Foto: Francys Romero

Fue un renombrado lanzador de Industriales y del equipo Cuba, y tiene una amplia hoja de servicios como coach en Grandes Ligas. Además de su increíble carrera deportiva, el mítico Euclides Rojas siempre habla alto y claro.

No podía ser de otra manera, como demostró en una reciente entrevista con El Nuevo Herald, en la que levantó una vez más su voz, para comentar de su vida personal y de cómo es su relación con otra estrella de la isla, El Duque Hernández.

Euclides añora su estadio, el Latinoamericano, en donde forjó su destacada carrera y ante la pregunta de si sueña jugar nuevamente en el Coloso del Cerro, responde que “por supuesto que sí. Lo he soñado”.

Pero acostumbrado a no callarse sus posiciones políticas, dice a Jorge Ebro que “también he tenido pesadillas. Para evitar esas pesadillas solamente volvería con un sistema democrático en nuestra isla. Sé que a muchas personas no les gusta hablar de política, pero yo soy cubano y desgraciadamente cuando se toca ese punto hay que hablar de política”.

En Cuba dejó números más que respetables con Industriales. Salvó 90 juegos, ganó 59 partidos y ostentó un promedio de efectividad envidiable de 2.93. Pero los años noventa eran duros, y Euclides emigró de la isla en una balsa, en 1994.

Fue una odisea en toda regla su escape, que incluyó cinco días en el mar, y luego seis meses en la Base Naval de Guantánamo, porque los atrapó la guardia costera norteamericana, casi llegando a Cayo Hueso.

A solo 5 millas, en su viaje, el motor de la lancha dejó de funcionar. “Lo más alarmante era que más de un niño iba a bordo, era un desafío cara a cara con la muerte. Ante los avatares encontrados tan pronto, varios de los hombres comenzaron a remar y a remar, en muestra desenfrenada de supervivencia. Uno de ellos era Euclides, que esta vez cambió guante por remos”, escribió Carlos González en Glorias del Béisbol Cubano.

Aunque firmó con los Marlins en el Draft de 1995, no fue el mismo que en Cuba. Pero pese al fracaso como jugador, se labró una carrera como coach con los Piratas de Pittsburgh, y llegó a Grandes Ligas en esa función. Ahora, el expelotero toma un descanso y aprovecha “el tiempo con mi familia, en la casa con mi esposa, con mi hijo, algo que no podía hacer durante mucho tiempo. Siempre he estado en estos trajines del béisbol desde que estaba con 16 años cuando comencé a jugar con los Industriales en Cuba. En realidad, no sé qué va a pasar en el futuro, pero estoy contento, haciendo ejercicios”.

Euclides es muy cercano al conocido serpentinero de Industriales El Duque Hernández, con quien suele hacer bicicleta varias veces a la semana, en instantes de su vida en los que dice que vive “un momento de paz”.

“Con el Duque hacemos bicicleta tres veces a la semana. Yo he recorrido hasta 55 millas. Él ha hecho 60. A diferencia de él y Liván, no juego golf. El Duque y Liván pueden hacer diferentes deportes, porque los dos son tremendos atleta”, contó a Ebro.

Como lanzador en las Ligas Menores no le fue nada bien -acumuló 3-2 con un alto promedio de 5.52 en dos temporadas-, porque no llegó en las mejores condiciones, pero aun así aprendió mucho durante su estancia allí, algo que lo impulsaría en su carrera.

“Traté de jugar, pero mi brazo estaba lastimado. Los Marlins me dieron la oportunidad de ser coach. Había varios cubanos como coaches: Manny Crespo, Fredy González, Nachy Castro, Larry Pardo. Todos me acogieron como parte de una familia. Me ayudaron mucho y con ellos aprendí a amar el proceso de enseñar. Se dieron cuenta cuando estaba en las Menores que siempre quería ayudar a los muchachos y me dieron la oportunidad”.

Euclides no olvida que su vida es el béisbol, aunque se encuentre fuera por un tiempo. Quizás regrese a ser coach algún día. “No lo sé. Nunca digas nunca, pero tendría que ser la situación correcta para mí y para mi familia. Sigo disfrutando mucho el juego de béisbol. Lo amo mucho. Es algo que llevo en mis venas. Mi apellido es Rojas, pero la sangre que corre por mis venas es azul por los Industriales”, afirma.

Esa identificación con los Azules, el equipo de sus amores, lo une al templo donde lanzó su carrera: el Latinoamericano, a donde ansía volver.

“Por supuesto que sí. Lo he soñado. También he tenido pesadillas. Para evitar esas pesadillas solamente volvería con un sistema democrático en nuestra isla. Sé que a muchas personas no les gusta hablar de política, pero yo soy cubano y desgraciadamente cuando se toca ese punto hay que hablar de política”, dijo.

Y sobre si cree que Cuba llama a jugadores profesionales que no están en MLB, para conformar un equipo unificado, se mostró dudoso.

“Lo creo cuando lo vea”.

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