Cuando su hermano le habló un día sobre un juego que se llamaba ajedrez, y le posicionó unas piezas inventadas sobre un improvisado tablero, Vivian Ramón quedó fascinada.

Dirigir un combate en un área cuadrada de 64 casillas, donde podría crear estrategias ilimitadas con el objetivo de hacer caer al rey contrario, motivó en gran medida a aquella niña introvertida y disciplinada de pocas relaciones sociales, que amaba la lectura y vencía su timidez escapándose a ratos con sus amigos del barrio por las azoteas de Centro Habana.

“El ajedrez me cambió la vida. Jamás pensé llegar a ser una persona comunicativa, capaz de dar clases en la televisión y hacerlo con naturalidad, y que podía hacer muchos amigos. El ajedrez me ayudó muchísimo a socializar”, le confiesa Vivian Ramón a Play-Off Magazine.

Su progresión fue muy rápida, entre otros factores, porque desde que aprendió a mover las piezas y se sumergió en la rica historia de este deporte. Además, se trazó un objetivo que parecía una quimera para una niña nacida en esta pequeña isla, pero lo logró: ser Gran Maestro.

“Ese era un sueño. Me alegró mucho haberlo conseguido porque desde que era una niña me preguntaban qué quería ser cuando fuera grande y yo respondía: Gran Maestro. Estaba claro que para mí ese era el camino por encima de todo”, asegura.

Vivian Ramón se convirtió en Gran Maestra Femenina a la edad de 35 años y tuvo el privilegio de ser la primera mujer en alcanzar ese título en Iberoamérica. En su bitácora, entre muchos logros, resalta su actuación en nueve Olimpiadas y sus ocho Campeonatos Nacionales ganados.

La entrevista aconteció en el Instituto Latinoamericano de Ajedrez (ISLA) ubicado en la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Manuel Fajardo, centro que dirige y donde imparte clases a niños.

Allí está inmersa en su proyecto de desarrollar talentos, fomentar la práctica de torneos, y desarrollar una nueva estrategia para recuperar los altos niveles de masificación que tuvo Cuba en un momento determinado.

Muy tranquila, con palabras precisas y esa cadencia en su voz capaz de encantar serpientes, la también vicepresidente de la Federación Cubana de este deporte respondió cada una de nuestras preguntas detrás de un tablero de ajedrez, donde tal vez las piezas se preguntaron varias veces como una mujer tan dulce era capaz de organizar ataques tan efectivos para destruir contrarios.

Cuéntame de tus inicios en este maravilloso juego.

Mi hermano llega un día y me dice que existe un juego que se llama ajedrez. En ese momento no tenía ninguno e inventamos las piezas. Yo recuerdo que las torres eran fusibles de la luz.

Él me enseña el movimiento de las piezas, eso demandó una creatividad. Después un tío nos regala un juego y mi hermano me fue enseñando los elementos del juego, pero siempre guardándose una ventaja. Es decir, yo era una compañera de juegos para hacerle fuerza, pero él era el campeón de la casa.

Un profesor llamado René Basarrate, que era el principal activista de ajedrez en la provincia, fue un día a mi escuela Concepción Arenal, nos habló de la academia de ajedrez y nos dijo que si alguien tenía interés en aprender podía ir allí.

Yo descubro que la academia estaba solo a media cuadra de mi casa y voy, juego partidas con dos muchachos y las gano. Eso llama la atención de los profesores y me matriculan. Luego llegué a mi casa contentísima, le digo a mi hermano que gané dos partidas y le describo como eran los muchachos. Él me dice que esos eran los que le ganaban a él y ahí mismo abandonó el ajedrez para siempre y yo continué.

¿Hay que tener algunas características propias de la personalidad para jugar bien el ajedrez, o cualquier persona puede triunfar en ese mundo?

No creo. Pienso que el ajedrez es pluripersonal, se dice que aquí el estilo es el carácter del hombre, o sea cada, cada uno expresa en el ajedrez su personalidad, sus características, su forma de ser, y no creo que específicamente se necesite nada en particular a no ser la pasión.

