es que el trabajo de los receptores, con la excepción de un curtido en la Nacional como Ariel Martínez, tampoco ha sido destacable. Al menos 10 han cometido pass ball.

En el pitcheo pasa como en la ofensiva, queda seguir la pista de algunos que en la lomita arrastran numeritos loables desde categorías inferiores. El control es lo más escandaloso, 1135 boletos y, desde la pausa, más de 100 en 2 jornada. A esto se suman 309 pelotazos, cifras para sacarse los ojos.

¿Qué buscar entonces? Pues como los viejos scouts, lo verde entre la hojarasca, para eso sirve el Sub-23, la única vitrina para el Nacional. El Sub-23, donde la gran mayoría pecará más por defecto que por exceso, o por exceso de defectos.

Mientras, el tedio habita en las inauguraciones, en los televisores en colores con pelota en blanco y negro, en las gradas, en la cara de los desamparados y en el silencio de tres aplausos mudos que nada dicen, excepto que no es importante. «Más de lo mismo», me dice un vecino y créanme, esa frase pesa y apena.

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