José Fernández fue una estrella truncada cuando empezaba a tejer su leyenda a los 24 años, tras un accidente náutico un 25 de septiembre del 2016 que conmocionó al mundo de Grandes Ligas y el deporte.

En su última salida, pocos días antes de morir, “el balserito” selló su grandeza con 12 ponches en ocho entradas — la salida más larga de su carrera —, y su equipo logró la victoria 1-0 sobre los Nacionales. Se despidió del montículo tal como empezó, con todo el talento que llevaba en su brazo.

Su juego final fue una joya de pícheo que, vista desde la distancia, parece ahora una despedida y que nos deja con muchas dudas, pues no sabemos hasta dónde hubiera llegado en Grandes Ligas si el inesperado accidente no lo hubiera sacado de este mundo.

Pero el corto tiempo que vivió en MLB fue suficiente para deslumbrar a los aficionados y especialistas, quienes veían en él a un potencial Salón de la Fama, por su rendimiento y el carácter de líder que poseía.

El balserito hubiera cumplido el 31 de julio pasado 28 años, y si especulamos, estaría en el pináculo de su carrera, como líder desde el montículo de la armada cubana en MLB, y si hubiera seguido con su prometedora carrera, quién sabe si fuera uno de los mejores lanzadores de todo el béisbol.

Fernández debutó un 7 de abril de 2013 cuando chocaron los Marlins de Miami y los Mets de Nueva York, en la casa de los últimos, y el estreno del fenómeno no podía ser más que espectacular. Durante 5 entradas de labor toleró solo una anotación, apenas dio un boleto, aceptó 3 hits y repartió ocho ponches: récord para un lanzador debutante de los Marlins en su historia.

Hablamos de un poderoso serpentinero, que apenas jugó cuatros temporadas. En ese tiempo, fue Novato del Año de la Liga Nacional en el 2013 y dos veces convocado al Juego de Estrellas.

Para más señas, dejó registro de 38-17 con un equipo perdedor, y un excelente promedio de carreras limpias de 2.58. Su debut fue aún más impresionante, si tenemos en cuenta que los Marlins salieron derrotados en 100 desafíos. En ese 2013, José ganó 12 y perdió seis, con promedio de 2.19.

En mayo pasado, el reportero de MLB.com, Joe Frisaro, compiló una lista con los cinco mejores lanzadores derechos en la historia de los Marlins, con José Fernández como primera elección.

En su casa, el enorme Marlins Park, pocos eran capaces de derrotarlo. Tanto fue así que, en 42 aperturas como local, obtuvo resultados extraordinarios: 29-2 y su promedio era galáctico, con 1.49. Solo existía una palabra para resumirlo: fenomenal.

José se despidió con una campaña de otra galaxia, en la cual logró 16 victorias, perdió 8 juegos, lanzó para 2.86 y regaló 253 ponches en 182.1 innings de actuación.

“Tenía una gran alegría en el terreno. Los otros muchachos decían lo mismo cuando él lanzaba. Aunque te enfadaban algunas de las cosas que hacía, lucía como uno de los niños de Pequeñas Ligas o algo por el estilo. Esa era la alegría con que José jugaba y la pasión que sentía cuando estaba en el terreno”, dijo Don Mattingly, tras su fallecimiento.

El balserito fue más que un jugador de béisbol, ya que en su corta vida se elevó al nivel de un símbolo, porque su triunfo representaba algo más grande para los emigrantes de la Isla que arriesgaban su existencia por llegar a un país nuevo, a rehacer su vida.

“Todos sabemos el impacto que tuvo en las Grandes Ligas, todas las cosas buenas que él (hizo) como cubano, como emigrante. Creo que fue el sueño de todo cubano de llegar a Estados Unidos, triunfar y tener el sueño americano y hacer lo que más le gustaba, que era jugar al béisbol. Una cosa increíble”, dijo sobre él su amigo, también cubano y estrella de MLB, Aledmys Díaz.

El día después de su muerte llegó el emotivo momento en que los Marlins debieron volver al terreno, pese al dolor de haber perdido quizás al más talentoso y carismático de sus peloteros. Todos acudieron con la camiseta 16 en su honor, mientras en las “afueras del parque de pelota, muchos colocaban flores y globos en una especie de santuario espontáneamente improvisado, donde plasmaban sus firmas a modo de homenaje”, describía ESPN.

“En el círculo de picheo, el número 16 dibujado sobre la tierra reunió a su alrededor a los jugadores de los Marlins, mientras sonaban en tono luctuoso las notas de Take Me Out to the Ball Game. Tras el Himno Nacional, los peloteros de los Mets se abrazaron con sus rivales y luego Stanton, emocionado, arengó a sus compañeros a salir a jugar con la pasión de Fernández”, escribió entonces Jorge Morejón.

Para más dramatismo, Dee Gordon, quien no era un jonronero, desapareció la pelota en su primer turno al bate y los Marlins se llevaron la victoria en el choque, como una especie de guiño al líder perdido, a José Fernández, un balserito en MLB que conquistó el mejor béisbol del mundo.

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