Hace más de una década, cuando ya era un ajedrecista de élite, Neuris Delgado salió a competir a un torneo en el extranjero y nunca regresó a su país. Era un Gran Maestro cubano, tenía cerca de 30 años y aunque había recorrido ya buena parte del mundo, tomaba, entonces, la decisión que definiría su camino.  

Tenía una amplia experiencia internacional, había competido en Olimpiadas y era uno de los primeros jugadores en la isla, en una época en que se consolidaba una generación dorada que competía, cara a cara, con las grandes potencias del mundo.

Pero Neuris Delgado, ante todo, era también un ser humano que sintió el hastío por los desaires y las dificultades contra las cuales colisionó, de forma repetida, cuando le impidieron concretar sus viajes a varios torneos.

“En el próximo, para donde sea, ya no me importa”, pensó poco antes del que sería el itinerario definitivo.

Era un Gran Maestro de Cuba, pero se consideraba, igualmente, “un ciudadano del mundo”. La vida le ha dado la razón cuando emigró para encontrar, fuera de su isla natal, tierras que lo acogieron como un hijo, el amor y manos tendidas, de amistad.

¿Cómo llega Neuris Delgado al ajedrez?

Fue algo rarísimo, siempre respondo que por “un padre que no tenía nada que hacer”. Era un típico domingo y mi padre, que no tenía nada que hacer, me dice: “te voy a enseñar a jugar ajedrez”. Y me gustó, me llamó la atención. Comencé a jugar e ir a una academia, pero todo fue así, como por arte de magia.

¿Cuándo empiezas a mejorar el nivel? ¿Estudiabas por tu cuenta?

Cuando tenía cinco años fui a la academia, estuve tres meses en la Academia Municipal de Bayamo, pero me fui. Luego, pasé dos años lejos del ajedrez y más tarde, con casi nueve años, retorné. Comencé a estudiar con un vecino que siempre me ganaba y me dijo: “te voy a enseñar a jugar ajedrez, vamos a estudiar”.

Recuerdo que tomamos el libro de Grau, el segundo tomo, y comenzamos. De ahí, comencé a frecuentar la Academia de Bayamo, en la cual entrené con Félix Tamayo, que era un entrenador excelente.

Pasé también con otros entrenadores, hasta llegar a la EIDE, pero sí, entrenaba mucho y me encantaba jugar y tenía la ventaja de que en mi familia nadie jugaba, pero a mis vecinos sí les gustaba el ajedrez. No me gustaba perder y me tocó estudiar.

Neuris Delgado
Neuris Delgado

¿Cómo llegas a los juveniles y obtienes las primeras normas?

Fue algo fuera de lo común, producto del entrenamiento mismo. Entrenaba siete horas por día con 11 años. Entré con diez años a la EIDE de Granma y estudiaba muchísimo ajedrez. Era el único jugador que no tenía resultado, pero clasifiqué para los Juegos Escolares y fui el único que gané medallas en los primeros Juegos Escolares. Obtuve bronce individual y bronce por equipos y seguimos entrenando y al año siguiente, nuestro equipo ganó y yo fui segundo.

Fue una etapa bonita, pues nuestro equipo era muy fuerte. Ganamos tres Juegos Escolares seguidos, jugamos muy bien. En todos obtuve medallas, excepto en el año 96 cuando quedé cuarto y fue triste para mí.

Sin embargo, ese año creo que jugué el Carlos Manuel de Céspedes y conseguí una norma de Maestro Internacional. Era el penúltimo ELO y no esperaba ganar. Tenía entre 15 y 17 años. Ahí sí pensé que podía ser, al menos, un jugador serio de ajedrez y dedicarme de verdad. Me gustaba, pero no tenía definición y sí resultados.

¿Era difícil compaginar los estudios con una práctica tan exigente?