Los ajedrecistas decimos que existe un bichito que te pica, que se mete dentro, y cuando llega a la sangre, ya lo amas para siempre. Te puedes, incluso, alejar en un momento determinado, pero terminas regresando porque la pasión es fundamental para jugarlo.

Eso lo vemos en los niños que vienen acá al centro. Se les ve en la mirada que están atrapados con el juego. Tú puedes encontrar aquí a uno hiperactivo o a otro muy sedado, cada uno con sus características.

Tu estilo fue siempre posicional, con tendencia al juego correcto y a las tablas. ¿Es algo que escoges por comodidad o eso depende tu personalidad?

Muy estilo siempre fue posicional. Eso tiene que ver con mi temperamento y con mi forma de ver al ajedrez. Me gustan las partidas correctas y no me preocupaba ni me preocupo por el resultado. Si una partida es tablas porque mi contrario y yo jugamos correctamente, es lo adecuado. Trato de no especular, pero eso está en mi personalidad, se dice y en eso tengo un poco de tradición “Capablanquina”: que hay belleza en la corrección y yo sí la veo, disfruto el actuar culto.

Esa es mi opción para jugar el ajedrez, eso no significa que en un momento determinado la posición me exige sacrificar piezas, atacar, o especular porque tengo una mala posición y tengo que violentar las acciones. Las decisiones las tomo, pero son por las exigencias de la posición.

¿Cambia tu estilo de juego en los torneos de rápidas?

Cuando juego partidas rápidas sí es muy posible que cambie mi estilo porque en realidad las juego para divertirme. Es decir, es carácter lúdico, y por tanto me atrevo a hacer cosas que no haría en una partida normal. Ahí sí especulo, es normal en muchos ajedrecistas que se tomen decisiones especulativas porque el contrario tampoco tiene tanto tiempo para refutar ideas. Las rápidas o partidas blitz son un juego más azaroso, te permite ese tipo de diversión.

Este deporte requiere de mucho estudio y tiempo para poder jugarlo con efectividad. ¿Por qué crees que Vivian Ramón tuvo esa progresión tan rápida?

En una edad temprana, la progresión suele ser más rápida porque tú llevas una línea de aprendizaje. Tienes tanto, pero tanto que aprender, y además estás tan entusiasmado, que ciertamente se progresa muy rápido. Ahí la creatividad está en su máximo apogeo. Cuando eres escolar o juvenil no tienes tanta presión, no eres un profesional, eres alguien que tiene sueños, que quiere llegar, y que quiere hacer cosas más atrevidas. Esa alegría del comienzo se muestra sobre el tablero.

Es verdad que tuve una progresión muy rápida. Tuve resultados tempranos a nivel escolar y juvenil, e incluso, llego a los campeonatos nacionales muy rápido, algo que no estaba previsto. En una edad adolescente llego al Capablanca in Memoriam, pero ya a nivel profesional las exigencias son otras y el que quiera progresar en el ajedrez tiene que trabajar ocho horas como una profesión cualquiera.

Hay que trabajar en tus debilidades y en tus fortalezas y al mismo tiempo desarrollar tu creatividad. Esas jornadas de ocho horas te dan capacidad de trabajo y tienes que estar preparado porque las partidas van a durar cuatro o cinco horas y tienes que mantener el mismo nivel de energía y, por tanto, tienes que trabajar más horas.

Sobre todo, si eres una persona como yo que tenía un físico débil. Las personas como yo tienen que sacar la energía de la capacidad de trabajo, y eso requiere mucho esfuerzo y apoyarse mucho en la técnica, porque la técnica es un arte.

¿Tuviste que enfrentar muchos prejuicios cuando comenzaste a desarrollarte en el ajedrez?

