Dicen, los que una vez subieron, que desde el mirador de “Villa Gloria” se podía vislumbrar gran parte del municipio Playa, en aquel entonces plagado de árboles frutales.

Otros, con más suerte, recordaban las losas de la terraza que reproducían la posición final de la última partida entre José Raúl Capablanca y Emanuel Lasker, por el Campeonato Mundial de Ajedrez de 1921.

Una vez con el título de Campeón del Mundo, Capablanca invertiría 12 mil dólares de la época, en una emblemática mansión para su familia. Cien años después, en “Villa Gloria”, conviven cinco familias en peligro de derrumbe.

Alberto llegó en 1972 a través de una permuta. Junto a sus padres ocuparon toda la planta alta y, por varios años, dentro de sus posibilidades, mantuvieron las condiciones del inmueble.

Hace algún tiempo los ancianos fallecieron, y hoy Alberto, de 62 años y ocupación de custodio, vive en una vivienda declarada inhabitable desde el 2008.

Para tocar a su puerta se necesita subir por una escalera de caracol bien estrecha a un costado de la casa. Capablanca, todo un maestro en el arte del cálculo, y del diseño, quiso que la escalerilla imitase la forma de una torre.

Ahora crecen frondosas las plantas en la cima, con ventanales huecos y podridos en cada una de sus caras.  Más a la derecha, una docena de garajes metálicos, de esos que proliferan por toda la Habana.

Alberto tiene fama de cascarrabias. Tras cinco minutos arrastrando los pies, abre. Tiene la mirada perdida, su cara es inexpresiva. Han pasado mucho todos estos años. Esta vez tampoco quiso que pasaran a filmar, como lo presagiaban los vecinos de la planta baja.

Desde el 26 de septiembre del 2023, en casa de Nidia se decidió no tener más electrodomésticos en la sala. En la noche del día anterior sintieron un estruendo, como si el techo se les cayera encima. Casi. En la habitación de los altos, la de Alberto, se desprendió un trozo de placa.

Nidia era militar.  Ella y su familia ocupan la parte frontal izquierda de la mansión desde el 82, cuando las FAR se las entregó. Llevaba dos años cerrada, luego de que la familia anterior abandonara el país durante la crisis del Mariel en 1980.

Aún conservan la escalera de lo que era la entrada al portal, ahora una sala sin electrodomésticos. Adonai, la hija de Nidia, guarda constancia de la mayoría de los deterioros que ha sufrido la casa de Alberto.

Primero en el 2005, cuando el comedor se quedó a la interperie. Luego el baño, clausurado por las filtraciones que provocaba en los bajos. Después la cocina, la cual transmite corriente por todas las paredes y, más recientemente, la placa de la habitación.

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De vez en cuando, Alberto permite que algún vecino suba. Con sus utensilios intentan derribar las partes más peligrosas. Así al menos lo tienen bajo control, piensan.

Yolanda, quien llegó hace 10 años de Bayamo junto a su familia, ocupa lo que anteriormente fuese la cochera, en la parte posterior. Opina que las cuatro casas de los bajos tienen salvación. Para eso necesitan mover con urgencia a Alberto y terminar de demoler lo que queda de los altos.

En el cuarto de sus hijos, donde debieran ir unas vigas, sólo hay una mancha larga y delgada de óxido. En la cocina, al lado del fogón, Yolanda convive con dos troncos de madera que apuntalan el techo, el cual se resiste a venirse abajo.

Adonai y Yolanda temen por su seguridad y la de su familia. Tienen constancia de que en par de ocasiones le han ofrecido a Alberto traslado, negándose en ambas.

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La mayoría sostiene que, por el nombre de su primera esposa, Gloria Simoni Betancourt (sobrina de Amalia Simoni, esposa de Ignacio Agramonte), otros que por su hija, Gloria de los Ángeles Capablanca, lo cierto es que “Villa Gloria” fue construida con el premio del título mundial de Capablanca junto a otras tres casas en la misma cuadra. Unos 12 mil dólares de la época, algo más 200 mil dólares en la actualidad tras la inflación.

La casa se alzaba en un incipiente, pero atractivo Buena Vista. Sin embargo, ningún miembro de la familia vivió en “Villa Gloria”. Capablanca y Simoni se divorciarían en 1938, y en el mismo año este contraería matrimonio con su segunda y última esposa, la princesa rusa Olga Chagodaef, pues además del cálculo y del diseño, también tenía talento para el cortejo.

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Sus dos hijos y su exesposa vivirían de la renta de las tres casas, a la par que “Villa Gloria” era alquilada a un colegio privado. Mientras, estos se hospedarían en el Hotel Presidente hasta el triunfo de la revolución cubana.

Enero del 59. Fecha que marca el inicio y llegada de muchas cosas, y otras tantas más de salida, como las propiedades de Gloria Simoni con la Ley de Reforma Urbana en 1960.

Los inquilinos que se hospedaban en ese momento en las tres casas de la cuadra, pasaron automáticamente a ser los propietarios, y “Villa Gloria” pasaría a manos de un doctor.

Tras el fallecimiento de este, es que comienza el proceso de división que mantiene la finca hasta hoy día, con cuatro viviendas en los bajos y una en los altos.

La casa era de fácil reconocimiento, no solo por su magnificencia, sino además por las dos verjas que recibían a las visitas en la entrada con las palabras “Villa” y “Gloria”.

Hoy sólo queda en pie “Gloria”, parece un mal chiste, mientras que “Villa” descansa en un corral lateral del patio, a pesar de los constantes intentos de compra que ha rechazado Amado, el marido de Nidia, con la intención de volverla a colocar algún día.

En el mismo patio descansa un ventanal y un lavamanos de porcelana original que Adonai tuvo que remover en el 2016, cuando regresó de misión de Angola con algunos ahorros.

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Decidió que ya era hora de remodelar la casa, cuando ya había agotado todas sus fuerzas por mantenerla fiel a sus inicios. No pudo seguir esperando promesas.

Una vez fue un extranjero, al parecer un francés. Prometió que los ayudaría con la remodelación de la Villa. Otra vez fueron los de la provincia, y en alguna que otra ocasión los del INDER, quienes llamaron preguntando por unos vitrales en una vivienda en peligro de derrumbe, según las malas lenguas.

Los más convincentes fueron los de Cultura del municipio, quienes midieron y tomaron fotos. Incluso pidieron que lo mantuvieran lo mejor que pudiesen.

Al final no apareció el presupuesto. Los que siguen visitando el recinto en la actualidad son jóvenes con tesis por presentar y proyectos de investigación sobre la vida de Capablanca.

Adonai, quien lidera las acciones legales del edificio multifamiliar (categoría con la que fue designada por la Dirección Municipal de Vivienda de Playa) piensa que “Villa Gloria” no tiene ningún interés patrimonial para el gobierno, pese a que luego del fallecimiento del más grande de los ajedrecistas cubanos en 1942, cientos de admiradores acudieran al sitio por los siguientes años a rendirle tributo.

Ahora, para los habitantes de “Villa Gloria”, se trata de un asunto vital. “No pienso detenerme, pienso llegar hasta el final. Si bien es importante rescatar un pedacito de la historia de Capablanca, lo más importante es mi vida,” concluye Adonai.

Museo o no museo. Convivir con una casa inhabitable en sus altos, un señor incapacitado para su arreglo, y el mutis de los organismos decisores, es un peligro real para cinco núcleos familiares en el reparto habanero de Buena Vista.

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