En la EIDE nos levantábamos 5 y 15 a.m. para entrenar, cuatro horas y media de ajedrez, y después, almuerzo y escuela. No era estudioso, pero si aplicado. Tenía una filosofía: si no aprendo con el profesor, en casa solo no lo voy a hacer. Me dedicaba y me iba bien en las pruebas. Era mucha tensión a la hora de las clases.

¿Fue una época propicia para jugar ajedrez en Cuba?

Para mí fue la mejor época de Cuba, porque talento y necesidad hacen una mezcla perfecta. Estaban todos los jugadores talentosos y que necesitaban ser buenos en alguna cosa. Creo que no solo en el ajedrez fue la mejor época, sino en otros deportes.

¿Cómo recuerdas tu primer campeonato nacional?

El de mayores fue duro y llegué con bastante preocupación. Tenía 2417 de ELO, tampoco era de los peores, pues estaba a mitad de la tabla. Enfrentarte a esos Grandes Maestros en esos torneos te daba más miedo, cierto temor, pero la idea era clara: jugar lo mejor posible y tratar de no quedar entre los últimos, algo que, por cierto, conseguí. Quedé a mitad de la tabla, gané tres y perdí tres, con 11 tablas. Terminé lejos del último, si no, hubiera cambiado la visión acerca del ajedrez.

Fuiste subcampeón en varios campeonatos nacionales en época muy fuerte. ¿Qué recuerdas de tus actuaciones?

Tres veces quedé segundo. Primero, en 2001, cuando hice una norma de Gran Maestro. Después completé mi título de Gran Maestro en febrero de 2002. Perdí una partida solamente de ese torneo, la número 11, con Lázaro Bruzón. Necesitaba tablas para ser Gran Maestro y perdí con Bruzón. Tuve que ganar la siguiente a Maikel Góngora.

Ese fue un torneo curioso porque pensé que ya no podía luchar por el título. Empecé con cuatro tablas, en la quinta me tocó negras con Jesús Nogueiras y me dije: intentaremos ser Gran Maestro en otro torneo. Sin embargo, gané cinca seguidas, aunque ese torneo lo ganó Leinier Domínguez.

Tu mejor momento jugando dentro de Cuba

Hay sensaciones encontradas. En el 2001, cuando jugué mi primer torneo fuera de Cuba y regresé y empecé a jugar la eliminatoria del Campeonato Nacional, que eran las semifinales. Estábamos jugando un ajedrez fantástico, después en el Guillermo García hice norma de Gran Maestro. También en el 2004, tuve un Torneo Capablanca bien jugado: creo que llegué a hacer 10,5 de 13 puntos. Además, en el 2009, tuve un Capablanca muy bueno.

¿De qué forma se preparaba un ajedrecista en tus años en la isla, cuando no estaba extendido el uso de internet y los computadores?

Existían lápices y libretas y copiabas todo lo que veías en los libros. Me reía, porque a veces llegaba un informador, que era de tres o cuatro años atrás y estabas con lo último en la moda. Copiabas y copiabas, lo que sí tenía el ajedrez de aquella época era que jugabas y mejorabas mucho en la práctica.

¿Cómo se consolida esa “generación dorada” del ajedrez cubano después del 2000, con nombres como Leinier, Bruzón, Quesada o Neuris?

Con talento, necesidad y buenos entrenadores. Por ejemplo, tuve la oportunidad de entrenar con Nelson González, Comisionado de Granma. Yo me reía muchísimo porque como ajedrecista era malísimo, pero un preparador excelente. Tengo que agradecerle ese juego ajedrecístico a él. No solo yo, pues Granma ganó cinco Juegos Escolares seguidos.

Lo mismo pasó en Las Tunas con Bruzón, igual con La Habana. Teníamos buenos entrenadores y había una generación talentosa y que a la vez necesitaba destacarse en algunas cosas. Creo que ahí fue el momento, el pico exacto para que se reunieran todos los elementos para tener la mejor, tal vez, generación del ajedrez.

