El fútbol, como deporte, evoluciona. El que consumimos hoy no se parece mucho al que consumieron nuestros padres, tíos o al de finales de los años noventa, o principios de los dos mil. Pero evoluciona movido por intereses que están matando la esencia del mismo.

Muta entre escándalos y corrupción, tratando de acabar con lo “injusto” y dando “oportunidades” que pueden transformar al the beautiful game en un circo sin precedentes.

Diría que todo se fastidió cuando alguien dio a Qatar la sede de un Mundial, en 2022. Un país sin historia alguna ni participaciones en citas del orbe, pero con mucho dinero. Ahí comenzaron las locuras de la FIFA. Bueno, en realidad empezaron antes, cuando le dieron la sede compartida a Korea junto a Japón (2002), pero entonces se podía tomar como un “incidente aislado” en medio de la loca era de Sepp Blatter.

Si hablamos de una sede compartida, Estados Unidos, Canadá y México, para 2026, acogerían el torneo. La mayoría de los juegos se harían, supuestamente, en Estados Unidos, país donde al fútbol le llaman “soccer”, a despecho de la nación azteca, de basta tradición futbolera. De Canadá, bueno, sigan con el hockey. Otra vez el poderoso caballero Don Dinero aparece, y trata de atraer a la población norteamericana (de cualquiera de los dos países) hacia el balompié, y así conseguir mayor apoyo de estas poderosas economías del continente.

En España, este año, la Liga Santander ha anunciado gloriosa que al menos un desafío del calendario regular en el año se celebraría en Estados Unidos. Serán Barcelona y Girona a quienes les toque el dudoso placer, en un momento en el cual los dos podrían estar envueltos en sus propias batallas europeas, o en el caso del Girona, luchando por salvarse del descenso. Por ende, necesitarían de su público más que nunca, pero los mandarían a jugar a terreno neutral, zona de nadie.

El escándalo ha sacudido a La Liga, y los jugadores amenazaron con declararse en huelga si la decisión no es revocada. Pagaría por ver al fútbol español en paro durante par de jornadas. Sin embargo, no es imposible: ya en Grandes Ligas hubo una interesante huelga de jugadores, que obligó a suspender la competencia. De producirse, vendría entonces una Champions sin equipos españoles durante un año, una Europa League en las mismas condiciones, pero eso no debe pasar.

Como si 32 equipos no fuera suficiente para un Mundial, ahora Infantino, el presidente de la FIFA, dice que un torneo de 48 equipos sería lo ideal. Así tendríamos oportunidad de ver a países como Gales, Dinamarca, Suecia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Camerún o Perú con mayor regularidad, pero la idea detrás de esto es que las jugosas plazas de Asia lleguen a manos de países como China o el propio Qatar, y que con sus dólares inflen las arcas de la Federación. Ya 48 es demasiado, en cuestión de cantidad de equipos, duración del torneo y sin mencionar los gastos de las sedes en temas de aseguramientos.

Sigamos con la tecnología y el Video Assistant Refree (VAR).  Hay diferencias entre los campeonatos que lo usan y los que no. El juego mismo cambia. Hay pausas, retrocesos y descuentos kilométricos. Los jugadores no respetan más el arbitraje, sino que ahora protestan dibujando rectángulos en el aire. Se comienza a notar la jerarquización entre ligas que tienen medios para usarlo y ligas que no pueden. Al final, ¿por qué hace falta el Var? Por culpa de los futbolistas mismos, que son más teatrales y descarados que nunca, y el arbitraje tiene que trabajar el doble, para incluso, con VAR y todo, equivocarse en ocasiones.

Igualmente, el VAR ha incidido en otros aspectos del juego, como se vio en la pasada Copa del Mundo. Hubo más anotaciones por la vía del penal, más jugadas a balón parado y también más autogoles, pues la presión del vídeo hace que se juegue distinto.

Un dato para reír: en el estreno del Schalke 04 en la Bundesliga este año, juego que perdió contra el Wolfsburg, el sistema tuvo protagonismo, al ayudar a expulsar sin razón alguna a un hombre del Schalke, y acto seguido facilitó la cartulina roja a un delantero del rival, por actitud antideportiva. ¿Qué pasó? Al hombre del Wolfsburg lo devolvieron a la cancha, luego de analizar la jugada y determinar que no había mala fe en su acción. Se veía con claridad que el jugador en cuestión había ido a por el defensa rival.

De otro lado, la Champions es cada vez más predecible. Solo está a la altura de equipos que la ganan por su poderío económico. El Madrid, un equipo irrelevante para algunos desde el punto de vista de la sofisticación del fútbol que juega, lleva 3 años ganando casi sin oposición. ¿Quién la ganó por última vez solo por mérito futbolístico? ¿El Ajax en el 95? ¿El Milán de 2007? La Europa League es más interesante.

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El mercantilismo tiene asimismo su dosis de responsabilidad, pues los aficionados tienden, con frecuencia, a seguir figuras y no equipos. El fútbol como entretenimiento de masas es cada vez más como Hollywood, donde necesitas una cara con la cual relacionarte, no una idea, un equipo, o una pasión. Ahora, curiosamente, hay más aficionados de la Juventus que nunca. ¿Será por Cristiano Ronaldo?

Finalmente, el formato de Champions polariza aún más las plazas en unas pocas ligas. España, Inglaterra, Alemania e Italia se llevan la mayor porción de la tajada, mientras otros equipos interesantes deben batirse en play off. Ya ni siquiera el campeón de Holanda, Ucrania o Rusia avanzan de manera directa.

El deporte más hermoso del mundo está cambiando en nuestras narices. Dentro de un tiempo los atractivos a seguir no serán un color, una canción o un himno de gol, sino una cara y su marca, o la entidad que tenga más dinero para contratar estrellas. Ojalá estos intereses no dejen al fútbol y sus verdaderos fanáticos, caminando solos.

Imagen cortesía de Filipo Monteforte / AFP.