No fue la primera vez que lo visité. De niño, cuando practicaba ajedrez, el Gran Maestro Reinaldo Vera, uno de los cuatro medallistas cubanos en Olimpiadas Mundiales, me recibió en su casa tras una recomendación del Comisionado Provincial del momento. Él mantiene esa costumbre hasta el día de hoy. El doble campeón de Cuba nunca ha dejado de apoyar al talento joven de su provincia, Matanzas. En cambio, yo no continué en el juego ciencia.  

A decir verdad, él no me recordaba. Pasó más de una década desde aquello. No obstante, sí recuerdo unos ejemplares de la revista “Jaque” que me obsequió, y si no me falla la memoria, una vez me enseñó una jugada que me sirvió para ganar en una partida. Y para un poco más de consuelo, la esposa de Reinaldo admite acordarse de un niñito que llegó dos o tres veces acompañado de sus padres para incorporar nuevas destrezas en su juego. 

Ahora me tocó visitarlo como periodista, más consciente de su palmarés y de sus brillantes movidas ante trebejistas de élite universal como Smyslov, Karpov, Tal, Ponomariov, entre otros. Pero aunque no se juegue ajedrez, de Reinaldo Vera siempre se aprende.  

¿Qué memorias tiene de su niñez en el municipio Unión de Reyes? 

De mi niñez, casi todos los recuerdos son vinculados al deporte. Tuve la suerte de que abrieron una sala de ajedrez a unos 100 metros de mi casa justo cuando aprendí a jugar con el vecino de al lado. Esa sala la llevaban tres personas: Santiago García, que ya murió; Jorge Sardiñas, también fallecido, y Julián Pérez, el más fuerte de aquellos jugadores. 

¿Cómo tomaron sus padres el inicio suyo en el ajedrez? 

Empecé con ocho o nueve años. Desde entonces, mi papá cogió mucho interés en mi ajedrez. Le debo el haber continuado porque también me gustaban otros deportes. Jugaba baloncesto y tenis de mesa. Nada de pelota ni fútbol. En pelota era muy malo. En basket llegué a ir a un campeonato provincial. Era amarillo, pero me defendía.  

¿Entonces considera que la práctica de la actividad física y el ajedrez son aliados? 

Eso es muy importante. Ahora me estaba preparando para dar una conferencia sobre José Raúl Capablanca en España y él decía que cuando entró a la Universidad de Columbia en Estados Unidos hizo mucho ejercicio físico. Jugó béisbol, tenis, entre otros deportes. Dio una simultánea contra alrededor de 700 tableros y eso demostró su enorme condición atlética. 

Reinaldo Vera exhibe una estela de resultados formidables en Campeonatos Nacionales de Cuba. Registra dos primeros lugares (1997 y 2002), cuatro subtítulos (1983, 1985, 1990 y 1991) y par de terceros puestos (1984 y 1998). Y por si fuera poco, obtuvo dos coronas juveniles en 1976 y 1979. 

En el año 1976, usted obtuvo su primera corona nacional juvenil remontando un match ante Jesús Nogueiras ¿Qué se necesita para venir de atrás en un duelo de este tipo? 

Creo que cuando uno remonta, la clave está en no poner tanta atención al resultado. O sea, ir y disfrutar de la partida porque ese es el estado óptimo del deportista. El disfrute es fundamental en todos los deportes. Nogueiras me ganó muy bien en esa primera partida. En la segunda, perdí por un grave error. Y en la tercera, me sacó tablas después de tener yo cierta ventaja. 

Para venir de atrás, no recuerdo bien como fue mi primera victoria. Luego, lo derroté en una Defensa Indo-Benoni, que era muy complicada porque los dos éramos muy buenos en ella. Ya en la última partida, Nogueiras arriesgó un poco más con negras y le gané muy rápido. Al perder dos partidas seguidas, se desesperó. 

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También tuvo un último repunte en el Campeonato Nacional de 1983 para terminar en el segundo puesto… 

En aquella ocasión, Guillermo García se había disparado hacia el primer lugar e incluso me había ganado. Pero después aflojó y empezó a entablar. Si la memoria no me falla, gané una serie de partidas en las rondas finales. Saqué buen resultado ante Silvino García y Luis Sieiro, gracias a ello empaté con Guillermito en la cima de la tabla y forcé el match. 

Tras cuatro subcampeonatos, usted obtuvo su primer título de Cuba en 1997, aquí en Matanzas ¿Que cambió en ese año para que usted pudiera conseguir el triunfo? 