En muchas ocasiones, al ajedrez era visto como una suerte de deporte “distinto”, con sus propias reglas en el país. ¿En qué forma se gestionaba la carrera un ajedrecista en tu época?

Es complicado. En aquella época, el ajedrez se dejaba como de lado. Como deporte no se tomaba en cuenta en Cuba. Cuando nosotros quedamos séptimos en la Olimpiada [en Calviá-2004, Leinier Domínguez, Lázaro Bruzón, Neuris Delgado, Jesús Nogueiras, Walter Arencibia y Yuniesky Quesada finalizaron séptimos], que fue un resultado increíble, nos prestaron atención cero.  Recuerdo que nadie del INDER fue a recibirnos. El ajedrez no existía dentro del INDER como deporte, pese al resultado, y te dejaban de lado.

Nosotros teníamos la ventaja, a diferencia de otros deportes, de que podías, personalmente, intentar con los organizadores para que te invitaran a los torneos. Y eso, hasta cierto punto, era una ventaja, el poder hablar directamente con los organizadores y poder decirles yo quiero participar en ese torneo. Si bien por un lado tenía sus problemas, para el ajedrecista era ventajoso porque no tenía que seguir aquellos canales que son burocráticos y que muchas veces te hacían perder oportunidades.

¿Quién los financiaba?

Llamabas y hablabas con un organizador. Hubo una época en que había email, te demorabas una hora, pero tenías respuesta. Te pagaban el pasaje y te decían: te podemos pagar esto o aquello. En los torneos, objetivamente, se ganaba algún dinero y con eso valía la pena y ya tenías una reserva para costear el próximo torneo.

En los torneos a los que viajaban como equipo, como las Olimpiadas, ¿recibían ayuda de la Federación o el INDER?

Siempre el INDER, en los eventos oficiales, gestionaba todas las cosas como sucede con los otros deportes. Era una obligación no muy placentera para ellos.

Sin embargo, los medios y aficionados sí seguían los resultados

Por eso no entiendo [la actitud del INDER], porque a la gente le gusta el ajedrez en Cuba. En una época me pareció que el ajedrez estaba mano a mano con la pelota, si es que no era el más practicado. Veías Universidad para Todos y el ajedrez era la segunda clase más vista.

Recuerdo a mi tío levantarse de mañana con una libreta para ver las clases y la gente sí nos seguía. Te conocían y hablaban del juego, la gente sabía y sufría el ajedrez. Pero la misma situación era totalmente diferente entre ese trato de las personas y del INDER, pese a que era un deporte y había que darle atención.

Pero no ocurría con el INDER, pues existían otras prioridades en Cuba. En Granma, por ejemplo, le dieron una casa al que ganó el líder en ponches, creo, y yo gané oro como segundo tablero reserva en el Campeonato del Mundo de ajedrez por equipos en 2001 en Ereván, y no me dieron en una casa. Era lo que tocaba como ajedrecista.

¿Los ajedrecistas no estaban atendidos por las autoridades deportivas?

No, pero hay excepciones y las hubo en algún momento, no puedo reclamar de todo, pero no estábamos bien atendidos. En Granma, el único que sí prestó atención, por lo menos cuando estaba como dirigente, era Lázaro Expósito. Es del único que puedo decir que tuvo una atención conmigo y se lo agradezco: para el resto, yo era un ajedrecista.

¿Cómo recuerdas la histórica Olimpiada de Calviá 2004, cuando igualaron el mejor resultado cubano en este tipo de certámenes?

Fue una locura, comencé con uno y medio puntos en cinco rondas y estaba hundiendo al equipo. Eso te daba una tristeza, una sensación de impotencia por no poder ayudar, algo que, psicológicamente, afecta bastante. El día de descanso – yo pierdo dos seguidas y viene la pausa de juego –me llama Reinaldo Vera, que era el capitán, y me dice: “Neuris, necesito que mañana juegues tu mejor ajedrez”.