Francamente, en mi época todavía la mujer no tenía un gran reconocimiento. Los hombres se negaban a jugar con mujeres y algunos no querían estar en algún torneo donde estuviera alguna de nosotras.

Ahí tengo que decir que la Federación Cubana de Ajedrez que encabezaba Eleazar Jiménez jugó un papel importantísimo para el progreso y desarrollo de la mujer en el ajedrez cubano.

Te voy a mencionar tres nombres de hombres que defendieron esa causa, porque el feminismo, en muchos casos, lo han encabezado los hombres: Eleazar Jiménez, Andrés Acosta, quien era metodólogo de la Comisión Nacional, y René Basarrate, que ya te mencioné antes fue el activista que me inició a mí y a otras jugadoras.

A esas personas les debemos el torneo María Teresa Mora que perdura hasta la actualidad y le debemos la participación de equipos femeninos cubanos en las olimpiadas mundiales de ajedrez. Ellos arriesgaron mucho porque tuvieron que discutir el asunto con directivos que estaban en contra y le decían que las cubanas no tenían nivel para asistir allí. Te estoy hablando del año 1984.

Recuerdo, y nunca lo voy a olvidar, a Eleazar Jiménez escribiendo una carta en la que decía que la participación de un equipo femenino cubano en olimpiadas sería el colofón de su carrera ajedrecística. Que un hombre que llegó a ser campeón nacional y que tenía tres tablas con Bobby Fischer llegara a considerar eso, es algo que las mujeres en Cuba tenemos que agradecer eternamente.

¿Por qué Vivian Ramón se declara una feminista?

Me gusta que la mujer tenga las mismas oportunidades que los hombres. Eso no significa para nada que haya un predominio femenino, yo estoy en contra de eso. Me parece que todos los seres humanos son iguales y entonces sí quiero que la mujer progrese, que jueguen al ajedrez la misma cantidad de niñas que niños, pero, por ejemplo, que las premiaciones de los campeonatos femeninos llegaran a ser del mismo nivel de los masculinos.

No soy una persona que cree que tiene que ser electa una mujer en un cargo porque es mujer. Creo que debe ser electo en un cargo la persona que lo merece sin distinción de género. Pero sin perder la visión de que la mujer se pueda ganar ese derecho, y se lo gane trabajando. Diría que soy una feminista imparcial.

Gran Maestra Femenina cubana Vivian Ramón
Vivian Ramón, primera mujer en Iberoamérica en alcanzar la categoría de Gran Maestra Femenina. Foto: Hansel Leyva

Siempre me he preguntado por qué en el ajedrez, si no es un deporte físico, las mujeres no pueden superar a los hombres.

Esa es una pregunta que muchos se han hecho desde varios puntos de vista, incluso, la ciencia ha tratado de explicarlo. Pero es histórico-lógico la primera razón. ¿Cuántos siglos de ventaja tiene el hombre jugando al ajedrez? La mujer no lleva mucho tiempo practicando. Pienso que bastantes logros ha tenido la mujer al llegar a tener entre los diez primeros jugadores del mundo sin distinción de sexo a Judith Polgar en menos de un siglo de prácticas.

Por otra parte, las oportunidades de las mujeres en los torneos siempre han sido menores. Ahora las mujeres juegan en los torneos abiertos y fíjate si hemos progresado, que ya no decimos masculinos, ahora es torneo abierto. Cada vez más mujeres juegan allí y antes era muy raro ver a alguna.

Pero hay otros puntos que son sociales, por ejemplo, la responsabilidad parental que ejerce en la familia. Históricamente, la mujer ha tenido más responsabilidad con los hijos que los hombres. Este ha tenido el papel de proveedor y ella se ocupa de la educación de los hijos, y eso juega un papel. Tu ajedrez, quieras o no, no es el mismo cuando eres una mujer soltera y sin compromiso a cuando eres madre y tienes una responsabilidad enorme con la maternidad.

¿Crees que eso puede cambiar en el futuro?