Yo estaba madurando como ajedrecista. A partir del año 1993, comencé a entrenar más. Me preparaba con René Alonso, con Alexis Cabrera, entre otros. Tuve más disciplina y estaba más tranquilo. Según los soviéticos, la edad del máximo rendimiento en el ajedrez es de los 35 a los 45 años. En esa curva de rendimiento entraba yo en 1997. Fíjate que en 1996 había terminado invicto en la Olimpiada de Ereván con cinco puntos de siete posibles. En el 97, fui campeón nacional. En 1998, gané la Olimpiada de Elista. En el 2000, tuve el Elo más alto de mi carrera con 2584 puntos, y en 2001, gané el Campeonato Nacional de nuevo contra Leinier Domínguez y Lázaro Bruzón, que eran muy jóvenes pero ya estaban jugando bien. Estaba en un gran momento. 

Precisamente le iba a preguntar por ese título de Cuba en 2001 cuando derrotó por 0,5 unidades a Leinier ¿Cómo fue aquella rivalidad con el ídolo de Güines? 

Para quedar por delante de Leinier había que ganar todos los días. Pero yo estaba en plenitud física. Corría todas las noches y hacía todo lo requerido para mantener el nivel. 

En este momento, Leinier Domínguez es de los mejores del mundo. Para usted, que lo conoce de cerca: ¿Qué virtudes cree que lo han llevado a la élite? 

Leinier está entre los mejores por su talento, por las oportunidades que tuvo, ya que de chico fue a todos los torneos y Mundiales Juveniles que tenía que ir, y complementa con una pasión desmedida por el ajedrez, que es lo más importante. Cuando entrenábamos en el Equipo Nacional, que nos reuníamos unos 10 días antes de cada Olimpiada, a Leinier no le importaba la cantidad de horas que estuviéramos concentrados. 

Una vez le puse a analizar la posición de una partida que perdí, con una Defensa Siciliana, contra un colombiano en el Memorial Capablanca. Hasta me daba pena ponerle esa partida mía porque él ya era de un Elo superior a 2700. Pero quería ver que hubiera hecho para no perder contra un jugador de 2300. Leinier le puso un interés a esa posición que a mí me sorprendía. Terminó jugando el torneo en esa posición con el movimiento que me hizo el colombiano. Ese amor por el ajedrez solo se lo había visto a Jesús Nogueiras. 

¿Cuál es su valoración sobre el momento actual del ajedrez cubano? 

Lo veo con bastante salud, a pesar de los buenos ajedrecistas que se han ido. Hay muchos jugadores jóvenes que me parecen interesantes. También contamos con una serie de niños prometedores a lo largo de toda Cuba. Van a ser muy buenos jugadores en un corto período de tiempo. 

¿Hay suficiente fogueo en esas edades de base? 

Hay muy pocos torneos a disposición de los jóvenes, sobre todo, muy pocos torneos internacionales. Muchas veces van a las competencias mediante el esfuerzo personal de los padres. Realmente, no están yendo a todos los mundiales, panamericanos y centroamericanos que deberían ir. 

Y si depende del esfuerzo de los padres, me imagino que las familias más humildes no podrán desarrollar de igual manera a un hijo talentoso… 

Tienen esa dificultad. En ese caso, la Federación Cubana trata de buscar patrocinios a través de la FIDE o de particulares. A muchos que no tienen cubiertos los gastos, a veces se le pone una parte y logran ir, pero la situación está lejos de ser la ideal a decir verdad. 

La migración en Cuba es un fenómeno que abarca todas las áreas de la sociedad, pero en el caso del ajedrecista: ¿es posible tener en su país un nivel de vida similar al que tuviera en el extranjero? ¿Por qué razón no sería factible para un ajedrecista mantenerse en la Isla? 

Creo que algunos se van también buscando mejoras competitivas, no solo es un problema económico. Afuera tienen más posibilidades de jugar contra jugadores más fuertes. Un ejemplo claro es el mismo Leinier en el Campeonato Nacional de Estados Unidos. Aunque tampoco es menos cierto que en algunos países se puede tener más recursos económicos siendo Gran Maestro. 

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En la actualidad, vemos ajedrecistas que reciben grandes bonificaciones en determinados torneos y costean sus viajes. ¿Podía el jugador cubano vivir del ajedrez en las décadas de 1980 y 1990? 

Realmente, el ajedrez es bastante mal pagado en el mundo entero. Según Ulf Anderson, gran amigo mío, solo los 15 o 20 mejores jugadores del mundo viven del ajedrez. Los demás están obligados a dar clases, vender libros, u otras cosas. 

¿A qué se dedica Reinaldo Vera en la actualidad? 

Actualmente, ayudo a jóvenes matanceros y a los que me escriben desde otras partes de Cuba y el mundo. Les diseño planes de entrenamiento. Y también participo en muchos seminarios como Entrenador Senior de la FIDE, que solo somos tres en Cuba; Silvino García, Nogueiras y yo. 