A partir de ahí, me recuperé. Perdimos peso, incluso, con la tensión. Sufrimos mucho ese resultado, no tienes ni idea, pero quedamos en séptimo.

¿Por qué el sufrimiento? ¿Esperaban un mejor resultado?

El problema es que sí, es lindo cuando se termina el torneo, pero cuando estás en el match lo sufres un montón. Fue terrible, nunca se me olvida la reacción de Leinier en la última ronda porque estamos jugando la Súper Olimpiada y perdimos por la mínima con Rusia. Habíamos jugado con casi todos los equipos fuertes y pensamos que en la última ronda no nos iba a tocar un equipo tan fuerte y cuando sale el pareo, pues tocó Israel: no te voy a contar la frase que Leinier dijo.

Bruzón iba con blancas y ganó. A mí me tocó defenderme con negras y aguantar. En ese match terminamos dos a dos, pues Leinier y yo empatamos, Bruzón masacró totalmente a su rival y Nogueiras perdió. Si ganábamos, terminábamos sextos.

¿Qué sintieron tras terminar con ese histórico resultado para el ajedrez cubano?

Fue increíble esa sensación. Habíamos logrado algo que no había pasado por nuestra cabeza. Estábamos todos festejando, felices, hasta el punto de que pensamos que íbamos a tener un poco más de atención, no solo de la prensa, que se portó muy bien y de las personas que siempre nos han apoyado, pero sí más del INDER, que hizo caso omiso.

¿Ayudó al ajedrez cubano la rivalidad Leinier Domínguez-Lázaro Bruzón?

Es importante la aparición de dos figuras y eso sucede en todos los deportes. En Brasil no existía el tenis hasta que apareció Gustavo Kuerten. Necesitas a alguien que sea tu cabeza. En el caso de José Raúl Capablanca, fue una imagen de hace muchos años atrás, pero Leinier y Bruzón fueron el ejemplo. Eran algo que las personas podían sentir y ver, y mientras mejores fueran ellos, más motivaban a las personas jugar al ajedrez. Hubo varios chicos Leinier por ahí gracias a él, pues ayudó mucho al ajedrez, a tener visibilidad.

¿Existía rivalidad entre ustedes en esa época?

Sabíamos algo bien claro: dentro del tablero no existen amigos, pero fuera somos amigos, nos divertimos, analizamos, conversamos. Hubo un Campeonato Nacional en el cual yo me estaba quedando en casa de Yuniesky Quesada y el match siguiente era de Quesada contra mí. Era a muerte, pero a la vez, éramos amigos y me quedaba en su casa. Y con Leinier y Bruzón la rivalidad viene del 93, pues los tres comenzamos a jugar Juegos Escolares el mismo año, en el mismo tablero.

¿Cuál fue tu mejor resultado o el torneo que más recuerdes representando a Cuba?

Si son torneos por equipos, fueron tristes, por lo menos en las Olimpiadas no eran resultados malos, pero no tuve ningún resultado exclusivo. Donde no me fue mal fue en los Panamericanos, pero tampoco eran demasiado exigente y tampoco puedo decir que era un torneo superduro. Si tengo que decidir por uno, sería la Olimpiada de 2004, cuando hice el 50 por ciento de los puntos, pero por lo menos jugué bien en las partidas en que hacía falta jugar bien, que fueron las últimas rondas.

¿Por qué decide Neuris Delgado emigrar de Cuba?

Hubo tres cosas que me afectaron. Una fue la Olimpiada de 2008, cuando colocaron un reglamento que decía que era obligatorio jugar el Campeonato de Cuba, y que fue el único torneo que me fue mal. Nogueiras dijo que no iba a jugar, no jugó, tuvo mejor performance, y lo llevaron a él a la Olimpiada y no a mí. Eso me chocó bastante.

Después, presenté cinco viajes para participar en eventos diferentes y el Comisionado Nacional me decía que el pedido de autorización iba al INDER y nunca los había presentado.

