En otra calurosa noche de julio, los Tigres de Detroit eran, a la vez de víctimas,  testigos del talento del fenómeno japonés Shohei Ohtani dominando tanto en el montículo como con el madero.

Ohtani, se ajustó los guantes y miró fijamente al lanzador de Detroit, quien intentaba contener los latidos acelerados de su corazón frente a esta fuerza imparable.

Los aficionados mantenían la respiración, capturados en el momento cumbre del enfrentamiento. Y de repente, con una ferocidad inigualable, Ohtani hizo contacto con la pelota, enviándola en un vuelo majestuoso hacia el jardín derecho.

Ohtani, con una sonrisa de satisfacción en su rostro, completó su recorrido por las bases, saludando a los fanáticos que coreaban su nombre con pasión.

Pero esto solo fue el preludio de lo que estaba por venir. Instantes después, Ohtani volvió a desatar su poderío. Esta vez, el público pareció contener la respiración colectivamente, como si supieran que se avecinaba otra muestra de grandeza.

El lanzador de Detroit temblaba en el montículo, sintiendo la presión de enfrentar al titán japonés una vez más. Con un swing fluido y preciso, el bate de Ohtani encontró nuevamente la pelota, enviándola a una velocidad vertiginosa hacia el cielo nocturno de Detroit.

El impacto fue contundente. El sonido retumbante del cuero contra la madera llenó el estadio, mientras Ohtani comenzaba su segunda exhibición de dominio absoluto. El cuadrangular volvió a desaparecer en la noche, dejando a los aficionados en éxtasis y preguntándose si este joven prodigio era de carne y hueso o una fuerza divina en el campo de juego.

El resultado final del encuentro fue una victoria abrumadora para los Angelinos de Los Ángeles, en gran parte gracias a los dos cuadrangulares de Ohtani.

Pero más allá del resultado, lo que quedó grabado en la memoria de cada espectador fue el espectáculo de habilidad y poderío que presenciaron esa noche.

Shohei Ohtani se convirtió en el epítome del béisbol moderno, demostrando que su dominio en el montículo no era su única carta de triunfo.

“Shohei Ohtani es el primer jugador en lanzar una blanqueada de 1 hit (o ningún hit) y jonrón el mismo día desde Floyd Youmans el 8/6/1986 (quien lo hizo en el mismo juego)”, precisó Sarah Langs.

En el segundo juego de ese partido, Andy Ibáñez se fue de 4-1 como segundo en la tanda de los Tigres.

Por los cubanos que vieron acción en la jornada, la tríada de los White Sox, Luis Robert Jr. Yasmani Grandal y Oscar Colás estuvieron discretos al bate.

En el caso de Robert, se fue de 3-0 ante los Guardianes de Cleveland, mientras que Colás y Grandal estuvieron de 4-1, este último con una anotada.

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Imagen cortesía de Fox