*** 

Solo dos integrantes del equipo cubano han obtenido presea dorada en Olimpiadas Mundiales de Ajedrez. José Raúl Capablanca la consiguió en Buenos Aires 1939, y 59 años después, Reinaldo Vera tocó el Olimpo en Elista. El matancero es el décimo cubano con más partidas en el prestigioso evento. Tras 75 incursiones en el tablero, dejó saldo positivo de 24 triunfos, 36 tablas y 15 descalabros. Visto desde otra perspectiva, al participar en una decena de Olimpiadas Mundiales entre 1980 y 2002, Vera es de los cuatro históricos del plantel cubano con presencia en 10 o más citas bajo los cinco aros del juego ciencia. Además de él, aparecen en la selecta lista Jesús Nogueiras (14), Silvino García (10) y Amador Rodríguez (10). 

Al viajar desde Cuba hacia Europa, me imagino que el clima, el traslado, o el cambio de hora podrían influir en el rendimiento de nuestros jugadores… 

Lo ideal al llegar allá es contar con una semana de adaptación. Pero eso casi nunca la tenemos. Recuerdo que en la Olimpiada Mundial de Novi Sad en 1990 llegamos el mismo día de iniciar el torneo. Aterrizamos por la mañana y jugábamos a las tres de la tarde. Perdimos esa ronda ante México. Yo perdí una partida asequible ante Martín del Campo, aunque después él ganó el oro en su tablero. De hecho, en esa Olimpiada, las tres partidas que perdí fueron contra medallistas de oro en diferentes tableros. 

¿Como era su relación con las Olimpiadas Mundiales? 

Las empecé jugando muy mal. Mi primera Olimpiada fue en 1980 con 19 años. Entonces, Eldis Cobo, que entrenaba al equipo, presionaba muchísimo. Me volvió loco. Me decía jugadas cuando estaba pensando. Y como era medio sordo, hablaba muy alto. Era muy apasionado por el resultado. Una vez perdimos contra un equipo asequible y nos sonó una tremenda descarga, llamándole la atención a los Grandes Maestros del equipo como Guillermito, Silvino y Amador. Pero bueno, ese era Cobo. (vuelve a sonreír) 

Cuando perdí tres veces en la Olimpiada de Novi Sad, me sentí incómodo. E incluso, le habíamos ganado 3-1 a Bulgaria, pero yo cedí en la última partida. Allí le dije a Román Hernández que no iba a más Olimpiadas, pero él solo me dijo “nos vemos en la próxima”. Luego, pude obtener buenos resultados en Ereván 1996, donde terminé invicto al igual que en Elista 1998 y Bled 2002. 

En Elista obtiene el oro, pero comenzó con tablas ante un rival inferior como un jugador de Yemen del Sur… 

Pensé que sería un desastre en esa ocasión. Le dije a Walter Arencibia que habían vuelto mis malos resultados en Olimpiadas. Tenía un peón de ventaja en ese final ante el yemení, y en diez jugadas, con una posición sencilla, perdí dos peones que no me los explico. De pronto, me vi concediéndole tablas. Pero desde ahí empecé a hacer lo que ya te dije: olvidar el resultado y concentrarme en disfrutar la partida diaria. 

¿Algún otro recuerdo de Elista 1998? 

El equipo cubano funcionó bien, a pesar de que tenía sus problemas de relaciones entre algunos integrantes. Era una Olimpiada diferente, en una ciudad que tenía relación con el ajedrez a través de su historia. A cada equipo lo apadrinaba un empresario, y en dependencia de ello, variaban las condiciones de estadía. El que nos tocó a nosotros fue bastante generoso. 

Hábleme sobre su faceta como entrenador en Olimpiadas Mundiales de Ajedrez. 

Asistí a cinco Olimpiadas como entrenador. En 2004, 2006, 2008, 2010 y 2012. Es muy difícil preparar a un equipo nacional porque es muy alto el nivel de sus integrantes. E incluso, diseñar qué hacer es complicado. Tiene que ser algo interesante, que los motive. Trataba de trabajar en las aperturas que ellos jugarían, y que sorprendieran a los rivales. Y también ejercitábamos la táctica, jugábamos a ciegas y les ponía a jugar a partir de una determinada posición. Esos son métodos rusos. El principal problema que tuvimos en ese siempre fue el acceso a internet. De resolver antes esa cuestión, hubiera sido muy fructífero. En vez de hacer un entrenamiento de 10 o 15 días antes, hubiésemos hecho una preparación anual porque habríamos podido mantener la comunicación con los atletas sin importar la distancia. 