Los viajes, aunque tú mismo gestionaras el torneo, ¿necesitaban una autorización del INDER?

Sí, como todo el mundo. Tenías que sacar el permiso tres meses antes. Pasaban por el INDER, luego autorizaban, ibas para el trámite de viaje, se preparaba el visado, pasaporte y después salías. El Comisionado me dijo que los había presentado y cuando fui a preguntar, me decían que nunca estuvieron presentados.

Por último, en el 2009, iba a participar como entrenador en la Copa del Mundo. Pedí para no salir el 30 de noviembre y sí hacerlo el primero de diciembre. Fui a hablar y me dijeron que no se podía el cambio y entonces no fui.

Cuando regresé en enero, me preguntaron en el INDER: ¿cómo te fue en los torneos? Dije que no fui porque me dijeron que no se podía y la persona me dijo: ¿por qué no viniste a verme? En ese momento me dije: en el próximo viaje, para donde sea, ya no me importa.

Fue una mezcla de todo. Igualmente creo que, si hubiera tenido un poco más de atención del INDER, incluso del gobierno de Granma, tal vez no lo hubiera hecho, pero esas son historias que son imposibles de contar. Como decir que yo siendo Gran Maestro dormía en una tabla, no tenía casa y recordar que estuve entre los diez atletas más destacados de Cuba y no de Granma, por ejemplo.

Eso no pasaba por la cabeza de una persona, con un poco de raciocinio, así que decidí que era hora de irme para donde fuera. Realmente, nunca antes pensé quedarme, aunque había viajado bastante. Nunca había tenido interés en emigrar hasta que se dieron todas esas cosas.

Cuando saliste de Cuba, ¿el plan era seguir jugando ajedrez?

Sí. Salí a jugar a un torneo y no regresé. Viví un tiempo en Colombia y lo hice bastante bien, no puedo quejarme. Llegué a 2600. Hubo una época en que gané cinco o seis torneos seguidos. En cuanto a lo económico, gané la Copa Latinoamericana, cuyo premio eran 10 000 dólares. También gané el Bicentenario de Colombia, no puedo quejarme para nada. Podía vivir del ajedrez.

¿Eso no era posible en Cuba?

Si tomamos en cuenta que para viajar tienes que pedir permiso, y cuando lo pides, te dicen que no puedes, es imposible. Además, hay cosas que, independientemente de lo que pienses, no tienen precio.

Tuve la oportunidad de viajar por primera vez hace unos meses con el pasaporte paraguayo. Soy libre de hacer esas cosas y me gusta mucho. En una ocasión llegué a la frontera entre Brasil y Uruguay, que es un paso libre. Entonces, ponía un pie en Uruguay y otro en Brasil y me sentía diferente.

Esa posibilidad de poder hacer las cosas porque sí, porque no estás haciendo nada equivocado; simplemente, porque lo quieres hacer y lo estás haciendo en el momento, no existía. Eso lo vine a experimentar cuando jugué en Colombia. Anteriormente, nunca pasó por la cabeza, pero cuando experimenté eso, realmente fue bueno.

¿Tenías la decisión tomada antes de viajar?

No era 100 por ciento seguro, pero me daba vueltas en la cabeza. De hecho, no le dije a nadie porque me cansé. Claramente, como toda persona, el ajedrecista necesitaba dinero para vivir y para viajar.

Imagina que tienes cinco eventos, en los que sabes que, como mínimo, vas a ganar 1500-2000 dólares. Pero, por una persona que no le da el deseo porque se levantó del lado equivocado de la cama, no puedes participar en los torneos, sin ninguna explicación lógica.

ajedrecistas Neuris Delgado, Leinier Domínguez, Carlos Albornoz y Yuri Gonzaléz
Neuris Delgado junto a Leinier Domínguez, Carlos Albornoz y Yuri Gonzaléz

¿Cómo transcurrieron esos primeros tiempos en Colombia?

