Como mismo se fue Lasorda, hace pocas horas llegó otra de esas noticias que estremecen al mundo del béisbol. A la edad de 86, el mítico Hank Aaron abandonaba nuestro estadío terrenal, para irse a otros diamantes.

La estrella de los Cerveceros y más tarde de los Bravos, nació en Mobile, estado de Alabama, en 1934. Al ser de piel negra, “Henry” iba a tener que esforzarse el doble para resaltar y escapar al ambiente segregacionista de su ciudad de nacimiento.

No hablaremos pues de que jugó en su preparatoria y otras escuelas, ni de cuando se fue de Mobile con solo dos dólares en el bolsillo. Iremos al Hank que debutó en 1954 con los Bravos de Milwaukee, sin conseguir indiscutibles en 5 turnos al bate, y que nadie se imaginó que algún día iba a destrozar la marca de cuadrangulares del inmortal Babe Ruth luego de verlo largar su primer vuelacercas el 21 de abril, una semana después de su debut.

Aaron fue reduciendo distancias poco a poco. Cuando en 1969 golpeó su batazo de vuelta completa numero 537 para sobrepasar a Mantle y colocarse tercero de todos los tiempos, ya pocos dudaban que su carrera hacia la cúspide entre los bombarderos iba en serio.

Veinte temporadas después, casi exactamente cumplidas, Aaron conectaba su cuadrangular numero 715 frente a Al Downing de los Dodgers, para dejar atrás a Babe con más de 53.700 aficionados como testigos. El narrador Vince Scully, uno de los que tuvo el honor de narrar el cuadrangular, debió decir que “hacía mucho no veía semejante homenaje a un hombre negro en territorio del sur”. Probablemente, si vivió un momento similar antes, había sido con otro inmortal, Jackie Robinson.

El 20 de julio de 1976 golpeó el último cuadrangular de su carrera, el número 755, contra el lanzador de los entonces California Angels (luego Anaheim y ahora Los Angeles Angels) Dick Brago. Por esas cosas de la vida, no lo consiguió jugando para Atlanta, sino para los Cerveceros de Milwaukee, adonde había sido cambiado en uno de los mercados locos que tiene la pelota en los Estados Unidos.

Inducido al Salón de la Fama en 1982, comprender la grandeza de Aaron está lejos de reducirla a 755 vuelacercas. además de ser rey absoluto del batazo de cuatro esquinas hasta que el controvertido Barry Bonds rebasara su cota, “Henry” fue 25 veces All Star y remolcó 2297 anotaciones, con 13 temporadas en las que trajo 100 o más hombres hacia la goma.

En 1970 fue el primer jugador en llegar a 3000 hits y 500 home runs y su total de bases de 6856 sigue siendo el mayor de la historia de la MLB, pues no solo de jonrones vive el hombre y Hank era un jugador de variada producción ofensiva.

Aaron terminó entre los 10 primeros en la votación de MVP 13 veces en sus 23 años de carrera. Ganó el premio a los 23 años en 1957, bateando .322 con 44 jonrones y 132 carreras impulsadas para los Bravos.  además, es el único jugador en batear 20 cuadrangulares en 20 temporadas diferentes y uno de los dos que han bateado 30 en al menos 15 campeonatos.

Estos logros, y no otros, han hecho que los premios de cada liga al mejor bateador del circuito lleven su nombre.

Su muerte se ha sentido hondo en la comunidad beisbolera norteamericana. «Estamos absolutamente devastados por el fallecimiento de nuestro amado Hank», dijo Terry McGuirk, presidente de los Braves. «Él fue un faro para nuestra organización, primero como jugador, luego con el desarrollo de los jugadores y siempre con nuestros esfuerzos comunitarios”, mencionó al tiempo que resaltaba los esfuerzos filantrópicos del jonronero. 

El presidente de la Asociación de Jugadores, Tony Clark, dijo que “este es un día profundamente triste para el béisbol y, de hecho, para todo nuestro país. En el campo, fuera del campo, durante 23 temporadas notables y más, Hank Aaron fue un miembro del Salón de la Fama en todos los sentidos de la frase”, resaltando las cualidades de “Henry”.

Precisamente, algo que le preocupaba al veterano exjugador era la actitud de los jugadores de hoy en día, algo que nunca disimuló, principalmente a la hora de hablar de Barry Bonds, quien le rompiera su récord con ayuda de las trampas y los esteroides.

“Conocía al padre de Barry muy bien, y es por eso que me es difícil digerir que el haya logrado su meta haciendo trampas”, dijo una vez en una entrevista televisada, al tiempo que jamás dejo de reconocer que Bonds era el nuevo “Rey Jonronero”.

También se mostraba preocupado por lo descuidados que se habían vuelto los bateadores. Decía que habían perdido seriedad en la caja de bateo, esperaban mucho y se ponchaban demasiado. “En 1974 nos ponchábamos 5 veces por partido, pero ahora los lanzadores ponchan a un promedio de 8 bateadores”, dijo en 2018, y achacó la culpa de ese mal a que “todos querían buscar las cercas y no les importaba poncharse cuatro veces para lograr un home run”.

Nunca entendió Aaron como pueden irse a dormir tranquilos, cuando a él Koufax lo ponchaba una vez y no podía dormir. Eran tiempos diferentes, Henry. Ya la pelota no es lo que era antes. Lo que sí permanecerá como antes es ese momento mágico del 715, cuando debiste superar acosos y amenazas de muerte para convertirte en el rey de los cuatresquinazos, otro ejemplo de cómo este deporte tan grande seguirá teniendo historias que contar, todas dignas de libro y escritas sobre el terreno por gente que parecería normal, pero eran verdaderos dioses.

Vuela alto, Henry. Allá te espera el abrazo de Babe, Mays y Mantle desde hace tiempo. Seguro tendrán mucho de qué hablar.

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