Cuando Osmín Hernández era jugador de la selección cubana de fútbol, el Olympique de Marsella le ofreció un contrato por un millón de dólares por una temporada. Su talento había causado una gran impresión en el famoso equipo francés, ganador de una Liga de Campeones de la UEFA. Sin embargo, aquel contrato nunca pudo concretarse.
“Se alegó que no podíamos ir por la seguridad del deportista cubano, pues en Cuba se protege mucho a los atletas”, cuenta el exfutbolista, ahora entrenador, faceta en la cual ha llegado hasta los equipos nacionales como parte del colectivo técnico.
Sí pudo jugar, en cambio, tiempo después en Tailandia y Noruega, aunque “un poco tarde”, cuenta.
Aquel niño que nació y descubrió el fútbol en Guane trabaja, actualmente, con el equipo Artemisa en el principal torneo de Cuba, pero tiene un sueño: “me gustaría dirigir una selección nacional en cualquier categoría”.
¿Cómo fue tu infancia?
Mi infancia fue muy alegre. Soy del municipio Guane, en Pinar del Río, de un barrio humilde. De niño, siempre formaba parte de los equipos para los campeonatos provinciales. Vengo de una familia muy deportiva, no solo en el fútbol, sino también en boxeo, baloncesto y otros deportes. Soy el menor de mis hermanos varones y todos practicaron deportes. Vivía muy cerca del estadio del fútbol y eso me hizo inclinarme a este deporte.
¿Cuándo te das cuenta de que podías tener futuro en el fútbol?
Siempre me gustó y cuando era chiquito, jugaba con los más grandes y destacaba, así que seguí y participé en varios torneos hasta que me llevaron a la EIDE para realizar las pruebas y las aprobé, pero no pude entrar porque yo estaba en quinto grado y allí no había docencia para ese grado. En ese momento, me di cuenta de que tenía talento porque participaba en todos los torneos y muchos entrenadores me dijeron que no me rindiera, que iba a llegar lejos.
¿Cómo llegas al equipo de Pinar del Río?
Te puedo decir que lo mío fue suerte. Éramos un grupo grande de jugadores muy jóvenes que íbamos para la ESPA Nacional y estábamos también en la preselección del equipo de Pinar. En ese momento, dicho equipo tenía una gran generación de jugadores, quien habían sido campeones nacionales e incluso, del equipo nacional, pero iban cerrando su ciclo. En el mismo año en que debuté quedamos campeones y eso para mí fue muy grande. No era titular, pero el titular se lesionó y yo inicié el juego. No sé si fue la presión o el empuje del contrario, pero solo jugué 15 minutos y me sentí fatigado. Incluso así, fue una bonita experiencia.
Tras quedar campeón con Pinar del Río participan en el torneo de Clubes Campeones del Caribe. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Es muy difícil jugar en la altura en México?
Ese torneo demostró que Cuba tenía nivel y salimos invictos en las fases previas. En la final caímos en partidos de ida y vuelta ante los equipos mexicanos, pues jugar allí es muy difícil. Antes de ir, había estado 3 veces en México y siempre me golpeó la altura y nunca se hacía una preparación para condicionar el organismo. Recuerdo que, en el partido contra Las Águilas del América, buscaba el aire y no lo encontraba, incluso el día antes soltaba sangre por la nariz y me asusté. Llamé al médico, al masajista y nos explicaron que era normal. El juego fue en el estadio Azteca de México, muy grande, había bastante afición. El público hacía mucha bulla y eso provocaba que no escuchara a mis compañeros. Con una buena preparación y más roce, Cuba podía haber tenido mejores resultados.
Por tu calidad, llegas a integrar el equipo nacional cubano en varios eventos, en una etapa marcada por el Período Especial. ¿Cómo viviste esos momentos?
El período especial fue una etapa compleja, pero el equipo estaba concentrado en el Cerro Pelado. No estábamos en las provincias, así que no teníamos tantos problemas con la alimentación como las personas de la calle, pero igual, hubo escasez y necesidad, nunca fue lo mismo que en los años anteriores.
En la selección siempre me usaban para reforzar la posición más débil del equipo. Me gustaba ese papel. Desde niño me ponía retos y me gustaba cumplirlos. Tenía buen manejo del balón, buen golpeo de pierna zurda y me utilizaban en cualquier zona.
Uno de los eventos que más me marcó fue el los Juegos Panamericanos de La Habana 1991. Para ese torneo sí tuvimos una buena preparación, pues estuvimos por Italia, por países del Caribe y el equipo llegó a entenderse tanto que casi jugábamos de memoria. Pudimos obtener mejor resultado que el bronce que logramos y me siento responsable por ello. En ese torneo me fui del peso. Era uno de los líderes del equipo y hacía que los jugadores jugaran bien, pero físicamente no estaba bien y me costaban los retrocesos defensivos y otras acciones. No fue un mal resultado, pero pudo ser mejor.
En los años 90, el equipo cubano fue dirigido por el técnico italiano Giovanni Campari, un entrenador que ha motivado debates entre varios atletas y aficionados. ¿Cómo calificas su etapa con la selección cubana?