Seguí trabajando y haciendo las cosas de forma normal, como hacía antes de que decidí no regresar a Cuba. Ya había valorado dar clases, pues no solo vives de jugar ajedrez. Siempre di clases, los ajedrecistas siempre intentamos dar clases en todos los lugares para equilibrar el tiempo. Alguien viene y te dice: ¿puedes darme unas clases aquí? En el mismo 2010, cambié de Federación, cuando decidí quedarme a vivir en Colombia. Me iba bien jugando ajedrez, tenía apoyo de la Liga de Ajedrez de Bogotá.

De pronto, “desapareciste” de la lista de ajedrecistas cubanos en el ranking ELO de la FIDE

Pedí el cambio de Federación porque fue una coyuntura bien diferente. Hoy en día está bien establecido, pero en aquella época, era la primera vez que la FIDE establecía que iba a permitir cobro por el cambio de bandera y yo tenía un margen de tres meses, o de lo contrario, estaba sujeto al posible cobro del cambio de bandera y eso puede traer como consecuencias que no pueda jugar por Cuba y tengas que jugar con bandera de la FIDE y yo no quería eso. Tenía tres meses para que no tuviera que pagarlo porque justo, después, implementaron que tenías que pagarlo. Por eso lo hice en ese momento.

¿Qué lleva a Neuris Delgado a Paraguay?

Cosas del destino. Mi esposa y yo nos casamos y nuestra idea principal era vivir en Colombia, pero ahí tuvimos un imprevisto. Mi esposa tenía una chica menor y su papá no le dio permiso para vivir en Colombia. Ese plan ya no era posible. En cuanto a vivir en Uruguay, es un país carísimo y es imposible vivir del ajedrez, mientras que en Brasil estaba el tema del idioma y que tampoco conocíamos prácticamente a nadie. Argentina nunca me llamó la atención y, entonces, quedó Paraguay dentro de la ecuación. Nos fuimos a vivir para Paraguay y había una persona que había dicho que me iba a ayudar, a quien nunca más vi.

En este caso, sí tuviste que pagar el cambio de bandera para representar a Paraguay

Sí, unos 5000 euros. Cuando me fui a Paraguay, estuve dos años viviendo con bandera colombiana: era un cubano que vivía en Paraguay jugando con bandera colombiana y casado con una uruguaya. No tenía nada que ver con el país, excepto que vivíamos allá.

En ese momento, les servía que jugara con bandera colombiana porque era una bandera para los eventos. El cambio de bandera solo se decidió en 2013, ya pensando en la Olimpiada.

¿Cómo fue el proceso de adaptación de Colombia a vivir en Paraguay?

Asunción, Paraguay, es cuatro veces más calurosa que Haití. No hay forma de adaptarse. Me pasé muchísimo tiempo enfermo por el cambio de temperatura del aire acondicionado y la calle. Es difícil adaptarse, pero soy muy agradecido con el lugar donde te acojan.

Digo siempre: eres una persona del mundo, y a veces naces en un sitio, pero hay lugares en que te acogen y haces tu hogar. Pasa lo mismo con familias y amigos. La familia no la escoges, tus amigos sí y, entonces, estas personas me trataron muy bien.

Hubo muchas personas que me apoyaron. A pesar de que no me adaptaba con muchas cosas me sentía bien porque sabía que era importante para algunas personas, que se sentían bien conmigo y querían hacer lo mejor que podían por mí.

Las experiencias competitivas fueron muy buenas, como ejemplo, en los Campeonatos Nacionales

Sí, al fin gané un campeonato nacional: dos campeonatos de Paraguay seguidos en 2014 y 2015 y en 2018 y 2019. En las Olimpiadas fue diferente, los objetivos eran otros, pero siempre es la misma idea: intentar siempre hacerlo lo mejor posible. Siempre quieres dar lo máximo, quieres tener un resultado que quede para la historia del país.