¿En qué apertura, defensa o variante considera que ha realizado aportes? 

Lo que más he jugado es Defensa Siciliana en su Variante Najdorf, y a esa, algún aporte habré hecho. Pero con blancas, se me han dado bien las Defensas Grünfeld y la India de Rey. Las he jugado muy bien en mis mejores tiempos, creando incluso en el propio juego, no solo a partir de la preparación. 

Su partida más memorable… 

Mi partida más famosa es la que le gané a Vasili Smyslov en Barcelona, en 1990. Le gané muy bien. Fue una victoria comentada por varios Grandes Maestros. También la he visto publicada en libros como modelo a seguir a la hora de jugar con blancas. Smislov estaba muy bien en ese torneo. Estaba empatado en el primer lugar, si mal no recuerdo. Y cuando lo derroto, se quedó medio atónito. Empezó a hablarme y a explicarme cosas de la partida, pero yo no hablo ruso y no podía decirle nada. 

¿Y qué adversario le ha resultado más complicado? 

Anthony Miles siempre fue un jugador muy difícil para mí. Miles había sido el primer Gran Maestro de Inglaterra, se enamoró de Cuba y empezó a venir a todos los Memoriales Capablanca. Con Miles, perdí tres partidas e hice solo dos tablas. Pero ese era un jugador de talla mundial que le ganaba a cualquiera. 

Dentro de Cuba, cuando empecé a bajar el nivel, me pareció muy complicado Isán Ortiz. Pero en mi mejor momento, me costaron Bruzón y Nogueiras. Ambos son muy técnicos, muy profilácticos, no te dejan hacer nada, te tratan de controlar y ese estilo a mí me hacía mucho daño. 

Usted ha jugado contra varios campeones del mundo. Ya mencionamos a Smyslov, sin embargo, también enfrentó a Karpov, Mijail Tal, Ruslan Ponomariov y Alexander Jalifman. ¿Cuál de esas contiendas atesora en su memoria con mayor claridad? 

Contra Tal jugué cuando tenía 20 años. Le saqué tablas en un torneo en España con piezas negras. Hice una Defensa Tarrasch. Y por un momento, él pensó que me iba a ganar fácil, pero yo había hecho una jugadita que él nunca vio. Eso no solo me permitió igualar, sino también quedar en mejor posición. Un día de esa competencia, yo analizaba junto a otro Maestro Internacional una partida mía donde yo había desplegado una estrategia rara. Era casi imposible que eso funcionara. Y Tal, que andaba de pasada por allí se incorporó al análisis y rápidamente vio un jaque mate impresionante, en solo un momento. Tal era algo increíble. Bueno, era Tal. (sonríe) 

Quizás España sea el país en el que más ha competido después de Cuba. ¿Qué significa esa nación para usted? 

España es uno de los países que más torneos abiertos hace. Tienen circuitos de verano que empiezan en junio y terminan en septiembre u octubre, donde hay posibilidad de jugar 10 torneos seguidos separados por dos días. Entonces, es cómodo para el latinoamericano por el idioma, y además, es muy bonito. Los latinos se desarrollan ahora en España, como en su momento lo hacían en torneos cubanos. 

¿Entre sus metas futuras está formar parte de un torneo senior? 

Realmente, dejé pasar la mejor oportunidad para jugar un Mundial Senior, que es cuando se cumple 50 años. Yo ya tengo 62. Y por otro lado, tienes que clasificar a nivel continental. Quería intentarlo este año, pero tenía que pagarme todos los gastos y era algo excesivo. Entonces quiero aprovechar que ese continental será en La Habana en 2024. Trataré de estar en el Mundial para mayores de 50 años donde, por supuesto, no soy favorito. Ya tendré más chance en el de mayores de 65. 

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*** 

El ajedrecista polaco Siegbert Tarrasch manifestó en una ocasión: “El ajedrez, como el amor y la música, tiene fuerza para hacer feliz a un ser humano”. Este aforismo describe a la perfección a Reinaldo Vera, un hombre feliz gracias a su pasión y al amor que ha encontrado en su esposa e hijos. 

Fuera del ajedrez, Reinaldo confiesa que le gusta leer diversos libros. Pero al mismo tiempo, recuerda cuanta bibliografía de calidad le queda por devorar en ese amplio mundo de reyes y peones. Eso le hace retomar la lectura de uno de sus más grandes pretextos para vivir. 

A veces juega de más, en la calle, en internet, en sitios donde confiesa que no debería. No obstante, un conocido le dijo una vez que ese era el ajedrez bonito, no el que se juega por Elo o bonificaciones. 

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Imagen cortesía de Andy Lans

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