Sí, eso va a cambiar y ya ha ido cambiando a una velocidad increíble. Ya las mujeres van teniendo un papel más activo en la sociedad a medida que va pasando el tiempo y han aprendido a manejar ambas responsabilidades porque eso también lleva aprendizaje. Por otra parte, el número de jugadoras en el mundo crece y eso es bueno, todos los prejuicios que existían antes, que esto era un juego de hombres porque era un juego de guerra, pues han ido desapareciendo poco a poco. No dudo que en un tiempo prudencial va a haber jugadoras en la élite mundial y también, por qué no, podrá haber una campeona del mundo sin distinción de sexo.

De hecho, pienso que Judith Polgar no llegó a creérselo, pero tuvo el talento necesario para aspirar a eso. Quizás le faltó un poquito de confianza, no sé, pero creo que podía haberlo logrado.

Me gustaría que me hablaras de Judith Polgar. ¿Qué representó para ustedes las mujeres?

Las tres hermanas Polgar (Susan, Sofía, y Judith) son mitos del ajedrez. Ellas representan en general ese enfrentamiento de género y la posición de la mujer en este deporte. Llegan a ser Grandes Maestros sin distinción de sexo, y aunque hoy hay muchas, ellas rompieron esa barrera de 2600 ELO y Judith la de 2700, y eso es impresionante.

Ellas jugaron contra nosotros en la olimpiada de 1988. Eran un gran equipo y desafiaron todos los cánones en ese momento al coronarse por encima del equipo soviético que era el gran favorito y siempre ganaba. Perdimos con ellas en los tres tableros, pero fueron buenas partidas.

La de Zirka Frómeta con Judith fue muy dinámica. Yo jugué con Susan porque en ese momento era la más fuerte y estaba en el primer tablero y me ganó bien. Jugamos una Defensa Grünfeld

y ella dominaba mejor la posición y me demostró por qué tenía ventaja. Fue todo un aprendizaje esa partida.

Tuve la oportunidad de observar a Judith mientras jugaba al lado mío y me impresionó que, al contrario de otros jugadores, no se le notaba el esfuerzo. Aquella mujer tenía una naturalidad jugando al ajedrez y sabía cómo llegar en el justo momento a la posición que quería con sus piezas. Algo que había visto antes en Bobby Fischer o mucho antes en Capablanca. Ella era uno de los genios.

Ellas fueron una tremenda inspiración y hoy lo continúan siendo desde el punto de vista del éxito que han tenido como entrenadoras y organizadoras de eventos. Judith se ha dedicado a los niños, tiene la fundación que lleva su nombre y dirige el ajedrez en las escuelas en Hungría y es la vocera del ajedrez infantil en el mundo.

Vivian Ramón es abogada. ¿Qué puntos comunes hay entre el derecho y el ajedrez?

Me gradué de derecho en la Universidad de La Habana en 1986 y toda la vida he agradecido a mis compañeros de estudio y a mis excelentes profesores, sin los cuales no hubiera podido hacerlo por las exigencias de la carrera.

El derecho me encanta. Me gusta leer textos de derecho. Las leyes cambian, pero los conceptos no y eso sí tiene en común con el ajedrez. Igual que en el derecho se requiere tener criterio y concepción de lo que es justo o no por encima de todas las cosas, en el ajedrez ocurre lo mismo.

Capablanca decía que el ajedrecista puede perder la fuerza práctica, puede dejar de ver determinadas jugadas; pero el criterio, el saber lo que está ocurriendo en la posición, la evaluación, eso no lo pierde. En ese sentido sí tienen muchos puntos de contacto.

¿La has ejercido alguna vez?

No, no lo ejercí, pero no he dejado de leer sobre derecho nunca. Voy a la feria del libro, los compro y los leo. Algunos me han fascinado y los he tomado como una lectura de esparcimiento a pesar de ser técnicos.

¿Cómo influyó el juego de Capablanca en Vivian Ramón?