¿Cómo veías a Cuba desde la distancia? ¿Te encontraste al equipo en la Olimpiada?

No tiene nada que ver una cosa con otra. Siempre he tenido una buena relación con todos los Grandes Maestros cubanos, y no tiene por qué cambiar. De hecho, hice un proyecto aquí, en el cual se daban algunas clases por internet y lo primero que hice fue invitar a los Grandes Maestros cubanos. Participaron Yasser, Omar, Yuri, Albornoz. Bruzón, Leinier. Somos amigos, nos conocemos desde hace muchos años. Nos conocemos del ajedrez: en donde uno viva o no, eso no es relevante.

Si bien antes salieron del país otros trebejistas, resulta llamativo que grandes jugadores como Neuris, Leinier, Bruzón, Yuniesky o Fidel Corrales hayan emigrado de Cuba. ¿Por qué se produce la diáspora del ajedrez cubano que atañe a tu generación?

Hay que comparar, solamente, la atención que hubo antes para el ajedrez. Antes se daban atenciones especiales a los Grandes Maestros, se le pagaban pasajes para que pudieran viajar. Con el tiempo, fueron uno más, sin apoyo, sin nada. Creo que sucede como en muchos deportes, que el deportista piensa en vivir mejor. Así que la gente, simplemente, sale. Creo que fui el primero de mi generación, y por lo que veo, no el último.

¿Han llevado esas salidas de jugadores de élite al descenso de la calidad del ajedrez cubano entre los hombres?

Creo que no es culpa de la generación y sí del incentivo. También hace falta que el ajedrecista entienda esto: cuando era chico, comprendí que el ajedrez, como una profesión, me podía llevar adelante y que podría vivir de este. Hoy en día, eso significa que, tal vez, puedas vivir. En aquella época tenías la certeza de que, si eras bueno, sí podías vivir del ajedrez, pero ahora no es así.

No hay incentivo para que estos chicos quieran jugar realmente. El mundo cambió y estos chicos necesitan realmente sentir que son importantes. En la Olimpiada de 2004, nosotros hubiéramos agradecido, por ejemplo, si alguien del INDER hubiera aparecido y dicho: “excelente Olimpiada, ustedes fueron lo máximo. Estamos orgullosos de ustedes”. No lo hicieron aquella vez y no lo van a hacer ahora. Estos chicos necesitan bastante atención y no la tienen, infelizmente, eso no va a cambiar.

¿Podría repetirse en la isla otra generación como la de ustedes?

Me encantaría que hubiera grandes ajedrecistas en Cuba. Yo soy parte de esa historia de los ajedrecistas, pero me parece, infelizmente, que estamos lejos de que eso suceda. De hecho, tenemos ahora, jóvenes como Yasser, Albornoz, del masculino. Y puedes encontrar uno o dos jugadores jóvenes más, pero, aun así, los jugadores establecidos como Yuri y Omar todavía están y van a estar por mucho tiempo.

No hay relevo ni algo que diga tampoco que alguna cosa va a cambiar. Me encantaría que fuera diferente, pero no veo un cambio radical en ese sentido.

¿A qué se dedica Neuris Delgado en estos momentos?

Vivo en Brasil, pero represento a Paraguay y estoy feliz de continuar representando a ese país. Mi hija menor es paraguaya, pero vivo en Brasil. Ahora no está bien, pero era la sexta economía del mundo y había una cantidad de torneos muy buena. Además, la ciudad donde vivo, por ejemplo, es una de las más desarrolladas de Brasil, y hasta cierto punto, existe algún incentivo al ajedrez.

¿Solamente estás vinculado al ajedrez o tienes algún otro proyecto?

Juego y doy clases para la prefectura de la ciudad. Entreno a los chicos aquí. Tenemos un equipo muy bueno, varios maestros FIDE. Por lo demás, me dediqué, después de viejo, a estudiar otras cosas. Ahora me preparo en la programación. No solo puedo dedicarme al ajedrez, sino que hay otras cosas.