Muchas personas no entendieron que ese entrenador era italiano y tenía su ideología porque el fútbol italiano tiene su identidad, pero los cubanos queríamos hacer cosas al estilo de Brasil y él no quería eso: quería que se jugara siempre en cancha contraria y eso al principio nos chocó. Al final, poco a poco nos fuimos entendiendo, pero pienso que si hubiese estado más tiempo con nosotros hubiésemos tenido mejores resultados. Nos ayudaba mucho, no solo en la cancha sino también fuera de ella. El siempre defendió la idea de que el futbolista cubano tenía que cobrar, y en Cuba no se paga. Él venía de un país donde el fútbol es un negocio y cada jugador cobrar según su trabajo y no entendía lo que pasaba en Cuba.
¿Cuánto cobrabas tu en la selección nacional?
Yo cobraba lo que pagaban en el Cerro Pelado que eran 50 pesos en ese momento. Es cierto que allí había buena alimentación, pero como todo joven quería salir, divertirme y con eso no me daba para nada. Recibía giros de mi familia y eso me ayudaba a sobrevivir. Cuando viajaba con la selección nacional, en un inicio pagaban 2 dólares diarios y con eso tenías que resolver sus problemas.
Debido a esas dificultades, muchos jugadores vendían tabacos u otras cosas para poder tener dinero. ¿En tu generación era así?
Sí, en mi tiempo se hacía, pero no solo los futbolistas sino todos los deportes. Tratábamos de incrementar nuestro presupuesto para poder comprar cosas para nosotros y para la familia.
En los años 90, Cuba tuvo buenas actuaciones en las Copas Shell. ¿Qué experiencias puedes comentarme de tu participación en esos torneos?
La Copa Shell fue una gran experiencia. Recuerdo, sobre todo, la de 1999, cuando se unieron jugadores jóvenes con otros de experiencia y llegamos a ganarle a un equipo de Brasil. En ese evento, el cubano Yoandro Raciel Martínez quedó mejor jugador y te puedo mencionar futbolistas como Manuel Bobadilla, Ariel Álvarez y otros.
De ese torneo tengo una anécdota curiosa. Al mejor jugador del partido le daban 20 dólares y ese día quedamos dos, Manuel Bobadilla y yo. Al final, los 20 dólares se los dieron a Manuel Bobadilla y a mí me dieron una placa de reconocimiento, pero sin dudas era una gran generación de jugadores. Jugamos por el amor a la camiseta, pensábamos solo en ser mejores y que nos reconocieron en Cuba: no pensábamos en el dinero.
Muchos jugadores cubanos destacaron por su calidad, incluso, clubes extranjeros quisieron contratarlos, pero no se pudo. ¿Por qué?
No se concretó porque en ese momento no se permitía que los cubanos jugáramos en ligas profesionales. En mi caso, me llegó la oportunidad, pero quizás un poco tarde, pues pude jugar en Tailandia y Noruega.
En Tailandia fue difícil porque entrenábamos mucho y no nos ponían a jugar casi, aunque con el tiempo logré ser regular y jugar partidos de la Champions League Asiática. Me costó trabajo, pero aportó porque fue una experiencia distinta y aprendimos mucho.
También se dio una propuesta del Olympique de Marsella, pero no se pudo. Entonces, se alegó que no podíamos ir por la seguridad del deportista cubano, pues en Cuba se protege mucho a los atletas. En el Marsella me ofrecieron 1 millón de dólares por una temporada. En aquel entonces, era el 70 por ciento para el país y el 30 para el atleta. A nivel económico me iba a cambiar la vida, pero no se pudo.
¿Nunca pensaste firmar el contrato de forma independiente o quedarte en algún país?
Nunca pensé en firmar por fuera el contrato o quedarme, en mi mente nunca estuvo quedarme en un país sin la autorización del INDER. Sí creo que, si nos hubiesen dejado jugar, fuera todo distinto en el fútbol cubano
Al regresar de Tailandia, integras el equipo cubano para la eliminatoria mundialista rumbo a la Copa Mundial de 2006. Aquel fue un equipo que hizo soñar a toda Cuba de la mano de Miguel Company. ¿Qué recuerdas de ese momento?
Para enfrentar ese torneo, el profesor Company me convocó para jugar con el equipo. Recuerdo que hicieron una gira para ir a Brasil, pero no pude ir porque mi papá estaba enfermo. Después, me incorporé al equipo e hicimos un buen trabajo. Company ayudó mucho, no solo a los jugadores, sino que también formó muchos entrenadores y eso posibilitó que el fútbol cubano elevara su nivel. En aquellos partidos contra Costa Rica se jugó a gran nivel, pero perdimos por diferencia de goles.
Uno de los pasajes históricos del fútbol cubano fue el llamado “Marrerazo”, un suceso que marcó a jugadores de Ciudad la Habana y Pinar del Río. ¿Cómo lo viviste tú?