A Capablanca lo conozco bastante rápido porque en la academia una de las cosas que me enseñaron desde los primeros momentos fue la teoría de simplificación de Capablanca, es decir, como llegar a un final simplificando piezas cuando se tiene ventaja y como ejecutarla.

Uno de los libros que primero utilizaron fue Fundamentos del Ajedrez, donde él es muy claro en sus explicaciones. Su ajedrez y su técnica me llegan rápido, pero también me empiezan a llegar sus historias. En aquella época había un gran historiador del ajedrez cubano que era Carlos Palacio, y él visitaba la academia y hacía historias de Capablanca y a mí me comienza a encantar el personaje.

Después, empiezo a estudiarlo porque me doy cuenta de que es necesario, que necesitaba un patrón, y me gustaba que ese patrón fuera él. Luego llega por vías naturales cuando estudias este juego de una manera profesional. Todo ajedrecista recorre el mismo camino de la historia del ajedrez hasta que llega a fomentar su propio estilo. Ya después eres tú y tu ajedrez.

¿Por qué te gusta tanto la Defensa Grünfeld?

La conozco por Eleazar Jiménez. Quería encontrar un arma contra el peón dama y él me dice que esa defensa se me ajustaba bien porque era una simbiosis entre el gambito de dama y la defensa india del rey, es decir, tiene a la vez dinamismo y solidez. Esa idea me gusto: atacar el centro un poco por los flancos, desde lejos, asestar golpes inesperados y apostar muchas veces por finales donde el alfil de fianchetto juega un papel apoyando un peón torre. Son ideas más ocultas y en ese sentido me encajó, no me sentía con dificultades y me fue fácil su estudio.

Por otra parte, recuerdo que en 1983 participo en un torneo abierto en México y allí juego bien y llego a estar entre los primeros. Cuando llega la última ronda, estoy en el sector de premiación y uno de los jugadores cubanos que estaban en el torneo me dice que le proponga tablas a mi contrario y así los dos terminaríamos premiados.

Yo jugaba con negras y seguí el consejo de él, pues, por supuesto quería lo mejor para mí. Propongo tablas y mi contrario me dice que no, porque quería un premio grande. Me quedé pensando y me dije que yo también quería un premio grande y le gané la partida. Termino empatada en segundo y tercer lugar y conseguí una buena premiación gracias a la Defensa Grünfeld y a partir de ahí le tengo mucha estimación y respeto.

Tu actuación en Olimpiadas fue muy buena, menos en Dubai 1986. ¿Qué pasó allí?

Allí no me encontré conmigo misma a pesar de que Eleazar Jiménez, que nos capitaneaba, hizo todo lo posible por recuperarme, pero había un problema importante. Yo digo que las causas ajedrecísticas son simplemente ajedrecísticas, yo no llegué en forma deportiva y no trato de justificar la mala actuación, pero si tengo que señalar un detalle: siempre fui muy alérgica a los olores y allí las comidas, las especias, tienen un olor peculiar y te confieso que comí un solo día cuando prepararon una noche de comida italiana.

El resto de los días fue un sufrimiento para alimentarme: Dubai no es para mí. Tú sabes que en el ajedrez el contexto juega un papel, te tienes que sentir bien física, psicológica, y ajedrecísticamente. Pienso que se conjugaron factores y por eso no tuve una buena olimpiada.

Por los demás en las olimpiadas siempre me sentía bien en la posición que me colocaran. Jugué los cuatro tableros, en cada uno comprendí el rol que llevaba y cuidaba mucho el torneo por equipos. Siempre jugué pensando en lo que necesitaba mi equipo y tengo que decirte que fui buena jugadora de ese tipo de eventos.

En mi carrera tuve dos equipos: el de Cuba y el San Caetano del Sur de Brasil, donde jugué 11 años. A los dos los amé y los cuidé muchísimo.

En varias ocasiones tuviste la responsabilidad de decidir los enfrentamientos en Olimpiadas. Declaraste una vez que lo hiciste pasando por encima de la disciplina e intereses individuales. Me gustaría que aclararas eso.