¿Una academia?

Tenemos un proyecto que está bien interesante, en el cual hacemos las cosas online y que se llama Ajedrez de Élite, a este fue al que invité a todos los jugadores cubanos y a Julio Granda, Diego Flores. Hemos llamado a varios jugadores.

¿Qué planes tienes para tu futuro?

No tengo nada decidido, hasta el año pasado pensé parar de jugar ajedrez y solo jugar los torneos más importantes, en torneos puntuales. Aprovechando el pasaporte paraguayo me fui a jugar varios torneos. Comencé a recuperar el ELO que había perdido y me empezó a ir bien, gané ánimo de nuevo y ya quiero jugar ajedrez. 

¿Te mantienes al tanto de la vida en Cuba?

Siempre está presente, de hecho, mi padre está allá y se sufre la situación como está. Por otro lado, aquí tú también tienes tus propios problemas para resolver todos los días. Es una dualidad difícil de manejar porque se sufre, porque siempre se tienen esos sentimientos. Pero, tienes que estar abierto a ser una persona del lugar donde eres acogido: si te acogen, si te tratan como uno más, ¿por qué no debes considerarte uno más, si con los amigos hacemos lo mismo?  Hay amigos que consideramos hermanos y no son hermanos, y lo mismo pasa aquí.

Si se permitiera, ¿tendrías algún proyecto de ajedrez en Cuba? ¿Fundar una academia, por ejemplo?

Para poder incentivar tienes que estar presente y no voy a estar presente, pero siempre lo dije y lo repito, y creo que es el sentimiento mío y de todos los ajedrecistas, deportistas y cubanos que están fuera de Cuba. Si podemos ayudar, todo el mundo va a dar su mano. Eso va más allá de cualquier pensamiento, de cualquier política, de cualquier filosofía. Toda la gente va a intentar ayudar.

¿Has vuelto? ¿Te gustaría jugar allá nuevamente?

Una vez, después que pasaron ocho años, hice una consulta en la embajada cubana, en São Paulo. Eso fue hace años y todavía estoy esperando la respuesta. No me respondieron. Estuve preguntando también por si me invitaban al Capablanca, pero parece que no va a ser posible, por ahora. Tomé una decisión, ahora soy un jugador que representa a otro país y me gustaría jugar como cubano-paraguayo que soy.

¿Cuánto representa tu familia en tu vida y carrera?

Es un soporte que necesitas, porque sin ellos apoyándote, es muy duro. Vivo con mi esposa y ella es el soporte que me aguanta en los momentos difíciles. Al mismo tiempo, miras para tu hija y te dices: hay que seguir luchando. La familia es la base fundamental de cualquier tipo de resultado que puedas tener en la vida.

¿Cómo el ajedrez transformó la vida de Neuris Delgado?

Entre muchas cosas que tengo que agradecer en mi vida, sin dudas, el ajedrez es una de esas. Pasé de ser alguien de Bayamo, del oriente de Cuba, que no existía, a ser una persona que fue respetada, con muchos amigos. Me dio la oportunidad de conocer muchas cosas en el mundo, muchas culturas, personas fantásticas. Nada de eso fuera posible sin el ajedrez.

¿Encontraste lo que buscabas cuando saliste de tu país de nacimiento?

Va más allá del sentimiento, incluso, de rebeldía, de que me cansé de que con el ajedrez fueran así, porque no me presentaran los viajes [ante el INDER] y me dijeran otra cosa.

Más allá de eso, está el asunto de soñar por algo: la inmensa mayoría no lo va a lograr, pero tú tienes la necesidad, por eso, continúo soñando todos los días. Eso hago y ese es, realmente, el sentido de estar viviendo aquí.

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Imágenes cortesía de Redes sociales de Neuris Delgado y Redes sociales de José Alejandro Rodríguez Zas
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