El Marrerazo fue una locura, estaba Diego Armando Maradona en el estadio, el equipo Ciudad Habana se confió y nosotros estábamos muy motivados y jugamos un gran partido. Yo veía ese torneo muy difícil y, sobre todo, veía difícil ganarle a La Habana por el gran torneo que ellos hicieron, pero mi compañero de equipo Yombel Aguado hizo un gran partido y el equipo demostró su garra.
¿Cuándo y porque decides retirarte? ¿Estabas listo para el retiro?
Yo había regresado de Noruega y no me recuperaba igual de las lesiones y el cuerpo te avisaba que estaba llegando el final. Me sentía cansado y recuerdo que Osvaldo Alonso me convenció y jugué ese último año y después me retiré. Sí estaba listo para el retiro, y de una manera u otra, pensaba en mi etapa como entrenador.
¿Cómo comienzas en esta nueva etapa como entrenador?
Yo siempre tuve buenas relaciones con mis entrenadores y, por tanto, mis inicios como entrenador fueron aquí mismo en la Academia de San Cristóbal. Siempre conté con el apoyo del entrenador José Luis Flores. Fueron muchas noches de estudio y de superación, pero ha valido la pena. Tras la división político-administrativa, Pinar del Río perdió territorios importantes del fútbol como Candelaria y San Cristóbal.
Fue muy difícil ese comienzo porque los primeros años no teníamos tantos jugadores, pues al principio solo venían de San Cristóbal y Candelaria. Hubo que limar asperezas, insistir en las reuniones que los jugadores de otros municipios tenían que venir a la academia y así lograr buenos resultados. A día de hoy, se ha logrado la unidad. Incluso, ya somos campeones nacionales en muchas categorías, pero si costó mucho.
Tras una destacada labor como entrenador, llega la oportunidad de integrar el colectivo técnico de la selección junto a Pablo Elier Sánchez y Silvio Pedro, entre otros. ¿Cómo era ese grupo de trabajo? ¿Qué crees que les faltó por lograr?
El profesor Pablo Elier me llamó para integrar el colectivo técnico y acepté. Nuestro colectivo se llevaba muy bien. Si bien cada uno tenía su criterio, al final llegábamos a un consenso. Mi responsabilidad era la parte defensiva del equipo y conté con el apoyo de Silvio Pedro.
El proceso de traer jugadores que estuviesen en ligas extranjeras tuvo sus dificultades porque hubo que reunirse con muchas instancias. Tampoco pudimos traer a todos los jugadores que queríamos, pero pienso que logramos cosas positivas a pesar de que podían haber sido muchas más. Muchos de esos jugadores venían a probarse porque no los conocíamos, ellos mandaban un video y así los veíamos. Siempre insistí en que se debía crear una comisión de entrenadores e ir a verlos a sus clubes. Con números no bastaban, pero no tuvimos la oportunidad de ir a verlos afuera.
Nos faltó tiempo para trabajar, nos faltó traer todos los jugadores que queríamos, nos faltó crear un grupo mayor tanto de jugadores del campeonato nacional como de jugadores extranjeros. Hay una realidad también, no pudimos hacer microciclos con los jugadores del campeonato nacional porque cuando se acababa la etapa con la selección, los entrenadores nos incorporábamos a nuestras provincias y era un tiempo que se podía aprovechar para trabajar con un grupo en Cuba. Pero, me siento contento, el equipo llegó a tener una identidad, muchos detractores terminaron entendiéndonos y felicitándonos por el trabajo.
Pablo Elier: «pude haber logrado más; las cosas llevan tiempo y eso se respeta»
¿Qué labores desarrollaste tras culminar tu etapa en la selección?
Cómo tal, siempre he sido matrícula de la Academia en San Cristóbal, así que volví para acá y en la actualidad soy el preparador físico del equipo Artemisa en el Campeonato Nacional. Estamos a la espera que comience el torneo, son jugadores jóvenes, pero con mucho talento.
En el equipo Artemisa esta tu hijo Osmín Yaniel. ¿Cómo es entrenarlo?
Mi hijo tiene un carácter muy difícil, es un jugador que guía mucho al equipo, se entrega y es líder, pero se gana muchas tarjetas. Cuando lo dirigí, sabía trabajarlo. Ha ganado en experiencia, pero le falta controlarse un poco y quizás un poco en responsabilidad: es capitán y es importante que siempre esté en cancha. Tiene que entender eso.
¿Qué sueños te faltan por cumplir?
Mi sueño era ir a Brasil o jugar contra un equipo de ellos allí, sobre todo, para aprender por qué son una potencia en el fútbol. También, me gustaría dirigir una selección nacional en cualquier categoría.
¿Es feliz Osmín Hernández con la vida que lleva?
Sí, en mi vida le he dado todo al fútbol y de una forma u otra ha regresado todo. Mi familia ha girado en torno a este deporte. También debo reconocer que el apoyo de mi familia ha sido vital, sobre todo en mi etapa de jugador activo. Llevo casado con mi esposa desde el año 1992 y ella muchas veces tuvo que luchar sola con los dos niños: ha sido fundamental en mi vida.
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