Tuve muchas veces la posibilidad de decidir porque en mi tiempo se jugaba en tres tableros y mis partidas eran bastantes lentas. Estaba acostumbrada a esa tensión y me sentía bien con eso.

Una vez había una jugadora contraria que había declarado que ella no se sentía preocupada en la partida conmigo porque había tenido buenos resultados, cuando en realidad yo le había ganado dos veces y dos partidas habían sido tablas, y al parecer se sentía satisfecha con eso.

Me dicen eso para que yo decidiera si iba a jugar con ella o me fuera al descanso si resultaba incómoda para mí. Le dije al capitán del equipo que no sabía qué iba a hacer esa jugadora, pero la que no se iba a mover del tablero era yo.

Jugué la partida y en un momento determinado ella tiene un movimiento muy fuerte con el que lograría empatar la partida. En ese momento, el capitán me hace señas para que yo proponga las tablas porque cree que el movimiento es más fuerte de lo que era. Yo lo había calculado y sabía que no perdía, entonces, no le propuse tablas y la dejé que jugara. Ella no vio ese movimiento fuerte y le gané la partida.

Ahí pasé por encima de la disciplina porque no obedecí la orden del capitán, pero por otra parte ese era un punto importante para el equipo cubano y no lo estaba arriesgando, creía que tenía que ir por él. Esa fue una decisión de la que siempre me sentí responsable.

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¿La gran rivalidad que tenías con otras mujeres talentosas como Asela de Armas, Maritza Arribas o Zirka Frómeta, trascendía los tableros? ¿Cómo era tu relación personal con ellas?

Ese equipo en el 1988 fue un equipo fantástico y te digo que a pesar de la rivalidad que pudiera existir en los eventos nacionales, eso generalmente no trascendía el tablero y en el momento que pasara eso, todo se resolvía.

En un momento determinado mis relaciones con Maritza no fueron buenas y estuvimos sin hablarnos durante un tiempo, pero cuando llegaban las olimpiadas, había una tregua. Eso estaba por encima de ella o de mí y las dos lo entendíamos.

Recuerdo en una olimpiada cuando un capitán me va a enviar a un descanso y Maritza le dice: usted me perdona, pero las grandes maestras tienen que jugar. Había una ética de la responsabilidad que teníamos, de lo que estábamos defendiendo allí.

Siempre esas cosas terminan pasando. Puede haber rivalidades en un momento determinado porque dos tigres no caben en la misma jaula, eso es normal, pero después está la calidad de las personas y esas cosas pasan. Después nos hemos mantenido muy unidas todas. En el ajedrez femenino te voy a decir que las mujeres se mantienen muy unidas y toda esa rivalidad se supera.

Par mí fue un honor haber integrado aquel equipo con esas jugadoras, considero que fue un privilegio y obtuvimos un resultado del que estoy muy orgullosa. Hoy nos queremos mucho.

¿Qué cambios sufre tu vida luego de alcanzar el título de Gran Maestra Femenina en 1998?

Cuando me convierto en Gran Maestra Femenina quizás pude haber intentado un poco más, luchar un poco más por subir el nivel, pero ahí fui conformista.

Cambia mi vida porque recibo la oportunidad de contrato en Brasil con el Club de San Caetano y entonces empiezo a alternar mis responsabilidades, y si bien allá tenía todas las condiciones para entrenar y jugar torneos importantes, tengo que decir que el nivel competitivo de las mujeres no era tan fuerte y mi desarrollo se vio algo comprometido.

Evidentemente, convertirse en Gran Maestra te da más oportunidades en cuanto a invitaciones, pero ya tenía marcado mi rumbo y mi filiación con ese club. Recibí mucho apoyo y tengo que agradecerle muchísimo al capitán de ese equipo Lelio Marco Salcedo.

Tres años antes te habías convertido en madre (1995). Sin embargo, algunos dicen que ser madre afecta la concentración y el desarrollo de una mujer ajedrecista.

