Son apenas las 3:00 de la madrugada, y el denso silencio en el Campamento Base del Everest es apenas roto por el trajín de los expedicionarios que alistan su ascenso al Campo 1: entre ellos, “activao”, está el cubano Yandy Núñez Martínez. Como viene haciendo desde que regresó a estos parajes, deja constancia de sus impresiones y expectativas en un breve video.

“Listos para escalar al Campamento Uno -tose- ese es el plan… Son las 3 de la mañana, estamos listos, estamos activos… Vamos pal Uno hoy, mañana el Dos, luego el Tres y así sucesivamente… Viva Cuba libre”, le dice Yandy a la cámara y a sus seguidores, en español y en inglés. A veces intercala alguna expresión en islandés, un guiño a su Patria de adopción.

Se siente listo y, sobre todo, motivado. La “Puja”, el ritual budista en que se le pide a la montaña permiso para ascenderla, resultó propicia. Prima el buen ánimo en esa suerte de mini-ciudad enclavada en el glacial Khumbu, no lejos de una célebre cascada de hielo donde los montañistas hacen ejercicios para encarar las siguientes fases. Un lugar muy agitado…

De hecho, las autoridades de Nepal evalúan reubicar este enclave más abajo en 2024, a unos 5.100 metros sobre el nivel del mar, para frenar la inevitable erosión que causa el intenso flujo de montañistas. La cumbre se resiente el ajetreo en la temporada de ascensos, con miles de personas que necesitan calentarse y… hacer sus necesidades.

Se calcula, por ejemplo, que a diario se producen unos 4.000 litros de orina en el Campo Base, y ahí no hay desagües: cada micción es un cálido riachuelo que derrite, poco a poco, la nieve. Sin contar el efecto del keroseno y el gas que se usa para cocinar y para paliar el frío.

***

Es de madrugada cuando Yandy y sus compinches de la agencia de viajes Ascent Himalayas salían rumbo al Campo Uno. La oscuridad solo es rota por las linternas de los expedicionarios que, fieles a la tradición, emprenden el camino cuando aún falta para que salga el sol. Este “salir con la fresca” también tiene su fundamento.

La idea es contar con la mayor cantidad de luz posible para encarar los tramos más peligrosos y técnicamente desafiantes. Esto, sobre todo, es vital para el tramo final, entre el Campamento Cuatro y la cumbre, entrados ya en la llamada Zona de la Muerte, más de 8.000 metros sobre el nivel del mar. De entrada, no se puede pasar mucho rato, y el descenso es tan o más riesgoso.

Los guías, que conocen la montaña y sus trampas, diseñan los recorridos con una precisión casi milimétrica para aprovechar mejor cada fase, y garantizar la seguridad de los clientes. No hay margen para el error a esas alturas, donde la escasa visibilidad o el mal tiempo complican aún más un escenario de por sí temible.

Como el clima lo dicta todo en el Everest, hay que estar listos para aprovechar las llamadas “ventanas”, esto es, los breves períodos en los que el viento y el frío no son letales. Aparte del riesgo de avalancha, la erosión modifica las rutas ya establecidas, y a esa altura los vientos pueden ser huracanados, y llevarse el más pesado equipamiento como si fuera una pelusa.

En resumen, que para coronar el Everest no basta con tener técnica, equipo, guía y experiencia: hace falta también su buena dosis de suerte, confiar en que “al que madruga, Dios lo ayuda”, y rezar porque la montaña también sea benévola…

Bitácora al cielo: coronar el Everest no es, ni remotamente, un paseo

Mantente actualizado con Telegram y disfruta nuestras historias en YouTube

¿Quieres estar siempre al tanto de la actualidad del deporte cubano? Únete a nuestro canal de Telegram: ¡lleva a Play Off en tu bolsillo! Haz click para seguirnos: Canal de Telegram Play-Off Magazine.

Historias de deporte cubano contadas con una mirada profunda a la vida personal de los protagonistas y la sociedad, Para disfrutar nuestras exclusivas suscríbete en: Canal de YouTube Play Off-Magazine.

Imagen cortesía de The cuban mountaineer