Murió Peter Bjarkman, y con él se fue un fiel y cercano amigo, a quien conocía hace más de veinte años. Por eso, no se me ocurrió un título mejor para honrarlo que el de la canción de Alberto Cortés, Cuando un amigo se va.

Fueron años que nos sirvieron para profundizar una amistad que trascendió y se convirtió en fraternidad. Peter demostró siempre sus grandes cualidades como ser humano y su gran amor por nuestro país, en especial por el béisbol. Escribió los más bellos libros acerca de la pelota cubana, además, siempre la defendió en cualquier sitio en que se encontrara.

Acompañaba siempre a nuestro equipo Cuba sin importar donde jugara. Esto le granjeó la amistad y el cariño de muchas de nuestras estrellas del diamante. A veces, en lo referido a nuestra pelota, la defendía con más pasión que cualquiera de nosotros.

Tuve la dicha de prestarle ayuda en algunos de sus proyectos, de los cuales me dedicó uno: Diamonds around the Globe: The Enciclopedia of International Baseball. En mi viejo Lada recorríamos los parques beisboleros y cualquier lugar de interés que estuviera relacionado con la pelota.

A Peter le tocó, en más de una ocasión, quedarse «botado» conmigo en los lugares más recónditos. En una ocasión, tuvo que esperar más de cinco horas hasta que pude conseguir los servicios de un mecánico para que completara la misión imposible de echar a andar mi carro.

Jamás lo vi molesto ante ninguna de estas situaciones, sin importar que sufriéramos un ponche de madrugada, o que el antiguo equipo Habana (con sus uniformes puestos), tuviera que ayudarnos a empujar el auto en el parqueo del “Changa” Mederos.

Él hablaba con el mismo respeto a un dirigente deportivo y a un peñista del Parque Central o del parque John Lennon; o mientras tomaba café en casa de un mecánico, o con algún aficionado en el Cotorro, o en Pinar del Río. Nunca vi un gesto de inmodestia o de arrogancia. Fue un hombre feliz, que nunca aspiró a ser rico ni poderoso: siempre hizo lo que le gustaba hacer.

El pasado año, en la reunión solemne de la SABR (Society of American Baseball Research), recibió un premio por su libro Cuba´s Defectors (Desertores Cubanos). Entonces, me pidió que lo acompañara a la gala y con esa modestia característica suya, me pidió que me pusiera de pie para agradecer mi colaboración.

No puedo despedirlo con tristeza. Como afirmé anteriormente, fue un hombre sumamente feliz, quien siempre estuvo al lado de las causas justas. Solo puedo agradecerle a la vida la posibilidad de haberlo conocido.

Adiós mi querido Peter. Muchas gracias por permitirme ser uno de tus mejores amigos.