La familia me ayudó mucho. Cuando me hago Gran Maestra ya era madre y en ese momento yo era la proveedora de la familia. Mi mamá y mi hermano Julio, ese que me enseñó a jugar ajedrez, jugaron un rol fundamental porque se quedaban con los niños, el mío que se llama Raúl como Capablanca y la de él, que se llama Laura, y que la quiero también como una hija.

Esos fueron tiempos de dividir el trabajo. El tiempo que pasaba lejos me lo sentía mucho, pero era necesario. Son los sacrificios que hacen los atletas y que a veces la gente no ve. Podrás estar en un hotel cinco estrellas, pero te faltan ellos.

En la mayoría de los deportes, los atletas no se rinden hasta el final del juego, sin embargo, en el ajedrez esto no es así. ¿Por qué?

Este es un juego de damas y caballeros. Aquí hay una ética, hay un respeto, y eso no significa que uno no luche hasta el final. Uno se rinde porque reconoce que sus posibilidades son nulas en un momento determinado. Se sabe que la partida está decidida, el triunfo del adversario es cuestión de tiempo, y nada va a cambiar ese resultado. ¿Qué estamos esperando? ¿Un infarto del contrario? No hay otra opción y te rindes por respeto. Esa es la palabra que define una rendición.

Los ajedrecistas tienden a tener muchas manías, hacer ritos antes y durante las partidas y ser supersticiosos. ¿Cuánto de esto tiene Vivian Ramón?

Eso es cierto. Te voy a decir que escojo el color del bolígrafo con el que voy a anotar las partidas. Puede ser blanco, azul, o verde, y si pierdo un par de partidas con uno de ellos, lo dejo en la mesa. Todos tenemos algún mito.

También escojo la ropa y generalmente por la experiencia que ella tenga jugando, más que por otra razón.

Te voy a hacer una anécdota. Yo tenía un pulóver rojo del equipo nacional con la que había jugado dos veces y me había ido muy mal. Una vez en una Olimpiada, Zirka me lo pide prestado porque a ella le gusta ese color para jugar. Le dije que había perdido dos veces con él y que no se lo recomendaba, pero ella me dijo que con ella eso no iba a ocurrir.

A las dos horas y media, Zirka estaba de regreso al hotel, casi se quitó el pulóver, en el pasillo y me dijo: toma, que esto no sabe jugar.

¿Por qué dejas de competir?

He dejado de jugar activamente porque reconozco que no tengo tiempo para prepararme ni las energías para ello. Sentía que había perdido energías en las partidas y de las últimas que me ganaron en torneos importantes, muchas eran partidas que yo no podía haber perdido, pero el contrario sabía que yo tenía la tendencia a cansarme y las perdía por cansancio.

Eso fue determinante para dejar de jugar competencias de cierto nivel. De vez en cuando, puedo jugar algún torneo, pero lo hago por distracción y porque este deporte ayuda a conservar la salud mental, es decir, es una forma de lucha contra las enfermedades neurodegenerativas, es un excelente ejercicio.

Pienso que nadie debe dejar de jugar. Cuando tu carrera deportiva ha terminado debes seguirlo haciendo sin ambición, sin espíritu competitivo, en un plano amateur.

 ¿Si tuvieras la oportunidad de crear a un jugador de ajedrez invencible qué características tomarías de grandes jugadores?

Mi Frankenstein tendría la lógica de Capablanca y su fortaleza en el tránsito del medio juego al final; la técnica de Botvinnik; la táctica de Mijail Tal; el sentido de la posición de Bobby Fischer o de Magnus Carlsen; la energía de Kasparov, y el sentido práctico, ese divertirse y resolver problemas que tiene Anand. Ese sería un jugador muy difícil de vencer.

¿Y de Vivian Ramón no tendría nada?

El amor por el ajedrez.

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Imagen cortesía de Hansel Leyva