Sí, pese a los agravios y las injusticias que destruyeron su vida, Armando Capiró quería regresar y tener una despedida a la altura de su grandeza beisbolera. Pero esta posibilidad de decir adiós en un terreno al más alto nivel le sería negada en circunstancias que nos contó el propio slugger y que sepultarían sus aspiraciones para siempre.

El famoso bateador, con 14 temporadas, se fue temprano de nuestro béisbol y, sin embargo, dejó una huella imborrable en el pasatiempo nacional. En un momento, las cosas comenzaron a salir mal para el toletero, quien, a finales de la década de los 70 del siglo pasado, fue víctima de una de las injusticias más grandes que se recuerden en la pelota cubana.

Las lesiones y un divorcio complejo: cronología de un triste final

Primero, una nueva lesión en una de las rodillas lo llevó al quirófano en dos oportunidades, y descontinuó su ritmo competitivo. Además, ocurrió un divorcio complejo, y las calamidades comenzaron a sucederse para él.

“Cuando estaba en proceso de ruptura con mi primera esposa esta envió una carta al periódico Granma acusándome de una serie de cosas que no eran ciertas. Yo nunca pensé en abandonar el país, ni tuve otra cosa en mente que no fuera representar a Cuba y mi ciudad en el terreno. Las acusaciones llegaban hasta mi sexualidad, una mentira que desgraciadamente muchos creen todavía. En ese momento no ocurrió mucho, pero esas palabras habían quedado grabadas en algunos que después la usarían contra mí”, recuerda Capiró.

“Fui a los Juegos Panamericanos de San Juan lesionado de la rodilla derecha, después de una primera operación. Cuando regresé del torneo el dolor era insoportable y decidí volverme a operar. Cierto dirigente, me amenazó con que si lo hacía me iban a suspender, algo que no creí posible. Por el otro lado, tenía al Dr. Martínez Páez que me había advertido que mi carrera se iba a terminar definitivamente si no me operaba. Entonces decidí hacerle caso al especialista y operarme”.

Pero esta decisión que parecía la más lógica a todas luces, pues estaba en juego su salud y desempeño deportivo, costaría muy caro a Capiró, quien años después, tampoco entendería semejante proceder de parte de los decisores.

“Después de hacerlo, el Comisionado Andrés “Papo” Liaño me llamó para comunicarme que estaba suspendido de manera indefinida, sin más explicación, ni nada escrito. Por ejemplo, nunca supe si esta sanción solo era aplicada en La Habana o al resto del país, porque años más tarde me propusieron jugar por Guantánamo y no supe ni qué contestar”.

“Lo peor fue que a raíz de esta situación comenzó una campaña de desprestigio contra mi persona. Así fue como se difundieron todas las acusaciones de mi exesposa y sufrí cosas como la expulsión de un torneo de softbol junto a “Monguito” Cabrera, quien también estaba suspendido por otras razones. En esos años, solo el Comandante Bernabé Ordaz, director del Hospital Psiquiátrico de La Habana, lugar donde siempre yo había trabajado y jugado en los Campeonatos Provinciales, me brindó su apoyo total y nunca dejó de creer en mí. Para mí fue terrible el no poder hacer lo que me hacía persona, porque amo el béisbol, amo Cuba y a mi ciudad. Todo eso me lo quitaron de un golpe, sin más”.

El regreso glorioso que también le quitaron a Capiró

No obstante, a pesar de su dolorosa salida del béisbol y su descrédito público, Armando fue capaz de continuar su vida de buena manera. Conoció a su actual esposa y se enfocó en formar una familia con ella, mientras continuaba trabajando en el Hospital Psiquiátrico.

Incluso en ese periodo oscuro, su añoranza por los terrenos nunca menguó y seguía como una espina clavada. A finales de la década de los 80 parecía que era posible el regreso de Capiró a los diamantes, pero no fue así.

“En esos años logré tener una vida estable aquí en mi Santiago de las Vegas junto a mi esposa. Pero me incomodaba mucho el no poder jugar pelota. Un tiempo después me llegó una invitación para participar en el torneo ‘Memorial Stanley Callazo’ en Nicaragua, ya que era para veteranos del mundial que se había celebrado en ese país en 1972. Me hacía muy feliz estar de regreso con mis compañeros en el terreno y en este torneo tuve la posibilidad de enfrentarme a Dennis Martínez, quien era un estelar en las Grandes Ligas y acabó con nosotros ese día. Aún estoy orgulloso de la base por bolas que le pude coger”.

“Un año después, en el 88, me permitieron volver a jugar en las Provinciales con mi Hospital Psiquiátrico y me esforcé mucho porque interpreté que si rendía bien podía volver a integrar, aunque fuera, el equipo Metropolitanos y jugar en la Serie Nacional. Estuve muy bien al bate en ese torneo a pesar de que llevaba varios años inactivo y las Provinciales antes era muy fuertes, no como hoy en día. Di como 16 jonrones, no recuerdo bien”.

Si bien había mostrado que todavía tenía béisbol para dar y que su grandeza merecía una oportunidad ante tantos agravios sufridos, tampoco esta vez serían justos con él.

“Yo y todos mis compañeros pensábamos que eso sería suficiente para poder regresar. Hasta que me comunicaron que no sería tomado en cuenta porque había que darle paso a los más jóvenes”, explica.

“Antes de terminar el torneo, me organizaron una ceremonia de retiro muy modesta en el mismo terreno del Hospital, y mi gente de Santiago de las Vegas comenzó a gritar que era una injusticia y uno de mis amigos quiso lanzarse al terreno, pero por suerte no lo hizo. No pude evitar sentirme decepcionado una vez más, ya que me había ilusionado bastante con la idea de regresar y enfrentar una ceremonia que significaba que todo había terminado para siempre. No fue nada fácil”, recordó.

Así, le fue negada la posibilidad de un regreso glorioso a Armando Capiró.

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Imagen cortesía de Hansel Leyva